Siempre Contigo

Capítulo XXIV Premoniciones

CAPITULO XXIV 

Premoniciones

Tenía más de tres días sin saber de Ian, Matías también me había dado un espacio y había cumplido con su promesa de darme tiempo para pensar, así que sólo nos comunicábamos por mensajes de texto. Era una especie de alivio, a decir verdad, sin la presión de ambos sentía que un peso se había quitado de mis hombros, aunque tengo que admitir que se había desplazado fugazmente a uno de mis dedos.

Quién iba a decir que menos de tres meses eran suficientes para cambiar por completo tu vida. En unas pocas semanas había pasado de una inexistente vida sentimental, a un completo torbellino de emociones y chicos que me desgarraban en dos partes iguales. Matías había tenido razón respecto a algo, no estaba enamorada de él, al menos no de la misma forma que él lo estaba de mí; pero ¿No era de eso exactamente de lo que se trataba el amor? De irte enamorando poco a poco de la persona a la que ya quieres, porque eso sí era verdad, lo quería, de hecho, lo amaba, pero amar y enamorarse eran cosas distintas también.

Después de que las chicas asimilaran el impacto de ver el reluciente anillo de diamante en mi dedo; habían decidido darme también un espacio para pensar. Estaban felices por mí, decían que era afortunada por haber conseguido a un hombre perfecto que me amaba y se preocupaba por mí; pero ellas no comprendían la magnitud de la decisión que tenía que tomar, solamente Lucas me comprendía, y sin embargo, había mantenido la distancia esta vez, no me había dado una sola opinión, la voz de mi consciencia se había quedado muda por primera vez en la vida, y yo me sentía completamente perdida sin él.

—¿Aún no tomas una decisión? — Preguntó Dani junto a mí.

Era la primera vez en días que estábamos completamente solas, me había convencido esa tarde de ir a dar un paseo para despejar mi mente, y ahora las dos estábamos caminando una al lado de la otra por el amplio parque.

—Aún no...

Mi amiga se detuvo y yo también lo hice; nos miramos a los ojos por unos segundos, las interrogantes brillando en nuestras miradas. Las dos teníamos tantas preguntas y a la vez tan pocas respuestas para ellas.

—Matías es un gran chico — Dijo con una sonrisa tímida — Te quiere, lo puedo ver cada vez que te mira sin que te des cuenta.

Asentí, no necesitaba que alguien me lo dijera para saberlo. Él era el chico con el que cualquier mujer soñaría; pero seguía sintiendo mi corazón dividido en dos.

Seguimos caminando en silencio hasta llegar a un pequeño cafetín al final de la calle. Nos detuvimos y pedimos dos cappuccino. Tal vez un poco de cafeína podría aclarar mis pensamientos, no podía seguir retrasando mi decisión, Matías no iba a esperar para siempre por muy paciente que fuera, y yo no quería hacerlo esperar, se merecía una respuesta y yo tenía que tomar una decisión.

Nos dimos la vuelta con nuestros vasos de café en la  mano, pero sentí que Dani se detuvo súbitamente a mi lado; la miré sin comprender y seguí su línea de visión hasta que mis ojos se encontraron con los gélidos ojos grises de Ian. Estaba ahí, en una de las mesas cerca de la puerta. Su rostro había comenzado a sanar y los hematomas se habían tornado de un insipiente color amarillento; pero seguía luciendo igual de perfecto que siempre. Dani tomó mi mano para jalar de mí hacia afuera, pero ya era demasiado tarde.

Ian se puso de pie casi enseguida sin apartar la vista de mí, casi como pensando que si pestañeaba desaparecería. Caminó los pocos pasos que lo alejaban de mí hasta que llegó a mi lado. Permanecimos en silencio sin atrevernos a decir una sola palabra; no lo había vuelto a ver desde la noche en el bar cuando había perdido por completo el control.

—Hola... — Murmuró impávido.

—Hola.

No había mucho que decir, y a la vez había tantas cosas que callar.

—Lo siento — Susurró sin apartar la mirada de mis ojos — Lo siento tanto, ángel...

Me estremecí y sentí que todas las piezas concienzudamente apiladas dentro de mí para mantenerme completa, se comenzaban a caer poco a poco desestabilizando todo ante su presencia.
Negué con la cabeza, intentando hacer salir las palabras atoradas en mi garganta. No podía decirle lo mucho que había cambiado todo esa noche y el día siguiente. Cuando estábamos a solas las cosas eran perfectas, nos entendíamos y complementábamos de una forma que jamás habría imaginado; pero también nos destruíamos; Ian era una fuerza de la naturaleza contra la cual no podía luchar. Como dije en un pasado, él era mi droga, y lo malo de las drogas, es que si te acercas mucho a ellas puedes recaer.

—Dame una oportunidad, ángel — Pidió suavemente — Sólo una oportunidad y te prometo que haré bien las cosas. Sabes que jamás te lastimaría a propósito, nunca lo haría... ¿Por qué tienes que huir de lo que sientes? Sé que soy un completo desastre, pero tú sientes lo mismo cuando me besas... no puedes huir de eso...

—¿Y qué quieres que haga con eso, Ian?

—Quiero que lo recuerdes, quiero que cuando vuelvas con él recuerdes que a quien amas es a mí... te quiero en mi vida, ángel...

Abrí los labios pero Ian se acercó rápidamente a mí y me tomó de las manos. Bajé la mirada cuando sentí su toque antes de que los dos nos diéramos cuenta de lo que había pasado. Tragué y alcé el rostro; sus ojos seguían clavados en el brillante anillo en mi dedo. Un leve temblor recorrió su mano cuando su piel entró en contacto con el diamante y me soltó, su rostro una máscara glacial e indescifrable. Alzó la mirada y me contempló a los ojos sin ningún rastro de emoción en ellos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.