Siempre fuiste tú

Capítulo 32 "Imposible adiós"

Uno de los guardaespaldas aparece de inmediato, se inclina del otro lado de Sean y comienza a verificar su pulso. –Código uno Alpha, repito, código uno Alpha- lo observo y después a Sean ¿A qué se refiere? El hombre separa los extremos del abrigo dejando al descubierto la herida, su camisa ya no es blanca sino roja por la sangre que no para de salir, se quita su propia bufanda y con ella comienza a hacer presión sobre la herida, llevo ambas manos a mis labios al ver tanta sangre.

-¿¡De qué está hablando!? Por favor, dígame si él estará bien- no responde, solo continua revisando a Sean el pulso. -Llamaré a una ambulancia- mis manos tiemblan demasiado impidiéndome tomar con firmeza mi celular, las gotas de agua caen sobre la pantalla y lo peor es que ni siquiera puedo ver bien por las lágrimas que permanecen en mis ojos y son sustituidas por más y más cuando ya han decidido salir.

-No, nada de ambulancias- dice el hombre cuyas manos continúan ejerciendo presión sobre la herida de Sean. –Retírenle ese teléfono, ahora- el hombre de piel morena lo quita de mis manos ante la orden recibida.

-¿Qué están haciendo?- inquiero de inmediato.

-Atención, aquí halcón rojo, tenemos herida de bala, Alpha en estado crítico, pulso bajo, ¡se desangra!- luce desesperado y lo peor es que ni siquiera sé qué es lo que le dicen, en mi garganta parece que algo bastante afilado permanece. Él me observa detenidamente y después a Sean. –Llévensela de aquí- ordena él a los demás después de hablar por su audífono una vez más. Dos de ellos me toman por los brazos alejándome de él, intento con todas mis fuerzas soltarme pero son más fuertes de lo que desearía, la nieve cae sobre su rostro y bajo de él la nieve se ha teñido de rojo, no abre los ojos, creo que no respira y no hacen nada más que hablar con palabras clave de las cuales no entiendo nada, no sé lo que significan, no sé si eso significa que él estará bien.

-Señorita, escúcheme, él no puede ir a un hospital, por lo que sé usted sabe en lo que trabajó y lo que hacía, tiene muchos enemigos no solo Evan Truswel y sería peligroso llevarlo a un hospital- explica colocándose frente a mí y evitando que mire a donde Sean. –Además, es confidencial el lugar al que será llevado, por lo que no puede decir nada de lo que ha sucedido. Haremos lo que esté a nuestro alcance- me niego de inmediato ante la enorme posibilidad de que no me permitan estar con él.

-No, por favor, necesito estar con él, yo… no puedo solo dejarlo… por favor- mi garganta arde y ni siquiera veo con claridad su rostro. –Por favor- las palabras se hacen cada vez más agudas, y no tengo idea de si es que se entiende lo que digo. Me aferro a su abrigo rogándole que me permitan ir con él, pero parecen decididos todos y cada uno a mandarme al diablo.

-Entienda que el lugar al que será llevado es mucho más avanzado en cuanto a medicina, estará mucho mejor allá, pero no podemos llevarla, es peligroso-.

-¡Acaban de dispararle a mi Sean y quieren apartarme de él!-.

Lo levantan llevándolo hacia un auto negro y de inmediato avanzan dejándome con estos siete hombres de negro los cuales no tienen ni la menor idea de lo que ahora siento.

-Por favor, necesito ir con él, se los ruego. Tiene que ir a un hospital, dime a dónde lo llevan, ¡dímelo maldición!-.

Me aferro a la camisa que se quitó está mañana, su perfume, su aroma están impregnados en ella como si ahora mismo estuviese abrazándolo a él. La almohada bajo mi rostro está húmeda por la enorme cantidad de lágrimas que no han dejado de caer de mis ojos, no tengo noticias de él y tampoco puedo decirle a nadie lo que sucedió, la idea de… perderlo me está matando y no puedo hacer nada, nadie me permite hacerlo, y lo peor es que en la estancia y en cada lugar de esta casa hay uno de esos hombres, y la verdad es que no sé si se encargan de mi seguridad o de qué no le cuente a nadie lo que ha pasado.

Alguien llama a la puerta por lo que de inmediato me levanto con la esperanza de recibir buenas noticias, abro la puerta y limpio las lágrimas de mis mejillas con las mangas de mi sweater.

-¿Cómo está Sean? – inquiero de inmediato.

-Enserio lo siento- niego de inmediato con la cabeza mientras me sostengo del marco de la puerta con toda la fuerza que puedo.

-No, por favor no-.

-Lo lamento, todos lamentamos su pérdida-.

-No, usted…usted me está mintiendo, ¿verdad? Porque él no puede morir, él no puede dejarme porque me prometió que estaría bien, dijo que estaríamos juntos y que formaríamos una familia ¡Él lo prometió!- a pesar de sostenerme con fuerza caigo lentamente al suelo.




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