Siempre Contigo

Capítulo XI Pesadillas

CAPITULO XI

Pesadillas

 

 

 

Desperté esa mañana con el corazón acelerado y un sudor frío bañando mi cuerpo. Había tenido una de las peores pesadillas de todas; las luces del auto encandilaban mis ojos y todo a mí alrededor se volvía completamente rojo, la lluvia que caía sobre mí era de un escarlata brillante y las voces y gritos inundaron mi mente. Me giré asustada buscando el refugio de los brazos de Lucas, solo para descubrir que no estaba a mi lado.

-¿Lucas? – Llamé, pero no obtuve respuesta.

La puerta se abrió lentamente segundos después y mi corazón respiró un latido de alivio, pero no era Lucas quien entraba a la habitación, sino una mujer alta y estilizada, con un traje azul oscuro y tacones altos; era muy hermosa y no aparentaba tener más de treinta y dos años.

-Hola, Isa – Saludó mientras entraba – No te molesta si te llamo Isa ¿Verdad?

Me encogí de hombros mientras inspeccionaba detrás de ella tratando de encontrar a Lucas.

-¿Buscas a alguien?

-No – Mentí enseguida refugiándome en la seguridad de mis mantas.

-Soy la doctora Erika Torres – Dijo tomando asiento en una silla junto a mi cama – Pero puedes llamarme Erika si prefieres.

Permanecí en silencio evaluando a la mujer frente a mí, no parecía la típica doctora que paseaba de vez en cuando por mi habitación.

-Exactamente, ¿Qué tipo de doctora es? – Pregunté sin apartar la mirada de sus ojos azules.

La mujer sonrió cálidamente y se aceró un poco más a la cama sin levantarse de su silla.

-Soy una psiquiatra.

-No necesito una psiquiatra, no estoy loca.

Esto era el colmo, no sólo tenía que soportar que cientos de doctores y enfermeras me revisaran cada dos horas, sino que ahora creían que estaba loca, sólo porque no deseaba ir a un jodido viaje y comportarme como si nada hubiese sucedido.

-Sé que no estás loca – Dijo con seriedad – No estoy aquí por eso. Acabas de sufrir un fuerte trauma, Isa, solo estoy aquí para comprobar que lo estés llevando bien.

-No necesito su ayuda – Repliqué tajante cruzándome de brazos.

-Lo entiendo; pero necesitas hablar de esto con alguien.

-No. Necesito. Hablar. Con. Nadie – Repliqué separando las palabras – No estoy loca, solo necesito que me dejen en paz.

Erika, la doctora, se enderezó en su silla y clavó su mirada en mí.

-No te dejarán dejar el hospital a menos que hables conmigo, Isa – Dijo en un tono calmado que me hizo salir de mis casillas – Necesitan que les asegure que estás bien.

-¡Pues entonces dígaselos!

Respiró profundamente mientras sacaba un blog de notas de su maletín.

-Ojalá fuese tan fácil – Resopló con una sonrisa triste – No soy tu enemiga, Isa, quiero que salgas de aquí y vuelvas a casa, a tu vida.

Reí por lo bajo con sorna, ella no me conocía, no sabía quién era o qué había quedado de mi vida después de esa noche.

-No sabes nada de mí.

-No, tienes razón, no lo sé – Coincidió – Por eso necesitamos hablar, no te presionaré, iremos a tu propio ritmo, pero es importante que hables de esto conmigo, solo quiero ayudarte.

Aquella última palabra me hizo estremecer, no necesitaba su ayuda, los que murieron necesitaban mi ayuda y yo no pude dárselas.

-No necesito la ayuda de nadie – Espeté enojada – Tuve un accidente, otros murieron y yo no, fin de la historia.

Erika suspiró y se llevó los dedos al puente de la nariz.

-Es normal sentir ira después de algo como eso – Dijo suavemente – Ellos murieron y tú sigues con vida, te culpas porque tú sobreviviste mientras los demás no lo hicieron.

Me encogí en la cama, no quería seguir hablando, escucharla decir que los otros murieron me hacía recordar aquella noche y yo no quería, quería olvidarla, apartarla de mi mente y nunca más tener que lidiar con eso.

-No quiero hablar sobre eso.

-Lucas y tú sufrieron un accidente, Isa…

-¡Basta! – Grité fuertemente - ¡Deja de hablar sobre eso, no quiero escucharte, no quiero saber nada, no tienes derecho a decir nuestros nombres, no eres nadie!

La ira se estaba acumulando dentro de mí, odiaba que ella dijese su nombre, no lo conocía, no podía hablar de él como si nada, él era mío, mío y de más nadie, no dejaría que me recordara a la única persona que me amaba y no me juzgaba por nada, no tenía derecho. Aquel nombre saliendo de sus labios, con esa voz desconocida, hacía que todo mi cuerpo se retorciera en arcadas.

-De acuerdo – Dijo finalmente sin inmutarse – Por ahora lo dejaremos así, pero mañana tendremos que hablar de esto, Isa, es la única forma en la que podrás salir de aquí.

Me di la vuelta en la cama dándole la espalda, no la escucharía ni hablaría con ella, ese no era su problema y me importaba muy poco si no me dejaban salir nunca de este lugar, tal vez era lo que me merecía, estar encerrada en una jodida celda para locos pagando por lo que había hecho.




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