Siempre Contigo

Capítulo XIV La última persona que esperaba volver a ver

 

CAPITULO XIV

La última persona que esperaba volver a ver

 

 

El viernes por la mañana alquilamos un auto; me ponía un poco nerviosa la idea de ir en auto por más de una hora por una carretera desconocida, pero Dani insistió en que no podríamos perdernos si seguíamos el GPS. Matías nos había explicado la dirección al pie de la letra, así que sin darme tiempo de cambiar de opinión, entré al auto con el corazón en una mano y nos dirigimos a su casa.

-¿Estás nerviosa? – Preguntó Lucas a mi lado, bajando un poco la voz de forma que solo yo pudiese escucharlo.

Negué con la cabeza, no estaba nerviosa, al menos no tanto como había esperado. Sí, había un gran margen de error en todo esto, es decir, estábamos de camino a la casa de un completo extraño, para encontrarnos con él y el resto de sus amigos, pero esto es lo que hacían los chicos ¿No? Se arriesgaban sin pensar mucho en las consecuencias y generalmente obtenían una experiencia digna de recordar; lo único que esperaba era conservar todos mis miembros para el final del fin de semana.

-Todo irá bien – Dijo suavemente en mi oído y su voz me calmó.

El calor que había llenado el interior del auto durante los primeros minutos fue disminuyendo poco a poco, mientras más nos acercábamos a nuestro destino, más disminuía la temperatura, hasta que finalmente, una briza fresca de verano llenó mis pulmones. Sí, todo estaría bien, solo debía tener confianza.

Aparcamos el auto frente a una hermosa casa veraniega de dos pisos. Las paredes de piedra lisa contrastaban con las rojas tejas del techo y los amplios ventanales empotrados, mezclando de una perfecta forma el ambiente rustico con el moderno contemporáneo, dándole un aire casi romántico a la casa. Un increíble jardín recubría la amplia extensión, con sus brillantes tonos de verdes fundiéndose con el rojo y naranja de las flores silvestres, y los altos pinos y abedules recubrían el cielo azul regalando una de las mejores vistas.

Respiré profundamente mientras bajábamos del auto.

-Este lugar es increíble – Replicó Adriana a mi lado.

-Me alegro tanto de haber venido – Coincidió Ana.

Dani, Lucas y yo sonreímos, la vista era capaz de quitarte el aliento.

-¡Están aquí! – Replicó una voz conocida desde la entrada de la casa – Me alegro de que pudiesen llegar sin problemas – Saludó Matías – Bienvenidas a mi casa.

Todas sonreímos esta vez, este lugar no era una casa cualquiera, era LA casa, y podríamos quedarnos en ella todo el fin de semana ¡Viva!

-Gracias por invitarnos – Dije mientras besaba su mejilla – Este lugar es hermoso.

-Me alegra que te guste – Respondió con una sonrisa sincera, podía ser tan jodidamente tierno la mayor parte del tiempo – Preparé sus habitaciones.

-Gracias…

Las chicas y Lucas siguieron a Matías al interior de la casa, mientras yo me detenía un rato más en el jardín. No sabía cuándo había sido la última vez que me había parado a contemplar la naturaleza; presenciar un espectáculo de colores como ese te hacía sentir tan pequeña e insignificante, que por un minuto, tus problemas incluso parecen desaparecer.

-¿Vienes? – Preguntó Dani desde la puerta.

Asentí mientras salía de mi ensimismamiento, y con una última mirada atrás, la seguí a través de la casa. El interior era incluso más asombroso; lo rústico y lo moderno se mezclaban para crear un ambiente cómodo fuera de la ciudad, donde una atmósfera más fresca te envolvía casi al instante. La sala, llena de ventanales a través de los cuales se podía ver el jardín y sus alrededores, estaba amueblada con finos sofás de cuero negro en forma de L, pequeñas lámparas de luz amarilla que le daban un aire romántico y cargado de misticismo, donde podías creer que cualquier cosa era posible. La cocina empotrada era amplia y perfectamente decorada con motivos campestres y modernos, desde las piedras en las paredes, los pisos y techos de madera y las modernas encimeras metálicas y de mármol.

Tres chicos y una chica, que no podían pasar de los veintitrés años, estaban sentados en el sofá frente a una pantalla plana jugando a la wii.

-Oigan – Llamó Matías – Quiero presentarles a mis invitadas.

Los aludidos dejaron el juego mientras reían y se daban codazos los unos a los otros.

-Hola – Dije enseguida sintiendo cómo mis mejillas ardían – Un placer conocerlos.

Uno de los chicos, robusto como un pequeño oso, pero con una sonrisa cálida, se acercó hasta nosotras y colocó un brazo alrededor de los hombros de Ana y los míos.

-De haber sabido que traerías chicas tan lindas me habría puesto mi mejor traje – Replicó guiñando el ojo en nuestra dirección – Es un placer conocerlas, espero que se diviertan este fin de semana, siéntanse como en casa.

Sus palabras habían sido honestas, y a pesar de su aspecto un poco intimidante, la verdad es que parecía un osito panda, era dulce y cariñoso a pesar de que su físico diese a entender algo completamente distinto.

El resto de los chicos se puso de pie casi enseguida presentándose. Uno a uno fueron diciendo sus nombres, desde Max, que era el chico regordete que nos había saludado, hasta Pier y Franco, los otros dos chicos, que si no me equivocaba, tenían que ser hermanos. La chica se llamaba Olivia, y no era exactamente el tipo de persona que había estado esperando, para ser casi una barbie y estar vestida impecablemente de pies a cabeza, era bastante amable y divertida, y casi enseguida se ofreció para llevarnos a nuestras habitaciones.




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