Todo el público, excepto los hijos de Aurelio, se habían teletransportado a sus respectivas comunidades para seguir con sus vidas. Ya se habían retirado las luces y el círculo con los símbolos extraños se había borrado. Solo quedaban Ventis, Javo, la Hechicera Austral y Melody.
- Muchas gracias, si no fuera por usted, no la habría contado – era la enésima vez que Ventis le agradecía a la Hechicera Austral a quien le había bastado con el primer “gracias”.
- Está bien, Ventis. No es nada – la vieja ya no sabía qué hacer para que le dejará de agradecer, sin quedar mal.
- ¿Por qué no funcionó? ¿La letra estaba mal? ¿O nos faltó algo? – esa era la duda que tenían todos en ese momento y la única que podía contestarlo era la Hechicera.
- La letra estaba bien y la forma en que fue ejecutada también – empezó a explicar Saraia.
- ¿Qué falló entonces? – preguntó Ventis, sin entender qué había fallado. Desde un principio, su intención fue realizar bien el hechizo, aunque se habría negado a hacerlo si hubiera tenido la posibilidad.
- El deseo de los magos. El hechizo de Ciojui Nafil requiere de un fuerte deseo interno de aniquilar a la humanidad. Si solo uno de esos magos no tiene ese deseo, el hechizo falla por completo – Ventis asintió y se quedó mirando al cielo. ¿Los otros magos habrán querido lo mismo? ¿O estaban en la misma posición que él y solo hacían el hechizo por obligación?
- No estabas convencido de esto, ¿no? – le preguntó Melody a Ventis que no despegaba su mirada del cielo nocturno.
- Era una locura. Sabemos que nuestro objetivo es salvar al planeta, pero aniquilar a toda la humanidad era demasiado. No sé los otros magos que habrán pensado, ni el público, pero hay que buscar otras formas. Me sentí tan presionado que no me quedó otra que hacerlo – Javo puso la mano en el hombro de Ventis en señal de que había hecho lo correcto.
- Bueno, si no tenemos más nada que hacer, nos podemos retirar – sugirió Javo que se lo notaba apurado desde que sacaron a Melody del cautiverio.
- Ah, Melody, lo de iniciarte en las artes mágicas sigue en pie – le recordó Ventis, pero la joven ya tenía una decisión tomada.
- Lo siento, Ventis. No puedo aceptar tu ofrecimiento – le respondió con firmeza. Ventis no esperaba esa respuesta. Quedó congelado.
- Pero, Melody. Te puedo guiar en el elemento del viento. Te puedo enseñar todo lo básico, intermedio, incluso lo avanzado. Yo no tengo ningún problema. No hace falta que me lo retribuyas – Ventis trataba de convencerla, pero ella ya había cambiado de parecer y no había forma de que lo vuelva a hacer.
- Lo siento, Ventis. Después de todo lo ocurrido, después de lo que me hiciste, me va a costar volver a confiar en vos. Por favor, no insistas porque ya tomé una decisión – Ventis se quedó callado, procesando todo lo que le había dicho. Después de unos segundos, la miró y le dio la mano, la cual Melody apretó.
- Fue un gusto conocerte, Melody. Lo siento nuevamente por todo y si precisas algo, ya sabes que podes contar conmigo. No les hago perder más tiempo – Ventis se despidió de Javo y de la Hechicera Austral, la cual abrió un portal hacia Buenos Aires. Antes de saltar, Melody volvió a echar un vistazo a Ventis que se lo notaba arrepentido. Había sido muy franca con él, pero le tenía que decir la verdad.
“Bueno tomemos un descanso”, sugirió la Hechicera Austral, que ahora era la maestra de Melody, después de practicar un hechizo de invisibilidad por tres horas.
Melody ya llevaba 6 meses de práctica intensiva en una pequeña cabaña en Villa Pehuenia, a orillas del lago Alumine. Le había contado todo a su vieja y a Valen, las cuales se resistieron a que vaya allá. Era algo que tenía que hacer por más que tenía que alejarse un tiempo de sus seres queridos. Tenía que continuar procesando todo lo que había pasado en tan solo un par de semanas. A ella también le costaba estar alejada de todas las personas a las que quiere, pero tenía que hacerlo, al menos por un tiempo. Además, necesitaba aprender al menos lo básico de la magia y a controlar los poderes que manifestó. No tenía pensado hacer otra cosa con ellos: nada de hacerse la heroína o algo por el estilo. Quería volver a la vida de antes lo más pronto posible, aunque sabía que su vida había dado un giro de 180 grados.
Las prácticas con la Hechicera eran duras e intensas. Ella era muy exigente con Melody, pero sabía mucho y tenía que aprovecharla, además de que la vieja tenía miles de anécdotas para contar de todas sus aventuras. Melody se podía quedar toda una noche, incluso hasta el amanecer, escuchándola y no se iba a aburrir nunca. Además, Saraia estaba en una excelente forma para la cantidad de años que tenía, lo cual nunca le preguntó, pero siempre tenía ganas de preguntarle.
La joven se sentó en una roca a tomar agua. Le dio un buen sorbo de agua a la botella rosa de litro. Al principio, se cansaba con facilidad y a la hora ya estaba tomando aire. Ahora, estaba más acostumbrada, pero a medida que aumentaba su resistencia y le agarraba el ritmo, la Hechicera Austral aumentaba el tiempo y la intensidad de las prácticas.
Cuando estaba tomando agua, escucho que alguien pronuncia su nombre. Melody se dio vuelta, pero no vio a la maestra cerca de ella. “Ey Melody”, volvió a escuchar y nada. ¿Se estará volviendo loca? “Melody aquí”, Melody ya se estaba poniendo nerviosa y pensaba que era una voz dentro suya. “En el lago, mira”, al ver al lago, había una figura idéntica a la joven, solo que vestía una túnica blanca.
- Hola – le digo, sin saber cómo reaccionar. No había un manual para relacionarte con tu yo del pasado.
- Hola, Melody. Sabes porque me estoy comunicando con vos – la Melody del pasado transmitía miedo con su mirada fría y seria.
- La verdad que no. No sé a qué te refieres – cualquier persona que pasara por allí iba a pensar que a la joven la tenían que internar en un psiquiátrico.