Siempre Fuimos

Nuestros peores temores yacen detrás de nuestras más grandes alegrías

 

LUSIAN

Me atormentaba la idea de dejar a mi preciosa futura esposa durmiendo sola en nuestra cama. Era de mi total conocimiento que a ella no le agradaba cuando eso pasaba. Adoraba verla dormir. En ese estado de paz, tenía el aspecto del ángel más hermoso en el universo, pero cuando estaba despierta, era un demonio sexy, irritante, frustrante y muy caprichoso. Y la amaba con cada parte de mi cuerpo por eso. Detrás de sus asombrosas virtudes, hallaba hermosos sus defectos, que en mi opinión, no lo eran. Esas imperfecciones la hacían perfecta para mí. Alexa Baley era y sería siempre la mujer indicada para querer vivir una vida larga y plena a su lado.

Joshua me llamó a las dos de la madrugada, para pedirme ayuda, porque Kathara se sentía enferma, según ella. Yo no le compraba su historia, pero si él pedía mi ayuda, era porque realmente la necesitaba.

Por esa razón, abandoné al ángel que yacía sobre las finas sabanas de seda, con el riesgo de verla despertar convertida en el demonio que reprocharía mi abandono.

Daniel y Joshua se las arreglaron para mover una de las camas de las habitaciones desocupadas de mi casa, a uno de los cuarto de la mansión abandonada, mientras yo le hacía cosas extraordinarias a Ax y ella me las hacia a mí.

No me importaba que nuestra intimidad se hubiese visto un tanto limitada por su estado de salud y del bebé. Sinceramente, carecía de importancia si hubiera tenido que vivir en celibato por más de un año, existía en completo estado de éxtasis desde que aceptó sus sentimientos hacia mí y nos dio la oportunidad de estar juntos.

Daniel, quien renegó bastante al principio cuando lo llamé para que nos auxiliara con la bruja embarazada, estaba sentado al otro lado del cuarto, recargado contra la puerta del armario, cabeceando, en una lucha obstinada por no quedarse dormido.

Mi mejor e idiota amigo hablaba por teléfono con Caleb, caminando de un lado a otro, explicándole los síntomas de la madre de su hijo, en caso de que se necesitara enviar una ambulancia.

Si por mi hubiera sido, la dejaría sufrir sola bajo un puente, como sugirió Ax, pero no podía negarme al hecho de que el bebé que estaba por traer al mundo, era de mi mejor amigo. Mi hermano.

Por casi siete meses esa arpía nos negó cualquier tipo de información acerca de su estado, y aunque Joshua trató de ponerse en contacto con ella e incluso varias veces fue a buscarla a donde descubrimos que vivía en Colorado, nunca tuvimos ni una notica de ella.

Joshua se había resignado a que su oportunidad de ser padre se había evaporado, pero yo no. Siempre supe que ella utilizaría el embarazo a su favor, por eso, siempre que parecía desesperado por no saber nada de ella, lo tranquilizaba, aclarándole que en cualquier momento ella apareciera, y así pasó.

Mi hermano tenía un alma tan pura, que entendía porque ahora estaba tan preocupado por los malestares de Kathara, por más que a mí me fastidiara y me repugnara verlo de ese modo, después de tanto tiempo de silencio de parte de ella.

Cuando fui en su auxilio, me limité a quedarme en la entrada de la habitación, recargando mi espalda en la pared adyacente a la puerta y me acomodé cruzando mis tobillos, metiendo las manos a los bolsillos del pantalón deportivo, que fue lo primero que encontré en el armario, para no despertar al hermoso monstruo que dormía exhausta por nuestras actividades extracurriculares.

Con la cabeza inclinada hacia adelante, fijé mi vista en la mujer tendida sobre la cama, que gemía de aparente dolor y se apretaba el estómago, haciendo horribles muecas de sufrimiento. No le quitaría ojo de encima, no cabía ni un gramo de confianza en mí, sobre ella.

¿En qué estaba pensando cuando me metí con ella? Ni siquiera me parecía guapa y mucho menos tenía cualquier cosa linda en su interior. Por lo regular no me arrepentía de mis decisiones, ni siquiera de las cosas terribles que hice antes de estar con Alexa, pero sí lo hacía de haberme enrollado con ese intento mal hecho de mujer.

Me costaba reprimir las ganas que experimentaba de enviar su alma por completo a las tinieblas. Era una sensación asfixiante. Todo en mi interior me pedía a gritos que le arrancara el corazón y la enviara bajo la subyugación de sus propios miedos, convertidos en su infierno. Hormigueaba en mi piel y sangre esa necesidad irracional, convirtiéndome en un alcohólico en recuperación, frente a un estante lleno de botellas de licor.

La única razón por la que no caí en ese perverso y oscuro deseo, fue Alexa. De hacerlo, la decepcionaría. Ella no deseaba vernos convertidos en algo mucho peor que su antigua amiga.

No entendía como Kathara podía odiarla y envidarla tanto, si mi hermosa rebelde siempre la quiso y trató como nadie la había tratado. El alma de Kathara no tenía salvación, estaba podrida. Lo advertí en los tonos oscuros y grisáceos de su alma, que nacían desde el punto central de su abdomen, cubriéndola con un manto negro y espeso, listo para engullirla en el momento que su corazón dejara de latir.

Por eso es que me pareció buena idea tenerla cerca, ahora que se había atrevido a darnos la cara. Mejor tener al enemigo cerca.

—Me gustaría saber por qué estoy aquí en vela, aguantando este numerito— dijo Daniel al cabo de unos quince minutos después de que yo llegara a la mansión abandonada.

—Porque eres un ángel guardián —contesté secamente.

—No soy un ángel guardián —rebatió oscamente.

Quité mi atención de Kathara por un segundo, para dedicarle a Daniel una mirada mordaz y una sonrisa llena de sátira.

—Creíamos que sí —dije llenando mis palabras de sarcasmo, volviendo la vista a la mujer delante de mí.

Me gané un intento de homicidio por parte de Daniel, quien me dio una mirada llena de deseos asesinos, antes de echar la cabeza hacia atrás golpeando el armario, cerrando los ojos.

—No, ya en serio. ¿Qué hago aquí? Son pasadas las dos de la madrugada y tengo un trabajo terrible con una paga nefasta, siguiendo a Joshua a todos lados donde se le ocurre ir. Debería estar durmiendo —se quejó el ángel con un gruñido.




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