Siempre fuiste tú

Capítulo 12

Capítulo 12

 

ALEXA:

Ha pasado media hora, desde que empezamos el trayecto hasta donde sea que me vaya a llevar Fer. Para no hacer el camino aburrido, desde un principio mi novio pone música en el reproductor. Ponemos un playlist que creamos ambos hace unos días, con música que nos gusta a los dos.

Poco a poco nos vamos alejando de la ciudad; los edificios y la cantidad de casas que hay en la orilla de la carretera, va disminuyendo y van aumentando la cantidad de árboles.

Mientras escucho la música, veo por la ventana y sonrío. Me gusta estar así, disfrutar de la música, con mi novio, ver cómo van pasando los carros, las pocas casas que aún hay alado de la carretera y sobre todo de los árboles.

—¿En qué piensas pequeña? —Pregunta Fer. sonriendo, yo volteo y hago lo mismo.

—En que me gusta estar así, escuchando música, viendo pasar los carros, las casas y los árboles, pero sobre todo me gusta estar contigo.

—Enserio, no sé cómo soy tan afortunado de tener el privilegio de ser tu novio. —Me toma de la mano y me un beso en los nudillos. Nos mantenemos agarrados de las manos, por el resto del trayecto a mi sorpresa.

—¿Ya casi llegamos? —Pregunto unos minutos después de esa pequeña escena cliché que tuvimos.

—Ya casi llegamos. —Responde con una sonrisa en la cara que transmite felicidad.

Y exactamente como él lo dijo, no pasan más de diez minutos y se estaciona cerca de una cabaña, realmente hermosa.

—Hemos llegado. —Dice una vez que se estaciona.

Ignoro lo que me dice y me quedo dentro del carro, admirando lo hermoso que es este lugar.

El lugar está completamente rodeado por naturaleza; arboles, pasto, hay un gran silencio que se escucha el sonido de los pájaros. La cabaña es de tamaño mediano, está hecha completamente de madera, y los pequeños detalles que tiene la hacen lucir única y sobre todo hermosa. En la parte de afuera, hay unos columpios, que dan otro toque al lugar.

Fernando sale y rodea el carro para abrir la puerta de mi lado. —Ya llegamos. —Vuelve a decir, pero yo sigo contemplando la belleza de este lugar.

Tardo unos segundos en reaccionar, pero finalmente lo hago y me bajo del carro con una enorme sonrisa en el rostro.

—¿Te gusta el lugar? —Pregunta Fer. y yo en respuesta asiento con la cabeza.

Fernando toma mi mano y las entrelazamos, nos acercamos a la puerta y él saca unas llaves de la bolsa de su pantalón para poder entrar a la cabaña.

La cabaña, es demasiado espaciosa o al menos más de lo que aparenta ser por fuera, además de lo hermosa que es. Lo primero que ser observa al entrar, es la sala; hay dos sillones que combinan con los demás accesorios que hay dentro. En medio de los sillones, hay una pequeña mesa y enfrente de esto, pegado a la pared hay una televisión y en la parte de abajo, de esta hay una chimenea. En las paredes, hay varias ventanas, que hacen que, entre el sol, que aún hay.

—¿Quieres algo de tomar? —Pregunta Fernando.

—Sí, un vaso de agua, por favor. —Respondo y él se dirige a la que supongo es la cocina y no tardó mucho en ir a donde él está.

Al entrar, puedo notar que la cocina es de tamaño perfecto, ni tan grande, ni tan pequeña.

—¿Es tuya la cabaña? —Pregunto, recargada en el marco de la puerta.

—Sí, bueno algo sí. Era de mis abuelos, antes de que murieran. —Dice en un nudo de voz. —Pero me la dejaron a mí, ya que de pequeño me encantaba venir.

—¿Por eso los columpios? —Pregunto.

—Sí, esa era una de mis partes favoritas de venir con ellos.

—Este lugar es el que más me recuerda a ellos. —Dice, con dificultad, así no diga nada más, ya que sé que le es difícil hablar de ese tema y me acerco a él a darle un abrazo, que transmite todo el cariño que le tengo y él corresponde.

Permanecemos un momento más abrazados, hasta que él vuelve a hablar.

—Ven vamos, quiero mostrarte algo. —Dice entrelazando nuestras manos y yo lo sigo a donde quiera que me vaya a llevar.

Salimos, por una puerta corrediza de vidrio que había en lugar de una de las paredes, la cual no había notado hasta ahorita. Definitivamente la cabaña es muy hermosa.

—Cierra los ojos. —Dice, cuando salimos por la puerta.

Yo hago lo que me pide y tengo un poco de miedo de tropezarme y parece ser que Fernando escucha lo que estaba pensando, por lo que dice.

—Tranquila, yo te estoy tomando de la mano.

Al escucharlo decir eso, me siento con más confianza y sonrió. Damos unos pasos más y lo escucho hablar.

—Llegamos, puedes abrir tus ojos.

Al abrirlos, me encuentro con un atardecer espectacular.  Enfrente de nosotros, hay una manta en el suelo, por lo que nos sentamos a ver el atardecer. Seguimos tomados de la mano y yo estoy recostada en su hombro. Ninguno de los dos dice nada y ese silencio que hay no me parece incómodo. Estar aquí con un hermoso atardecer frente a nosotros, en medio de la naturaleza, escuchando el agua del río que está a unos metros de nosotros correr, es simplemente una sensación fantástica.  

En verdad, está es la mejor salida que he tenido.

Permanecemos hay hasta que se acaba el atardecer y poco a poco va oscureciendo. Antes de levantarnos Fernando habla.

—Está también es una de mis partes favoritas de venir. —Dice sonriendo y yo hago lo mismo que él, sonreír.

Entramos a la cabaña agarrados de la mano y nos sentamos en los sillones de la sala a hablar. Pasan un par de horas y nosotros seguimos sentados hablando, hasta que a ambos nos empieza a dar hambre.

—Espérame aquí, no tardo. —Dice Fernando antes de pararse de su lugar y antes de irse, me da un beso.

Hago exactamente lo que me dice y me quedo sentada en el sillón. No sabía que hacer, así que tomo el celular y entro a Instagram para distraerme un poco, pero no había señal así que empiezo a pensar en que otra cosa para distraerme y pasan solo unos segundos y se me ocurre algo.




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