Siempre Fuimos

Hay personas que están destinadas a permanecer en nuestras vidas, sin importar el drástico giro que haya dado la historia

 

Llegar a la mansión Bennett, de la mano de Lusian Bennett, fue un experiencia abrumadora, impensada llena de melancolía.

La melancolía surgió de los recuerdos que me inundaron del pasado. Para ser más exacta, mi mente regresó en el tiempo, a aquella ocasión en que conocí a Lu, en casa de Joshua, y después hicimos justamente una fiesta de piscina los tres juntos. Ese día tuvo giros muy inesperados y agradables, como el hecho de que padre e hijo se pusieron de acuerdo en disponer de una habitación de la residencia, para mi uso exclusivo.

Recordaba que era como el medio día cuando llegamos, y yo, en un traje de baño de una pieza, me vi sorprendida por aquella propuesta. La verdad es que no esperaba que fuese un proyecto a corto plazo, pero lo fue; definitivamente fue un proyecto a muy, muy corto plazo, porque para eso de las ocho de la noche, ya todos arrugados por haber permanecido demasiado tiempo dentro del agua, la primera habitación del pasillo este de la mansión de los Bennett, estuvo hermosamente acondicionada para mí, en colores rosas y blancos. Ese día se sintió como si me hubiesen adoptado, y duré, aproximadamente una semana, durmiendo en aquella habitación, mientras que Joshua y Lusian dormían en la habitación de Lu. Aquellos días se sintieron como unas mini vacaciones, antes de volver al colegio.

Tras ese remembranza, llegaron millones más, recordando lo hermosa que habían hecho mi infancia y adolescencia los Bennett y los Parker.

Rememoré las fiestas Navideñas, los concursos de disfraces, las reuniones por los cumpleaños, las celebraciones a mitad de la semana sin motivo en específico y un montón de momentos que pasé a su lado.

Fue, honestamente, una descarga de emociones que no supe controlar muy bien, porque sentí cierta sensación de ansiedad cuando Lusian me dejó esperando en la sala, mientras se cambiaba de ropa y encontraba algo cómodo para mí, ya que no llevaba ropa interior puesta, para utilizar como traje de baño en la piscina. De hecho, sugirió que no tenía problema con que estuviera desnuda, pero no me apetecía mucho nadar desnuda, sabiendo que cualquier personal del servicio aparecería en cualquier momento.

Me vi abrumada, mientras recorría el largo recibidor, por la idea de estar con Lusian, en una relación. Aquel día que lo conocí y llegué a su casa de la mano de Joshua, jamás imaginé que llegaría del mismo modo, a una fiesta en la piscina, pero de la mano de Lu. Era increíble como la vida daba tantas vueltas, de pronto regresándote a lugares antiguos, con personas totalmente diferentes, aunque fuesen personas que ya existían en tu vida.

Vivir siempre sería una paradoja.

Por todos los monumentos italianos.

Si alguien me hubiera dicho que iba a terminar enamorada hasta los huesos de Lusian y que sería un amor correspondido, me hubiese echado a reír, y a llorar también, apostando todos mis órganos en contra de dicha afirmación.

Mientras pensaba en qué podía hacer a Lusian tardar tanto, si sólo tenía que ponerse un short y a mi encontrarme un bóxer y una playera, recorrí el pasillo derecho de la planta baja, a un costado de las grandes escaleras victorianas, hasta que me encontré frente a la puerta abierta del estudio de su padre, que se ubicaba hasta el fondo del pasillo, frente a la habitación bar, la cual me era muy familiar.

Por otro lado, el estudio de su padre no me era tan familiar. Aunque prácticamente esa también fue, de algún modo, mi casa, nunca entré, y las pocas veces que pude asomarme a través de las dos puertas de nogal, sólo logré admirar el escritorio en el centro del cuarto.

Sentí mucha curiosidad por conocer un poco más de aquel sitio, con una intención más profunda detrás: saber un poco más de Raphael Bennett. Presentía que llevaba muchos secretos escondidos, y aunque no debía ser de mi incumbencia, Raphael se mostró ante mí en ese momento como un enigma, difícil de ignorar.

Miré a mis espaldas, asegurándome que nadie me observaba, y entré a hurtadillas, dejando la puerta entreabierta, por si surgía la necesidad de salir corriendo.

Debía reconocer que aquel estudio era de la talla de un señor como Raphael. Me recordó, tontamente, la biblioteca que La Bestia tenía en su castillo, que posteriormente le regaló a Bella, como un acto de nobleza y amor.

Las paredes estaban cubiertas por estanterías rusticas enormes, repletas de libros, desde el piso hasta el techo. Una lámpara de araña de cristal, de modelo antiguo, con detalles dorados, adornaba el centro del techo blanco. Y justo debajo de la lámpara, se ubicaba un escritorio de caoba oscura, con una computadora sobre él, varios libros con apariencia desgastada, una taza, una copa de vino y un cenicero con un puro a medio fumar. Había documentos ordenados pulcramente a un lado de la computadora, pero me pareció bastante triste no encontrar ninguna foto. Quiero decir, por lo regular las personas poseían ese tipo de recuerdos grabados en papel, dándole un toque acogedor al ambiente.

La silla detrás del escritorio me hizo pensar en el adjetivo "supremo". Era un sillón impala trono vintaje de cuero café. De inmediato me sentí como si estuviese invadiendo la intimidad de alguien importante, como un Rey, o algo más eminente. Experimenté la adrenalina de lo prohibido crecer en la boca de mi estómago, recorriendo violentamente mi esófago, helando sus paredes, hasta mi boca.

Estaba esa vocecita interna que aparecía en los momentos más oportunos, instándome a huir, prediciendo que algo malo estaba por ocurrir, pero no pude alejarme, aunque tuve la intención.

Frente a la silla, que tenía más bien aspecto de trono, se hallaba un solitario libro de pasta dura y desgastada, con el separador mostrándome la parte en que la lectura se había, posiblemente, abandonado.

Vi rápidamente a mis espaldas, para asegurarme que seguía sola en aquel estudio, y me acerqué al trono del señor Bennett, con la única intención de echarle un vistazo al curioso libro que me llamó con intensidad.




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