Siempre, conmigo (historia corta)

Siempre , conmigo

 

El timbre sonó, corrí rápidamente a la puerta y la abrí.

—Wow, llegaste rápido—exclamé al ver a mi mejor amiga en la puerta.

—No había nadie en el camino.

La dejé pasar y ella se sentó en el mueble de la sala.

— ¿No quieres ir a mi habitación? —pregunté.

—De hecho, hoy me gustaría que saliéramos a dar una vuelta, como en los viejos tiempos.

Me lo encontré un poco extraño porque ella odia salir a tomar sol.

—Está bien, iré por mi casco, tú busca un par de botellas de agua que hay en el refri, ¿trajiste tu bicicleta?

Ella negó.

— ¿Viniste caminando?

Ella asintió.

—No hay problema tengo uno extra.

Subí a mi habitación y me puse unos tenis.

Luego me dirigí a la habitación de papá, colgó su llamada y me miró.  

—Papá, iré a dar una vuelta un rato.

—Espera, ¿no quieres que te lleve? —preguntó.

—Tranquilo, estaré cerca.

Papá dudó un poco y luego dijo. —Prefiero que vayas caminando.

—Está bien—iba a salir, pero él me detuvo.

—Te quiero mucho hijo ¿lo sabes?

Me sorprendí un poco, papá no solía ser tan cariñoso.

—Yo también te quiero papá. 

Volví a la cocina en busca de mi mejor amiga, ella miraba por la ventana.

—Mi papá no quiere que usemos la bicicleta pero la cogeremos sin permiso.

Ella sonrió—Vamos.

Cogí una lonchera con un par de botellas de agua y unas papitas, saqué la bicicleta del garaje y le ofrecí el casco.

—Prefiero no ponérmelo me duele un poco la cabeza.

—Si no te sientes bien nos podemos quedar.

Ella me puso una mano el hombro. —Estoy perfecta, vamos.

Me subí a la bicicleta y ella se subió en los tornillos que sobresalían de los piñones de la bicicleta, mientras sujetaba sus manos en mis hombros.

—Lista.

—Sí.

Empecé a pedalear la calle estaba despejada y el sol brillaba como nunca, había pasado un tiempo desde que ella y yo salíamos a jugar afuera. 

Llegamos hasta el pequeño campo de futbol que se encontraba cerca de la playa, busqué la pelota detrás de los bancos y la reté a un juego.

— ¿Qué dices te atreve o le sigues teniendo miedo a las pelotas?

— ¿Si la entro que me das?

—Un helado del sabor que quieras.

— ¿Traes el dinero?

—Sí.

—Pues vamos a jugar.

El balón en el medio de campo, dos personas cara a cara a punto de patear el balón, una meta, un helado juego, pateé el balón y comenzamos a correr para alcanzarlo.

—Lo tengo.

—No tan rápido —dijo ella metiendo el pie entre yo y el balón, haciéndome caer al suelo.  

—Eso es fatal—Ella sonrió y pateó el balón directo a la portería. Sonreí—Eres una tramposa—ella me ofreció su mano para levantarme la tomé y la halé hacia mí.

—Ey, no. —dijo mientras se reía y quería zafarse de mi agarre. 

—Ahora quien tiene a quien.

—Aún me debes un helado—nos incorporamos y nos quedamos sentando viéndonos. — ¿Te he dicho que eres muy lindo?

—Sí pero tú eres más.

—No, lo digo en serio, tu pelo, el color de tus ojos, el hoyuelo que se forma en tus mejilla cuando sonríes, tu nariz toda rara, nunca cambies—sus ojos se cristalizaron.

—Amaneciste muy romántica hoy.

—Es que te quiero mucho, de verdad.

Pasé mi brazo por encima de sus hombros y le di un beso en la mejilla.

—Te quiero tontita.

Se limpió una lágrima que rodaba por su mejilla.

— ¿Segura que estas bien?

—Sí.

—Pues vamos por ese helado.

Nos pusimos de pie y cruzamos la calle, pedí dos conos uno de fresa y otro de vainilla, luego nos sentamos en la acera de la calle a comérnoslo.

Pero ella no probó su helado, simplemente miró como se derretía.

—Eres rara en verdad.

—Lo sé… ¿soy buena amiga?

—Claro, no hay otra como tú y si la hay no la quiero, ya te tengo a ti.  

— ¿y si no me tuvieras?

—Te buscaría hasta encontrarte.

—Dices que yo soy cursi, pero tú no te quedas atrás.

—Eres buena en verdad, lo digo en serio…Tenemos que volver a la casa casi es hora de comer.

—No quiero, ¿podemos ir al campo de girasoles?

—Pero eso está a media hora en autobús.

—Lo sé, pero el día es largo, la vida es bella y el tiempo pasa rápido.

—Mi papá se va a preocupar.

—Un castigo más, un castigo menos, ¿te atreves?

La miré, el brillo en sus ojos, su sonrisa, la emoción en su voz, no podía decirle que no a eso.

—Vamos.

Cogí la lonchera con el agua y las papitas, dejé la bicicleta en el campo de futbol y cogimos el primer autobús que pasó, en todo el trayecto se sujetó de mi brazo mientras apoyaba su cabeza en mi hombro, como si me fuera a ir.

Saqué el agua y las papitas y empezamos a hablar.

— ¿Te acuerdas cuando casi quemamos mi casa? —preguntó.

—Sí, dejamos la mezcla en el horno y nos quedamos dormido viendo una película.

—Mi mamá me castigó por una semana por usar el horno sin supervisión.

— ¿Te acuerdas cuando ensuciamos la alfombra favorita de mamá?

—Sí, la volteamos para que se no se diera cuenta pero en vez de disimularlo lo ensuciamos más.

—y cuando nos perdimos en el zoológico.

—o cuando ligamos la ropa blanca con la ropa y nuestras media quedaron rosadas.

—Mi recuerdo favorito siempre será el día que me sentía mal y fuiste caminando a mi casa, aún con la lluvia.

—Me enferme al diga siguiente pero al menos fuiste feliz.

— ¿Te acuerdas cuando nos peleamos?

—Sí, me acuerdo y todo por un videojuego.

—Éramos tan niños.

—y lo seguimos siendo.

Llegamos a nuestra parada, bajamos del autobús y nos quedamos perplejos viendo el inmenso campo de girasoles frente a nosotros.

— ¡Es hermoso! —exclamó.

Caminamos hacia la entrada y ella prácticamente corrió, había mucha gente y en un abrir y cerrar de ojos, la perdí de vista.



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En el texto hay: mejoresamigos, perdida, siempre

Editado: 10.03.2020

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