Mi mirada divagó lentamente por la cocina de la casa de Iker.
Todo estaba en orden, tanto que casi daba miedo. Los pequeños muebles de madera oscura se organizaban aquí y allá en forma de caracol mientras se ajustaban a las paredes blancas. El mesón era de un implacable color gris con granitos tallados en él, que brillaban sutilmente.
De resto todo estaba organizado y pintado en colores neutros. La cocina era casi deprimente, no tenía nada fuera de lugar o de otro color que no fuese gris, blanco, negro o café.
-Ten- Iker me ofreció un vaso de agua, mientras me miraba penetrantemente.
Mi histeria ya había comenzado a pasar y ya me arrepentía por haber ido a casa de él. Sabía que él querría que le explicase porqué había llegado como una loca llorando, pero lo peor era que sabía que no podía contarle nada. No era asunto mío lo que estaba pasando entre Glenn y Gaia, pero aun así me afectaba de manera suntuosa.
-¿Estás mejor? –Preguntó mientras se sentaba en la silla que tenía al lado. Seguía sin ponerse camisa y ya comenzaba a ponerme nerviosa, se veía muy bien para su propio gusto.
Concéntrate, Kay.
-Sí- Mi voz salió ronca –Gracias.
El silencio que se centró en la cocina era tan palpable como incomodó. Era obvio que él quería que le contara qué había sucedido.
-¿Qué pasó, Kay? - Siempre tan directo.
-Y-yo, nada...- Su mirada seguía siendo neutra, me miró por un momento y después se puso de pie.
-¿Nada? –Elevó una ceja y sonrió - ¿O sea que por nada vas a la casa de un amigo y lloras?- No pasé por alto la palabra "Amigo"
-Es complicado –Jugué con las manos sobre mi regazo y miré hacia la pared - ¿Tu mamá está?
Se quedó callado y me miró por lo que pareció una eternidad. Era obvio que estaba tratando de cambiar el tema, pero también quería saber dónde estaba su madre, casi nunca se le veía junto a Iker.
-Solo dime que estás bien –Susurró mientras se hacía al frente de mí y me miraba con esos magníficos ojos marrones.
-Estoy bien, en serio –Su mirada siempre hacia que me perdiera –No es nada que no pueda solucionar –Dije sabiendo que no podría solucionar nada de lo que estaba pasando.
-¿Sabes que me puedes contar todo, cierto?
-Sí- Dije sabiendo que era cierto. Iker siempre me daba seguridad, así fuera solo con su presencia.
-Bien- Murmuró y después comenzó a caminar hacia la salida, me quedé ahí sentada sin saber qué hacer -¿Vienes? –Preguntó.
-¿A dónde vamos? –Pregunté mientras lo seguía hacia las escaleras que llevaban al segundo piso.
-A mi habitación –Mi corazón comenzó a correr rápidamente en mi pecho ¿Quería llevarme a su habitación? ¿Los dos solos? –Kay, cambia esa cara, no haremos nada que ya no hayamos hecho- Soltó una risita y me tomó de la mano mientras me arrastraba junto con él.
-Tengo que llegar temprano a casa. Mañana hay clases –Mis palabras eran rápidas, era obvio que estaba nerviosa.
-¿Te quieres ir tan rápido? –Frunció el ceño y después siguió subiendo hasta el tercer piso. –Solo estoy bromeando -Lo último lo dijo con esa misma sonrisa pícara, haciendo que me temblaran las piernas.
-De acuerdo, solo un rato- Mascullé fingiendo enojo, cuando sabía que estaba feliz por pasar tiempo a solas con él. Me ayudaría a pasar el trago amargo que tenía en la boca.
Su habitación era tal y como la recordaba. Las paredes altas y pintadas de negro hacían que todo se viera oscuro. El arte se desenvolvía alrededor con diferentes obras que había hecho él, pero la diferencia era que ahora había mucho más cosas dibujadas y escritas que antes. Era hermoso.
-Mi madre no está –Dijo, respondiendo la pregunta que había hecho varios minutos atrás.
-¿Siempre estás aquí solo? –Pregunté incapaz de quedarme con la duda.
-Casi siempre –Parecía no importarle que le estuviese preguntado sobre su vida privada –Mi madre siempre está trabajando o está en casa de su novio Bob y mi padre está fuera del país trabajando y con su otra familia.
Me quedé en silencio. Quería preguntarle más pero no quería que se molestara luego conmigo.
-Así que... ¿Nadie te espera en casa después del instituto?
Tienes que parar, Kay – Gruñó mi subconsciente.
-Sí, la empleada – Se rió de su propia broma pero a mí no me dio risa. De hecho no era nada cómico.
-¿O sea que tu madre te deja tirado por estar con su novio? –Mi voz sonó más dura de lo que pretendía y ahí mismo me arrepentí –Lo siento no...
-Está bien –Se sentó en su cama y me jaló hacia él –Mi madre es particular ¿Sabes? Es como una pequeña niña en cuerpo de una mujer. No la culpo, pero no me molesta que esté con su novio, ya tiene bastante con darme todo lo que necesito.