Siempre Fuimos

365 días con él

 

Pasamos 365 días siendo esos momentos que una vez nos prometimos, recostados en la cama.

Algunas veces fuimos esa clase de amantes insaciables, que ocupan la luz del sol y de la luna, para apagar momentáneamente la pasión, antes de renacer de las llamas imposibles de extinguir.

Hubo días en que tomamos el rol de novios adolescentes, sujetando nuestras manos al pasear por las calles adoquinadas, o por las noches, deteniéndonos bajo la luz de las farolas, para robarle besos a nuestros labios. Besos inocentes, caricias vagas, miradas tiernas y sonrisas prometedoras.

También hubo días en los que tuvimos que ser solo amigos. De esa clase de amigos que te escuchan en tus días más terribles, de esos amigos que a veces no tienen palabras de confort adecuadas, pero con el sencillo acto de un abrazo, te hacen sentir mejor. De ese tipo de amigos que te ofrecen su hombro para llorar, sus oídos para escuchar y su amor para aguantar quizá un poquito más.

Nos regalamos juntos el cielo nocturno salpicado de estrellas. Nos regalamos la delicia de una taza de chocolate, detrás de una ventana bañada por agua de lluvia. Nos regalamos juntos baños con espuma, tardes de cine que se convirtieron en arte, noches de sudor y desinhibición bajo las luces estroboscópicas de un club.

Me obsequió las más lindas flores cada lunes al final del día. Me dedicó las mejores canciones, me robó las más resplandecientes sonrisas, con peluches gigantes y hasta con la más sutil de sus sonrisas. Igual nunca hizo falta llenarme de costosas joyas y ropa de diseñador, lo más valioso que él poseía para ofrecerme eran sus ojos cuando me miraban, llenos de admiración y amor.

Le regalé mis palabras en tinta sobre papel y las mejores canciones para dedicar. Le regalé una flor cortada de un jardín ajeno y un chocolate del más humilde puesto. Le regalé mis momentos para compartir y uno que otro sueño por alcanzar.

No necesitamos crear un mundo para nosotros. Con cada uno siendo un mundo, una galaxia se construyó para los dos.

Pero lo más importante, es que también fuimos fomentos duros. Fuimos peleas absurdas, por situaciones sin sentido. Fuimos algunas noches de dormir sin abrazarnos. Fuimos momentos eternos de ignorarnos. Fuimos desacuerdos y fuimos frustración. Fuimos un ramo de rosas rotas y también fuimos gotas saladas de desazón.

Pelear con él me enseño, en 365 días, que jamás terminaría de conocerlo, pero también me mostró que quería buscar esos momentos, para seguir descubriéndolo. Porque poder descubrirnos, día a día, era el mejor momento detrás de cada uno de ellos.




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