Siempre Contigo

Capítulo XXVII Dos años más tarde

CAPITULO XXVII
DOS AÑOS MÁS TARDE

—¿Aún no sabes lo que harás para tu cumpleaños, cariño? —preguntó mi madre desde el otro extremo de la cocina — Ya sé que no te gusta celebrarlo, pero no cumples veintitrés todos los años.

—No cumplo la misma edad ningún año, mamá.

Los cumpleaños nunca habían sido lo mío, mucho menos después de aquel en el que Lucas había muerto. Tenía algo el celebrar mi llegada al mundo, y la partida de mi mejor amigo el mismo día, que simplemente no soportaba.

El año pasado no hice nada. Mis amigas habían vuelto a la ciudad para estar conmigo, pero no había estado de ánimo para salir a celebrar. Era el primero de muchos años en los que Lucas no estaría conmigo... Aún no me acostumbraba al hecho de que no volvería a escucharlo cantar mi canción a las doce de la noche, ni lo vería atravesando la ventana de mi habitación para pasar la noche conmigo. Se había ido, esta vez para siempre, y aún tenía ciertos problemas asimilándolo.

Había continuado las sesiones con la doctora Torres. Después de mi colapso durante las vacaciones de verano, era inevitable... No había vuelto a dejar las medicinas desde ese momento, y debido a eso, Lucas había desaparecido también. Según su diagnóstico, mi trastorno de estrés postraumático y síndrome del sobreviviente, aunado al pequeño, o tal vez debería decir masivo, bloqueo mental que había sufrido... Habían ocasionado que entrara en una fase de negación extrema. En pocas palabras, creé un mecanismo de defensa inconsciente ante la idea de su muerte, no lo aceptaba. Esta negación me llevó alterar mi propia percepción de las cosas, por lo que mi mente generó un reflejo perfecto, de un Lucas que hablaba conmigo, que respondía a mis preguntas, que era capaz de tocarme... Y cuyo olor impregnaba mis sentidos, pero era solo eso, un reflejo. Una alucinación en todo el sentido de la palabra.

Después de dos años de tratamientos continuos, mi vida había vuelto a la normalidad, o al menos a la nueva normalidad a la que estaba comenzando a acostumbrarme. Terminé la universidad y volví a casa de mis padres por recomendación de mi psiquiatra. Ahora trabajaba haciendo dos de las cosas que más amaba en la vida: enseñaba literatura en la universidad y alternaba mi horario trabajando para una pequeña revista del país, donde podía publicar mis escritos. La mayoría de ellos eran sobre superación, sobre encontrar un camino en la adversidad y seguir adelante con nuestras vidas ¿Qué puedo decir? Tenía bastante material para seguir por años y era, en cierta forma, era mi manera de drenar los sentimientos.

Había comprado, con ayuda de mis padres, una pequeña tienda cerca de casa, y la había llenado de libros. Ahora tenía mi propia librería, y cada mes llenaba los estantes con nuevos y magníficos ejemplares. La lectura, como siempre, había funcionado como una increíble y sana vía de escape, aunque aún tenía muchos asuntos por resolver, no se crean.

En cuanto a mi vida sentimental... Sí, lo sé, se deben estar preguntando cómo demonios comencé a narrar esta historia escapando de mi boda, y terminé perdiendo a los tres grandes amores de mi vida antes de llegar al capítulo final... Bueno, la verdad es que por esos dos largos años estuve completamente sola. Necesitaba sanar mis heridas para poder dejar entrar a alguien más a mi vida, esa es como la primera enseñanza que te dan en psiquiatría 101, por el amor de Dios, todo el mundo lo sabe. Pero sé lo que se estarán preguntando ¿Con quién terminaré casándome por fin? ¿O solo fue mi imaginación jugando trucos con mi cabeza durante todo este tiempo? Bueno, temo decirles que aún no conocerán la respuesta, se supone que ni siquiera yo la sé todavía, ¿No?

—A tus amigas les encantaría que decidieras hacer algo este año —replicó mi mamá dispuesta a no dejar ir el tema —. Vendrán a la ciudad para verte, Dani llamó y me dio la noticia.

Suspiré. Amaba a mis amigas, pero no tenía intención de celebrar mi cumpleaños este año tampoco.

—No me apetece, mamá. Tal vez acepte salir a cenar con ellas, tengo meses sin verlas... Pero no quiero ninguna fiesta, ¿De acuerdo?

Lo último que necesitaba en mi vida en esos momentos, era que mi madre me organizara alguna clase de fiesta sorpresa. Había tenido suficientes para el resto de mi vida.

—Eso suena bien, cariño. Una cena no está mal.

—Bien —acordé con una sonrisa. Habíamos llegado a lo que yo denominaba una especie de acuerdo mutuo, así que estaba bien por mí —. Iré a mi habitación, gracias por la cena.

Me acerqué y le di un beso en la mejilla, antes de atravesar el pasillo de vuelta a mi cuarto. Me detuve frente a la ventana y suspiré, como hacía cada noche cuando veía a través de ella. La familia de Lucas había vendido la casa debido a todos los recuerdos, y ahora una nueva familia habitaba aquel lugar. Un chico, más o menos de mi misma edad, vivía en el que antes había sido su cuarto.

A veces me preguntaba si ellos lo sabían. Si habían escuchado la historia del increíble chico que había vivido en ese lugar antes de ellos... Si sabían que esa habitación era uno de los lugares que más amaba en el mundo porque olía a él, a casa.

Me di la vuelta y dejé ir aquellos pensamientos. No necesitaba conservar un lugar físico intacto para recordar a Lucas, aún podía cerrar los ojos y verlo con una claridad casi imposible. Podía escuchar su risa a pocos centímetros de mí, respirar en el aire su esencia infinita... Nunca me abandonaría porque él era una parte de mí, y como tal, mientras yo permaneciera con vida, Lucas también lo hacía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.