Siempre el mismo sueño

Seven Nation Army

-          ¿Dónde está? – le preguntó una mujer, que debía tener unos 30 o 40 años y lucía una túnica de color verde musgo, a Saraia, la Hechicera Austral. Su rostro estaba tapado por un antifaz y la capucha de la túnica. Saraia estaba cansada de que le repitan la misma pregunta. Era la misma rutina de siempre: cada un par de horas venía alguien a interrogarla y siempre le hacían las mismas preguntas y amenazas. Era una pérdida de tiempo.

-          No lo sé – respondía la Hechicera Austral por enésima vez. Cuando vinieron a buscarla a la casa (la cual la dejaron HECHA UN CAOS TOTAL) no ofreció resistencia. Ya a esa edad no tenía ganas de meterse en peleas innecesarias, además de que le servía para averiguar que estaba buscando el Sindicato de la Magia.

-          No tengo problemas en matarte. Sabes cuantas personas perecieron ante mí – la amenazó la mujer y Saraia se quedó en silencio y de brazos cruzados. Era la misma amenaza de siempre. No le cambiaba nada morir ahora o después.

-          Aaaa…. Están perdiendo el tiempo. No sé dónde está lo que buscan. Me he cruzado con varios artefactos y objetos mágicos a lo largo de toda mi vida, pero nunca he encontrado el que están buscando.

-          Que hechicera tan mentirosa - le dijo la secuestrante apuntándole a la frente con una vara de color escarlata. Si contaba las veces en las que le habían apuntado con una vara a lo largo de su vida, la Hechicera Austral se habría hecho millonaria.

-          Proba el látigo del juicio y vas a ver que digo la verdad – le dijo y la maga resoplo y retiró la vara.

-          Esto no tiene sentido. Mantenga un ojo sobre ella. Se me está haciendo tarde para una cena. Volveré a interrogarte mañana – le dijo a Saraia y se retiró junto con tres magos con túnicas de color azul oscuro.

 

                        Hace un par de días que estaba captiva en aquel deposito o fábrica abandonada. Estaba en un cuarto cuyas paredes estaban llenas de humedad, además de que les faltaba pintura. El piso de cemento necesitaba una buena trapeada y había un olor que no se podía tapar ni arrojando tres litros de aromatizante. Tenía que salir de ahí porque ya no aguantaba más estar encerrada en ese agujero.

                        Sabía que era sábado porque se acordaba que la habían capturado un jueves. Era obvio que un sábado iba a ver menos guardias custodiando el lugar, después de todo había muchos que querían tomarse un descanso o salir, además de que a nadie le gustaba trabajar un sábado, y menos un sábado a la noche. Era una buena chance que no podía dejar pasar.

                        La prisión mágica que la rodeaba había perdido parte de su intensidad desde el jueves y no la habían renovado. Había estado en situaciones similares y sabía como manejarse con una prisión mágica cuya función es bloquear la magia del usuario que está capturado de forma parcial o total. Sin embargo, aunque la prisión mágica bloquea la magia del usuario que está apresado, pierde intensidad con el tiempo y si uno no la mantiene, pierde su efecto y su eficacia. Podía sentir las células nederianas recorriendo cada parte del cuerpo. La energía y la fuerza de esas células empezaba a fluir hacia el exterior.

                        Hay tres tipos de hechizos en las artes mágicas: instantáneos, temporarios y continuos. Los primeros se caracterizan por ser generalmente de ataque o desactivación, por ejemplo, una bola de fuego. También, hay hechizos instantáneos que sirven para defenderse como una barrera de agua. Los hechizos temporarios se caracterizan por ser en principio de defensa como una barrera de luz o de estado como hacerse invisible o inmune por unos segundos o minutos. Por último, los hechizos continuos son aquellos que se mantienen por un periodo de tiempo. Se pueden extender por días, meses, incluso años. Entre los hechizos continuos se encuentran prisiones mágicas, barreras de ilusión o hechizos de ocultamiento.

                        Al momento de realizar un hechizo, hay dos elementos que son importantes: intención y ejecución. Un mago siempre debe tener un motivo por el cual ejecuta un hechizo, es decir, no puede realizarlo porque le da la gana. SIN INTENCIÓN, NO HAY HECHIZO. No importa que el motivo sea malo, bueno o neutro, mientras el mago tenga una razón para hacer el hechizo, va a poder ejecutarlo. El segundo elemento importante es la ejecución y ahí entran en juego las frases y los movimientos. Hay hechizos que requieren solo decir la frase e instantáneamente surte efecto. Sin embargo, si se pronuncian las palabras incorrectas, se puede realizar un encantamiento totalmente diferente o surtir un efecto distinto al esperado. En cambio, hay otros hechizos que requieren solo movimiento como una barrera de agua: con solo levantar las manos para arriba, se levanta una barrera que defiende al usuario. Otros hechizos requieren de ambas cosas: movimiento y palabras. Por cuestiones obvias, estos son los más difíciles de ejecutar.

                        En fin, teniendo en cuenta estas cuestiones básicas y otras mucho más avanzadas, la Hechicera Austral apoyó la mano izquierda en la prisión y dijo “rabelition”, lo que desintegró el escudo y llamó la atención de los guardias.

 

-          EH ¿QUÉ HACES? – le prepoteó uno de los guardias.

-          Meduar – dijo y el guardia cayó al piso antes de poder atacarla. Repitió el mismo hechizo en el guardia que estaba al lado con idéntico resultado.

 

                        Se dirigió hacia las escaleras, que estaban a la izquierda, caminando sin apuro y tranquila. Lo peor que podía hacer era perder la cordura. De nada servía eso porque podía equivocarse al momento de realizar un hechizo. Tenía que pensar y confiar en su vasto conocimiento y experiencia.

                        Cuando estaba bajando las escaleras, aparecieron tres sujetos vestidos con túnicas azules.




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