Siempre fuiste tú

Capítulo 9

 

Holaaa!

Hoy se cumplen dos meses desde que empecé a escribir esta novela. Me gusta mucho que día con día van subiendo las vistas y más personas lo agregan a su biblioteca. Por este motivo, estaré actualizando está semana a diario.

 

 

 

Abro mis ojos y lo primero que veo es el techo. Estoy segura de que no estoy en mi habitación, ya que el techo es de color blanco y el de mi habitación es color rosa pastel. Trato de recordar donde estoy, como llegue, de quien es este cuarto, hay demasiadas preguntas rondando en mi cabeza; por lo que decido sentarme en la orilla de la cama.

El cuarto es amplio, al igual que las ventanas que dejan entrar la luz del sol. Las paredes son de color negro, hay un librero al fondo del cuarto, hay cuadros colgados, así como medallas y trofeos. La curiosidad se apodera de mi y no puedo evitar no pararme para ver las fotografías.

Comienzo a caminar y a pocos metros de mi se encuentra una fotografía colgada, la tomo en mis manos y la comienzo a observar con detenimiento. En la fotografía se observa de fondo un lago y árboles. Hay muchas personas personas, todas lucen felices. En la foto hay un niño, quien parece ser Fernando de pequeño.

—Tenía diez años, cuando tomaron esa fotografía… aún recuerdo ese día. —Dice una voz, la cual logro reconocer al instante, Fernando. Al escucharlo, lo primero que hago es dar un pequeño salto del susto.

Aún sigo de espaldas, tratando de pensar en cómo fue que llegue aquí, cuando siento el roce de su mano con mi muñeca, dándome la vuelta para poder estar frente a frente.

—Pensé que aún seguías dormida. —Dice Fernando, una vez que estoy frente a él.

Las palabras no logras salir de mí, lo único que logro hacer es sonreír al ver esos lindos ojos café claro.

—No tiene mucho que desperté. —Digo tratando de no sonar nerviosa.

Trato de poner la fotografía, en el lugar donde la tome, pero antes de que logre hacerlo, Fernando la toma. Pasan unos minutos y él sigue observando la misma fotografía que instantes atrás yo veía. En su cara hay una gran sonrisa, pero sus ojos parecen ser más cristalinos conforme pasan los segundos. En este preciso momento no sé que hacer, en mi mente hay un debate entre acercarme a él y darle un abrazo o simplemente dejarlo a solas por un momento.

—Está es la última foto que tenemos todos en familia, días antes de que mis abuelos murieran. —Al decir eso último su voz se corta.

Elimino la poca distancia que había entre nosotros, para darle un abrazo. Por medio de ese abrazo yo trataba de transmitirle seguridad, confianza, afecto y sobre todo apoyo. Permanecemos unos minutos abrazados hasta que Fernando vuelve a hablar.

—Mis abuelos eran una parte muy importante para mí, ellos eran como mis segundos papás. Cada día los extraño.

—Mis abuelos también murieron cuando era pequeña, pero su partida no dolió tanto, ya que, no tenían una muy buena relación con mi mamá.

Se escuchan voces provenientes de… la planta baja de su casa, supongo.

—Lo olvidaba, el desayuno ya casi está listo, por si quieres desayunar. —Dice Fernando, una vez que nos soltamos del abrazo que teníamos.

—Gracias.

—Oye… —Digo antes de que Fernando salga del cuarto y él voltea.

—¿Cómo llegue aquí? —Pregunto un poco apenada.

—Ayer en la fiesta, te quedaste dormida y busque a Emma para que te llevara a su casa, pero no estaba. Ya era tarde y no sabía si llevarte a tú casa o llevarte a la casa de Emma. Así que decidí traerte a mi casa. —Explica.

—Pensaba en enseñarte mi casa, alguien día, pero… no pensé que sería tan pronto. —Dice riendo, para después cerrar la puerta y salir. Una vez que salió, comienzo a reírme por lo que dijo.

Finalmente lo recuerdo, estaba recostada en su regazo, comenzamos a hablar y poco a poco fui quedándome dormida. Ahora estaba molesta con Emma, se suponía que me quedaría en su casa y hoy por la tarde me llevaría a la mía, pero ahora no sé dónde se encuentre; decido marcarle, pero no contesta. Antes de bajar a desayunar, me miro al espejo arreglando un poco mi cabello para poder verme un poco más presentable.

Una vez salgo de la habitación, noto que hay varios cuartos al fondo del pasillo, por suerte las escaleras estaban cerca de la habitación de Fernando. Comienzo a caminar por las escaleras, una vez abajo trato de ubicar el comedor, pero no sé dónde se encuentra; por suerte se escuchan risas y gritos provenientes de un cuarto, por lo que comienzo a caminar hacia allá.

—¡Dame eso! —Grita una niña, quien corretea a Fernando por todo el comedor. Supongo que debe de ser su hermana. Algunas veces Fer. me hablo de ella, pero aún no tenía el gusto de conocerla.

Una vez que ambos me ven parada en la entrada del comedor, se detienen al instante, chocando uno contra el otro. La pequeña cae al suelo y yo corro a ayudarla a levantarse.

—Gracias por ayudarme. —Dice sonriendo, una vez que se levanta y yo hago lo mismo.

Permanezco un momento viendo a la pequeña, ya que, tiene un gran parecido con Fernando. Siento la mano de Fernando en contacto con la mía, por lo que salgo del transe en el que estaba. Entrelaza nuestras manos y lo volteo a ver con una sonrisa en la cara.

 —Ella es Ginger, mi hermanita. —Dice Fernando.

—Hola, yo soy Alexa, su… —Trato de decir, pero Fernando se adelanta a decir.

—Mi novia. —Completa la frase.

—Mis niños, ya siéntense, el desayuno está listo. —Dice una señora, de alrededor de unos cuarenta y cinco años, quien lleva unos platos en la mano. Decido acercarme a ella, para ayudarla.

—Gracias. —Vuelve a decir, una vez que dejamos los platos en la mesa.

—No es nada. —Digo sonriendo. —Soy Alexa, novia de Fernando.

—Mucho gusto, yo soy Teresa, nana de mis niños. —Hace una pausa. —Si necesitas algo, no dudes en decírmelo.




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