CAPITULO VII
Despedida
Lucas y yo habíamos estado saliendo por la última semana, si antes estábamos juntos, ahora éramos inseparables. Pasábamos la mitad del tiempo viendo películas en mi casa o la suya, jugando fútbol con los chicos o asistiendo a las reuniones de domingo con nuestra familia. Todos parecían estar contentos con este acontecimiento, de hecho, demasiado contentos, al parecer a ninguno le resultó una sorpresa vernos juntos.
-Estoy tan feliz por ustedes – Replicó la señora Bianchi sentándose en la mesa junto a mis padres – Habíamos estado esperando esto por tanto tiempo.
Yo puse una cara de desconcierto ante aquellas palabras y Lucas apretó suavemente mi mano mientras ahogaba una sonrisa.
-Tu madre y yo habíamos hecho una apuesta para ver quién daba el primer paso – Recalcó orgulloso el Señor Bianchi mientras mordía su hamburguesa – Me alegra saber que no me defraudaste, hijo.
Lucas rio y les juro que yo me sentí hundir en la mesa, a punto de desaparecer.
-Al menos yo gané ésta apuesta – Replicó mi mamá, y mis ojos no pudieron abrirse más por la sorpresa – Algo me decía que sucedería antes de terminar la escuela, y técnicamente así fue.
-¿Técnicamente? – Repitió mi papá – Acaban de terminar la escuela, así que yo gané, no tú, cariño.
-Pero no habían comenzado la universidad, así que sigue siendo un punto para mí.
Lucas ahogó una sonrisa mientras yo sentía un rubor completo subir por todo mi cuerpo ¿Cómo podían hablar de eso como si nada? ¿En qué mundo paralelo había caído donde toda mi familia y la familia de mi novio hacían apuestas sobre nuestra relación? Lucas sintió mi cuerpo tensarse a su lado, así que intervino por mí.
-Mamá, papá – Advirtió en tono divertido - ¿Podrían dejar de hablar sobre eso?
-Oh cariño, lo siento – Replicó su mamá – Es que estamos tan felices por ustedes, desde que la viste la primera vez, tu papá y yo supimos que terminarían juntos, hacen una pareja tan adorable.
-De acuerdo – Dijo Lucas poniéndose de pie, y esta vez fue su turno de sonrojarse – Isa y yo estaremos en la sala.
Me tomó de la mano y lo seguí agradecida por haberme sacado de ahí. Nos dejamos caer en el sofá como siempre hacíamos, estiré mis piernas sobre él y me acerqué para darle un dulce beso en los labios en agradecimiento.
-¿Y eso por qué fue? – Pregunto alzando su ceja divertido.
-Por sacarme de ahí.
-Bueno, mamá no había estado equivocada sobre una cosa, ángel – Dijo suavemente mientras tocaba mi mejilla – Te amé dese el primer momento en el que te vi, sentada en el piso y llorando porque uno de los niños no te dejaba jugar.
-No estaba llorando – Me quejé dándole un pequeño empujón, pero sonriendo ante su respuesta.
-Has sido la cosa más hermosa que he visto desde ese día.
Sonreí de nuevo y besé sus labios. Lucas me abrazó fuertemente y luego se alejó poco a poco de mí, humedeció sus labios y frunció el ceño, lo conocía lo suficientemente bien como para saber que quería decirme algo, y que fuese lo que fuese, no iba a gustarme.
-Ángel, tenemos que hablar sobre algo – Dijo mordiéndose el labio. ¡Oh, oh! Nada bueno comenzaba con “tenemos que hablar”; tragué y me senté derecha preparada para el golpe – No te asustes, no es nada malo, bueno, no del todo.
Suspiró y yo contuve el aliento, por mucho que dijese que no era malo, algo me decía que no me gustaría.
-Adelantaron el curso introductorio en la universidad – Dijo de un solo golpe – Comienzo éste miércoles – Mi corazón se detuvo, se tendría que ir en un par de días – Tengo que llevar las cosas hasta el apartamento y asentarme antes de comenzar las clases, así que tendré que irme este martes, a más tardar.
¡Martes! Solo un día para tener que despedirme ¡El mundo me odiaba! Por fin encontraba al chico perfecto, al chico de mis sueños, al que realmente amaba y solo podía tener una semana con él, una ínfima semana, antes de decir adiós. Tragué fuertemente, tratando de no pronunciar la siguiente pregunta, pero jugaba en mis labios tentando con escaparse.
-Esta es una de esas conversaciones sobre las relaciones a larga distancia ¿No? – Inquirí con un hilo de voz – Quieres que terminemos lo que sea que tenemos…
-¡No! – Exclamó enseguida asustándome – No me refiero a eso, ángel, por Dios, no sería capaz de decir eso nunca. Lo que intento decir es que tengo que irme, sé que esto será difícil para los dos, apenas hemos pasado unos días separados desde que nos conocimos, pero tú te irás a la universidad en un par de meses, y yo tengo que irme ahora…
La realidad de todo me dio una fuerte bofetada en el rostro. Había estado tan ensimismada en lo que teníamos, en lo mucho que disfrutaba tener a mi mejor amigo como mi novio, que había olvidado uno de los detalles más importantes; ambos iríamos a universidades distintas, en ciudades distintas, y aunque al final estaríamos incluso más cerca de lo que lo estaríamos conmigo quedándome aquí, seguiríamos estando a más de dos horas de distancia el uno del otro. El miedo comenzó a atronar dentro de mi pecho, ¿Qué sucedía si esto lo cambiaba todo? Sí después de marcharse se olvidaba de mí, sí la distancia y el tiempo se convertían en nuestros peores enemigos.