Siempre Cerca Nunca Juntos

una estrella fugaz.

La noche había llegado a su etapa final. Los juegos artificiales ya habían sido quemados y su humo había envuelto a la luna en una capa oscura, casi haciéndola ver negra.

Había sido una noche llena de muchas emociones y no todas necesariamente buenas.

El auto de Iker se movía lentamente entre las hileras de coches más adelantados. La mayoría de personas ya estaban dejando el lago, y eso era justo lo que hacíamos. Ya no había mucho que hacer en el lugar, aparte de beber hasta la inconsciencia, y ese no era el caso de nosotros.

Una lenta y armónica canción sonaba en la radio, pero ninguno de los dos se atrevió a romper el momento. Estábamos bien así, sumergidos en nuestros propios pensamientos y problemas, tratando de resolverlos.

La noche había estado llena de muchos sucesos. Primero la aparición de Edwin, seguido por las crueles y drásticas palabras de Claudia.

A lo largo de mi corta pero sufrida vida, había entendido que las palabras tenían el don de lastimar e incluso, destruir a las personas. No importaba mucho si lo dicho era falso...

La respiración me había fallado cuando las palabras habían salido a flote, me había quedado muda tratando de admitir lo que escuchaba. A veces no entendía como en un adolescente, ¡Si adolescentes!, Podía habitar tanta maldad. Se suponía que venían de una etapa previa a la niñez, pero en vez de eso, parecían demonios sacados desde el mismísimo infierno.

¿Cómo se odia a alguien que jamás ha dado razones para ser odiado? La pregunta siempre me martillaba el cerebro. No recordaba en qué punto de mi vida me había ganado el odio de Claudia, quizás no era merecedora de su simpatía pero tampoco creía que lo fuera del odio.

Hay una delgada línea entre el rechazo y la envidia, porque a veces, tan solo a veces, se rechaza lo que jamás tendremos y por ello lo envidiamos.

Como saben, jamás había sido la chica más linda, popular o mucho menos simpática. Simplemente estaba ahí pero aparentaba no estarlo.

Había sido curioso que me hubiera quedado muda ante el ataque verbal de Claudia, y por raro me refería a que ya me había defendido una vez, mis manos se habían llevado una buena parte del cabello de Lina y no me había importado las consecuencias.

Pero esta vez, había sido diferente, había estado aterrada y conmovida. Ella se había metido directamente con mi debilidad, sin importar nada, me había restregado en la cara lo patético que era estar sufriendo por algo inexistente.

Y para echarle más fuego a mi dolor y encenderlo, mi debilidad era y siempre seria él. Cam. Que se había marchado y había dejado a una patética y rota adolescente en un mundo de víboras.

-¿Te importaría? -La pregunta de Iker me sacó de mis pensamientos.

Me giré para mirarlo y vi que estaba enarcando una ceja. Sentí el rubor recorrer mi cuerpo, antes de que llegara a mi cara. Era muy probable que llevara tiempo hablándome y yo ni cuenta me había dado.

-¿Eh? -Le pregunté, sonriéndole -Lo siento, no te estaba escuchando. -Me disculpé pero él sólo se inclinó y besó mis labios dulcemente.

-Te decía -Repitió lentamente -Que si te importaba si entro un momento a casa por algo... Necesito ropa. Me quedaré esta noche en casa de Gordon.

Miré hacia la ventanilla y estábamos estacionado en la entrada de la casa de él. No me había dado cuenta de lo rápido que habíamos llegado. El silencio volvió a quedar en el aire, estaba algo atolondrada o quizá solo fuera que estaba entumecida por el frío que rodeaba mi corazón.

-¿Kay? -La voz de Iker volvió y suspiré. Tenía que controlarme -¿Está todo bien, cariño? -Sus manos no tardaron en llegar a mis mejillas. La calidez de su piel envolvió la mía y el hormigueo estaba presente.

-No hay problema en que entres -Le sonreí. Miré sus ojos, quería que cuando me viera, a su vista apareciera una chica segura, que no le daba miedo el pasado y sus secretos.

-¿Me acompañas? - Sus manos aún seguían en su lugar, creando un caos en mi mente.

-Sí -Le respondí, para después descender del auto.

Como había previsto algunas horas atrás, hoy no sería una noche muy diferente, habría lluvia y más lluvia.

La casa de Iker estaba totalmente a oscuras y probablemente sola, no se notaba ningún signo de vida a más de veinte metros a la redonda -Exceptuando nosotros- con solo ver la casa me da miedo.

Esto da tanto miedo como un maldito cementerio.

-¿Mi casa te parece un cementerio? -Su risa me hizo dar un salto.

-¿Qué? - Me giré a mirarlo. Tuve que levantar la mirada para llegar a sus ojos, de por sí, él era más alto que yo.

-Dijiste "Esto da tanto miedo como un maldito cementerio" -Sus manos se posaron en mi cintura mientras me recostaba en la puerta de entrada de su casa -Dime algo, ¿Tú crees en fantasmas?

Los dos nos miramos a los ojos. Una rápida y mágica sonrisa nació en nuestras bocas.

Había vuelto a hablar en voz alta cuando creía que estaba pensando. Y las dos veces, él habida estado presente. La primera había sido en el establo mientras buscaba unas estrellas o algo parecido y ahora aquí, y tan solo pensarlo... Deseé besarlo, porque ahora era diferente de aquella vez. Ahora si podía besarlo hasta el cansancio y sin ningún miedo.



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Editado: 10.06.2018

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