Siempre Contigo

Capítulo IV Regalos de cumpleaños

CAPITULO IV

Regalos de cumpleaños

 

 

 

El timbre de la puerta sonó y mamá me gritó desde abajo para que abriera, ¡Genial! Cualquiera diría que por ser mi cumpleaños sería ella quien abriría la puerta y no la homenajeada, pero bueno no se podía esperar mucho, al menos había cumplido su promesa y había mantenido todo relajado, cero parques inflables con los cuales avergonzarme o payasos de circo con globos de animales, ni horribles fotos de mi infancia desplegadas por la sala de la casa. Se suponía que solo seríamos mis tres amigas, papá, mamá y Lucas, claro aunque a este último estaba revocándole la invitación, era lo menos que se merecía después de haberme ignorado durante todo el día, en serio, el muy arrogante ni siquiera se había molestado en preguntarme cómo la estaba pasando ¡Nada!

Abrí la puerta y mis tres amigas se pararon en seco al verme, literalmente sus bocas formaron una perfecta “O”, bueno, tres perfectas “O”.

-Oh por Dios – Exclamó Lori al verme - ¿Quién eres y qué hicieron con mi amiga?

Dani y Adriana sonrieron y me abrazaron fuertemente mientras Lori seguía mirándome perpleja.

-Luces preciosa – Dijo Dani obligándome a dar una vuelta sobre mis talones – Los chicos se van a morir cuando te vean en la escuela, puedes irte despidiendo de la estúpida lista, Laura se va a morir.

Sonreí, no estaba segura de que saldría de esa lista, al menos no en un millón de años, mucho menos si era Laura la que las hacía todos los años, pero al menos ya no era más el patito feo de la escuela, y por la mirada en los rostros de mis amigas, ellas tampoco lo creían.

-¿Lucas te vio? – Preguntó Adriana tomándome de la mano y llevándome hasta la sala para sentarnos en el sofá – Cuéntamelo todo.

Adriana era una de mis mejores amigas, no era una de las chicas populares, pero era hermosa a su manera, alta y delgada, con el cabello negro como la noche y enormes labios rosados; era muy buena estudiante, quería entrar en la escuela de medicina después de graduarnos, y siempre había sido una de las pocas que insistían en que Lucas y yo teníamos una relación escondida del resto del mundo.

-Primero, ya te lo he dicho, Adriana, no hay nada entre Lucas y yo, y segundo, no, aún no me ha visto – Me mordí el labio intentando parar la chorrera de palabras que querían salir de él, pero muy tarde, ya estaban abriéndose paso a través de mi boca como si fuese aire – Ni siquiera se ha dignado a escribirme en todo el día, me felicitó en la mañana con un mensaje, pero no he vuelto a saber de él, ni siquiera sé si vendrá esta noche.

-¿No hubo canción de Angel anoche? – Inquirió Dani sentándose a mi lado mientras yo negaba con la cabeza; eran las únicas personas en el mundo que sabían lo de la canción en mi cumpleaños – Bueno, él se lo pierde, estoy segura de que una vez que te vea luciendo así se dará contra la pared por haber sido un estúpido.

-Sí, ya verás – Replicó Lori, quien parecía finalmente haber salido de su asombro – Los chicos son unos estúpidos, mamá siempre lo dice.

-Hablan como si fuésemos novios – Reclamé acalorada – Y no lo somos.

-Nadie está diciendo eso, Isa, pero es tu mejor amigo, debería estar aquí contigo y está bien si estás enoja – Dani levantó un dedo para silenciarme antes de que pudiese replicar – Lo que quiero decir, es que te animes, tal vez haya una razón por la que no está aquí, estoy segura de que no se perdería tu cumpleaños por nada en el mundo.

Suspiré y me relajé, Dani tenía razón, era la más sensata de todas, siempre pensaba fríamente y me dejaba solo un poco de esperanza, para que al final, si era necesario, no tuviese que defraudarme por todo; de todas, era mi mejor amiga, la única a la que le contaba absolutamente todo, bueno casi todo, Lucas seguía siendo el primero al que acudía cuando necesitaba hablar.

Mamá sacó un par de botellas de vino, decidiendo que finalmente tenía edad para beber “solo unas copitas”, tal cual como había dicho. Claro, no era la primera vez que tomaba alcohol, de hecho, el verano pasado, Dani, Lucas y yo habíamos robado un six pack de cervezas de la nevera del papá de Lucas y nos habíamos sentado en la piscina de mi casa a tomar, Lucas estaba acostumbrado a la cerveza, su padre lo dejaba tomar de vez en cuando, pero Dani y yo nos mareamos horriblemente y yo terminé vomitando en la piscina; no era una gran fan del licor, al menos no todavía.

Chocamos nuestras copas mientras brindábamos por mi cumpleaños y hablábamos de cualquier tontería, mamá había hecho las respectivas fotos de cumpleaños y había desaparecido con papá dejándonos solas. Créanme cuando les digo que no es normal que mi madre deje a tres adolescentes solas en su casa con dos botellas de vino, pero por algún extraño motivo esa noche lo hizo, y yo no me quejé. Subimos el volumen de la radio y comenzamos a cantar y bailar como locas, intenté con todas mis fuerzas despejar mi cabeza y moverme al son de la música tratando de olvidarme de que la única persona a la que quería para mi cumpleaños no estaba conmigo.

Dos horas después y una botella de vino menos, mi madre reapareció en la sala con una enorme sonrisa.

-Disculpen que arruine la diversión – Anunció bajando el volumen de la música mientras nosotras hacíamos muecas – Pero hay algo para ti en la piscina, cariño.

Las tres nos miramos sin comprender a lo que mamá se refería, ¿Algo en la piscina? ¡Oh Dios, por favor te lo ruego, que no sea nada vergonzoso! Tragué y asentí hacia mi mamá. El área de la piscina quedaba en la parte de atrás de la casa, y puesto que la “fiesta” estaba en la sala, no veíamos nada desde ese extremo de la casa; me encogí de hombros y les di una sonrisa de disculpa adelantada a mis amigas, que lucían igual de confundidas que yo.




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