CAPITULO XIII
Dos chicos.
La primera noche no salimos por razones obvias, así que pasamos lo que quedaba del día eligiendo nuestras habitaciones, desempacando nuestras ropas y tratando de mantenernos despiertos para no dejar que el cambio de horario nos afectara. Yo había sacado uno de mis libros y me había acostado en la terraza del apartamento a leer un rato. Lucas se había sentado a mi lado y contemplaba la vista frente a nosotros mientras pasaba sus dedos por mi cabello; las chicas se habían reunido en la cocina y estaban intentando hacer algo de comida para la cena.
-Me encanta este lugar – Dijo Lucas sacándome de mi ensimismamiento – Es lo que nos hacía falta.
Sonreí, me encantaba estar aquí, especialmente porque era algo de lo que Lucas y yo habíamos hablado muchas veces en el pasado; siempre habíamos querido viajar y conocer el mundo, y esta era una pequeña oportunidad para hacerlo, teníamos exactamente tres meses para lograrlo.
-También me encanta – Dije cerrando mi libro – Amo el olor, la vida, la música que se escucha en las calles, las luces…
-Me encanta verte sonreír, ángel… hacía semanas que no te veía así.
-Gracias por convencerme de venir, no lo habría hecho de no ser por ti.
-Bueno – Dijo con una sonrisa presumida – Alguien tenía que patearte el trasero para sacarte de esa cama.
Reímos un rato antes de que las chicas me llamaran para ir a cenar.
-¿No vienes? – Pregunté al ver que Lucas no se ponía de pie.
-Ve y cena, ángel, no tengo mucha hambre.
Me encogí de hombros y lo dejé en la terraza mientras me dirigía a la cocina.
-Huele muy bien – Dije mientras me acercaba a las chicas.
-No te emociones – Exclamó Ana arrugando el ceño conteniendo una sonrisa – Somos tres chicas que apestan cocinando, así que solo hemos podido hacer pasta.
Reí, ninguna de nosotras sabía cocinar realmente, así que la pasta era una de nuestras comidas favoritas durante nuestra época de clases, y algo me decía que no habría mucho cambio durante el viaje. Nos sentamos en la mesa y nos dispusimos a cenar mientras hablábamos de trivialidades, comenzaba a sentirme a gusto con todo esto, estaba de alguna manera volviendo a la normalidad y eso me hacía sentir confusa, ya que no sabía si era algo bueno o algo malo, si debía continuar y olvidarme de todo, o debía forzarme a recordar y no dejar ir nunca lo que había hecho. Cerré mis ojos y me dejé llevar por el sonido de la risa de mis amigas, tal vez, solo tal vez, olvidar no era tan mala idea.
Al día siguiente desperté en la mañana con los brazos de Lucas a mi alrededor, había tenido una plácida noche sin pesadillas y todo debido a que él estaba a mi lado.
-Buenos días, ángel – Sonrió en lo que me moví.
-Buenos días, extraño ¿Listo para todo un día de turismo?
-Más que listo – Replicó con una sonrisa.
Besé tiernamente su mejilla mientras me ponía de pie y me dirigía al lavabo.
Una hora después, Dani, Adriana, Ana, Lucas y yo, nos dirigimos a la calle. Habían muchos lugares que nos moríamos por conocer, museos, parques, plazas y muchos más; así que Dani, que era la más organizada de todas, decidió realizar una especie de itinerario para establecer los lugares que conoceríamos primero, y Ana y Adriana, quienes eran las más alocadas, exigieron que pusiera el nombre de un local distinto para cada noche que estuviésemos en la ciudad, no estábamos aquí solo para conocer, sino también para divertirnos, o al menos esa había sido su excusa; Dani y yo nos encogimos de hombros y accedimos, no nos caía mal divertirnos un poco.
Uno de los primeros lugares que visitamos fue la Puerta del Sol, una enorme plaza llena de personas de todas las nacionalidades. Los niños corrían por doquier, lanzaban pequeñas monedas en la fuente o se tomaban fotos junto a las estatuas. Las chicas y yo nos turnamos para hacernos un retrato con uno de los caricaturistas que estaba trabajando cerca de la fuente, Lucas había sido el único que no se había animado, decía que prefería burlarse de nuestras poses y caras tontas; la pasamos genial, almorzamos en uno de los pequeños locales españoles cerca de ahí, mientras disfrutábamos de los aromas, sabores y la música instrumental dirigida por una fuerte guitarra acústica.
Ana y Adriana no paraban de mirar a los lados cada vez que un chico lindo pasaba cerca y Lucas y yo nos reíamos a sus espaldas, era tan típico en ellas, incluso aunque sólo tuviesen un par de semanas conociéndose, se parecían mucho, mientras que Dani era la más centrada, siempre preocupada por cumplir el horario de forma que pudiésemos verlo todo. En la tarde visitamos el palacio real, una pieza arquitectónica de mediados del siglo XVI donde residía la familia real española. Tenía que admitir que eran lugares dignos de visitar, podían quitarte el aliento y eran capaces de transportarte a otro siglo en un abrir y cerrar de ojos, me encantaba.
-Necesito un trago muy, muy frío – Exclamó Ana mientras se dejaba caer sobre uno de los bancos de la calle – Estoy agotada.
-Opino lo mismo – Replicó Adriana imitándola – Hemos caminado por horas, creo que necesitamos un descanso.