Siempre Cerca Nunca Juntos

Una noche silenciosa.

Sus ojos seguían cada uno de mis movimientos mientras yo iba y venía.

Eran más de las dos de la mañana e Iker aún seguía en mi casa. No habíamos hablado mucho, en realidad solo nos habíamos acostado juntos y nos habíamos besado hasta que nuestros labios habían quedado totalmente hinchados. Pero cuando había dicho que se marchaba le había recordado que había prometido contarme todo, así que le había obligado a quedarse conmigo.

Mi madre había ido varias veces a mi cuarto a tratar de hablar conmigo y todas las veces Iker se había escondido dentro de mi closet.

Justo ahora estábamos en la cocina. Ambos teníamos mucha hambre así que estábamos tratando de conseguir algo de comer sin hacer mucho ruido. Lo último que quería era tener problemas por meter al castaño a altas horas de la noche a mi habitación.

-¿Galletas con aceitunas? -Pregunté mientras miraba el pasillo del fondo. Temía que mi madre saliese y me viera infraganti. -Es lo único que hay -Eso no era del todo cierto, había tortillas, carnes, huevos y guisantes, pero no sabía cocinar... Así que era como si no hubiese nada.

Iker sonrió burlonamente mientras asentía. Me giré rápidamente, preparé las galletas y con la cabeza le indiqué a Iker que tomase algo de beber.

Estábamos a punto de dirigirnos a las escaleras cuando escuché mi nombre.

-¿Kay? -La voz de mi padre sonaba ronca -¿Qué haces? -Me giré rápidamente hacia Iker y le señalé para que entrara a la alacena mientras ajustaba rápidamente la puerta. Mi corazón estaba a punto de salirse de su órbita.

-Preparo algo de comer -Le dije cuando aparecía en la cocina con su ridícula pijama de jirafas.

-¿Vas a comer todo eso tu sola? - El ceño fruncido de su cara me hizo bajar la mirada hacia la bandeja que tenía en las manos.

¡Era mucha comida!

-Eeeh... Sí, tengo hambre- Argumenté.

-¿Está todo bien, querida? -Se acercó a la mesa, tomó la jarra junto con el vaso y bebió un poco de agua. Me estaba poniendo nerviosa.

-Sí papá, solo tenía un poco de hambre -Puse la bandeja en la mesa de la cocina y miré disimuladamente a la alacena.

-Te acompañaré a comer -Dijo para después sentarse.

-Comeré en mi habitación -Le miré apenada -Quiero ver una película.

Mi padre podría ser muy terco y si se daba cuenta que estaba ocultando algo no me lo quitaría de encima en toda la noche.

-¿Es por lo que pasó hoy? -Sus ojos grises estaban oscuros -Kay, sabes que no fue culpa tuya lo que pasó con tu hermano ¿Verdad?

Su pregunta me sacó completamente de contexto. No quería tener de nuevo esa charla.

-Por supuesto -Sonreí mientras enlazaba mis manos para que no temblaran.

-Pienso que sería ideal empezar tus sesiones con el psicólogo el lunes -Maldije mentalmente, Iker estaría escuchando todo -Si quieres puedo sacar tiempo en la empresa y acompañarte -Sugirió.

-No -Mi voz era tensa -Prefiero ir sola ¿No tienes que madrugar mañana? -Le pregunté y miré hacia el reloj.

-Cierto -Se puso de pie mientras dejaba el vaso a un lado -Que descanses cariño. No te quedes hasta tarde -Depositó un suave beso en mi frente y se marchó.

Esperé dos minutos hasta que abrí la puerta de donde estaba Iker.

-Vamos rápido arriba -Le susurré y él subió deprisa y yo tras de él.

La oscuridad estaba por todos lados en mi habitación. La luna se reflejaba contra el cristal, pero faltaba poco para que desapareciera. Grandes y oscuras nubes se movían alrededor de ésta. Pronto iniciaría la tormenta.

Puse suavemente la bandeja en mi cama. Miré a Iker que miraba su teléfono y fruncía el ceño.

-¿Todo bien? -Puse mis manos en su brazo haciéndolo alzar la mirada hacia mí.

-Mi madre -Fue lo único que dijo y después comenzó a devorar las galletas.

Comimos en silencio, pero no era nada incomodo. De hecho, ambos estamos inmersos en nuestros propios pensamientos. Yo estaba tratando de pensar qué haría en los próximos días. No volvería al colegio hasta el martes, así que debía buscar algo en qué ocupar mi tiempo.

Pronto las gotas de lluvia heladas comenzaron a salpicar el cristal y la temperatura bajó drásticamente.

-Hay personas que a veces piensan que soy el típico hijo ricachón que le gusta humillar a todos - Iker habló cortando el sonido de la gotas en dos -Pero no lo soy.

Le miré mientras él bebía otro sorbo de su jugo. Era cierto, cuando había conocido a Iker por primera vez, lo había etiquetado como ricachón mujeriego.

-Siempre he tratado de mostrarme tal y como soy frente a todas las personas -Las manos de él ahora jugaban con el filo de mi manta -Pero hay personas que no les gusta lo que ven, y simplemente prefieren no creer. Aseguran que seré tal y como mi padre -Me sorprendía verle hablar de su pasado y no ver ni una pizca de amargura en él. Era como si lo que dijese no le afectara. - Me gusta ayudar a las personas, pero eso no significa que tengo que dejar que pasen por encima de mí y cuando ven que digo algo ahí mismo me lo echan en la cara - No era tan perfecto como lo había creído - No tengo mi vida hecha, Kay. Pero a pesar de todo sé lo que quiero y sé lo que tengo que hacer para conseguirlo - Sus hermosos ojos se posaron en los míos - Siempre estoy tratando de no herir a nadie. Pero a veces, solo a veces, tengo que ponerme a mí mismo por encima de los demás.



#45766 en Novela romántica
#12376 en Joven Adulto

Editado: 10.06.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.