Siempre Contigo

Capítulo XXII Perdiendo el control

CAPITULO XXII
Perdiendo el control
 

 

—Oh, por Dios — Murmuré mientras contemplaba su rostro sangrante — ¿Qué sucedió?

Ian frunció el ceño con dolor mientras intentaba removerse sobre el asiento; su camiseta blanca estaba cubierta de sangre ahí donde sus manos presionaban con fuerza.

—Necesito... — Murmuró casi sin fuerzas — Tu ayuda...

—Llamaré a una ambulancia, tenemos que llevarte al hospital...

—¡No! — Exclamó enseguida abriendo los ojos — Nada de hospitales, ni policía, ni nadie...

—Te estás desangrando.

No podía creer que no me dejase llamar a una ambulancia. La sangre empapaba su camiseta y los golpes habían desfigurado partes de su rostro, nunca antes lo había visto de esa manera, necesitaba ayuda.

—Tengo que llamar a alguien — Insistí entrando en el auto y buscando desesperada el número de emergencia en mi teléfono.

Ian extendió su mano hasta mí y me hizo bajar el móvil mientras negaba lentamente con la cabeza.

—No puedes llamar a nadie, ángel.

Estaba temblando y las lágrimas no dejaban de bajar por mis mejillas, no podía soportar tanta sangre, mi estómago estaba revuelto y mis manos frías y sudorosas. Estaba a punto de tener un ataque de pánico de los peores, mi respiración se aceleró y las palpitaciones de mi corazón eran tan fuertes que las sentía ahogándome en la garganta; sentía que estaba muriendo.

Traté de concentrarme en Ian mientras las lágrimas borraban mi visión, no podía tener un ataque en estos momentos, no cuando Lucas no estaba ahí para calmarme, no cuando la vida de alguien dependía de mí.

—Isa... — Llamó Ian nervioso a mi lado — Isa... ¿Estás bien?

Estaba preocupado por mí y era yo quien debía estar preocupada por él. Respiré profundamente tratando de calmarme, pero el corazón seguía su carrera acelerada dentro de mi pecho. Un recuerdo feliz, un recuerdo feliz, repetí una y otra vez en mi cabeza tratando de apartar los malos pensamientos, un recuerdo feliz. Cerré los ojos y avancé a través de todas mis memorias felices, la mayoría de ellas involucraban a Lucas, pero por alguna razón cada vez que me concentraba en uno de ellos el pánico aumentaba, nunca antes me había pasado eso. Otro recuerdo, otro recuerdo, suplicó mi subconsciente, pero no tenía nada más, nada más que me hiciera feliz salvo él.

Abrí los ojos desesperada y me concentré en la mirada aterrada de Ian. Sus ojos grises me miraban intensamente con preocupación, y otro recuerdo comenzó a hacerse paso en la superficie. El día en el que lo había visto en el escenario con la guitarra en la mano, el momento en el que comenzó a cantar para mí y todo a nuestro alrededor desapareció como por arte de magia. Dejé que el recuerdo de la música invadiera mi interior y calentara mi cuerpo; me concentré en su mirada, su sonrisa, la forma en la que me miraba como si nada más en el mundo existiese.

Respiré profundamente cuando mis manos dejaron de temblar descontroladas; abrí los ojos y lo miré; seguía contemplándome con la preocupación grabada en su rostro.

—Estoy bien — Murmuré más para mí que para él — Estoy bien... — Tragué nuevamente tratando de concentrarme — Tenemos que llevarte a un hospital, Ian.

—Nada de hospitales, ángel... — Susurró sin fuerzas — Preguntarán qué sucedió... llamarán a la policía...

—Tienen que curarte — Insistí desesperada — Estás sangrando.

—Es superficial — Replicó con un quejido de dolor que me hizo estremecer — Tú puedes hacerlo... te necesito...

—Tenemos que llevarte al departamento.

—No — Dijo con voz ronca mientras presionaba la herida — Nadie puede verme así... 

—Las chicas no están; están en el bar con Matías.

Ian negó con la cabeza y cerró los ojos dejándose caer contra el asiento del piloto.

—Volverán... — Murmuró — Llévame a mi departamento...

Negué enseguida, no entendía la magnitud de lo que me estaba pidiendo. No había vuelto a conducir un auto desde la noche del accidente, no podía hacerlo, cada vez que me imaginaba frente al volante las imágenes comenzaban a llenar mi cabeza a tropeles; no podía pasar por eso de nuevo.

—No puedo hacerlo — Susurré con el pánico volviendo a alzarse en mi interior — No puedo conducir, Ian... no me pidas eso....

Abrió los ojos lentamente y extendió su mano libre hacia mí hasta tocar la punta de mis dedos. Estaba pálido y su toque tan frío como la muerte.

—Puedes hacerlo, ángel... — Murmuró suavemente — Sé que puedes hacerlo... confío en ti...

Negué y negué mientras las lágrimas volvían a caer; esto era demasiado para mí, no podía soportarlo, sentía que haría explosión en cualquier momento, la sangre y el auto eran un recordatorio de lo que había hecho y el pánico, la culpa y el dolor estaban haciendo estragos dentro de mí.

—Mírame... — Pidió intentando incorporarse en el asiento — Sé que puedes hacerlo, no te lo pediría si no estuviese seguro... te necesito, ángel...




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