...siempre has sido tú. Pausada*

"1DSH"

Distraída, algo torpe, no… algo no, MUY TORPE. 
Diosito no quería que mi primer día en una nueva escuela fuera normal, el quería que la recordara toda la vida, y vaya que lo había logrado. 

Siento dos brazos fuertes sostenerme por la espalda y así levantarme, estaba consiente de que no había despegado mi mirada de el chico ojos de color cielo. 
—Gracias — susurre para que Kiel me escuche. 

El maestro me había ayudado a levantarme así que solo lo miré y le dije lo mismo. 

—Deberías fijarte por donde caminas… —aparta la mirada de mí hacia el profesor que estaba detrás de mí.  

¡Momento! ¡¡Está detrás de mí!!  
Lo malo de el color pálido, casi tenebroso de mi piel, es que si me dicen cualquier cosa mi piel tomará un llamativo color rojizo. 
¡Madre! ¡Si no tenías la intención de cuidarme aunque sea me hubieras hecho un poco morena! Me hubieras librado de muchas burlas en mi corta vida. 

—Profesor—dijo firmemente Kiel. 

—¿Necesitas algo? 

—Si no es mucha molestia, quisiera hablar con usted… —Cielo dirige su mirada hacia mí un momento— a solas. 

—Oh, yo ya me iba— digo algo incómoda y salgo corriendo del lugar. 

Mientras bajo las primeras gradas pienso, él también chocó conmigo, si hubiera estado fijándose por donde iba me hubiera esquivado y no nos hubiéramos caído. 

—¿Qué le costaba decir que también lo lamentaba? —empiezo a bajar por el segundo piso—Aunque… el…—me ruborizo pensando en como acomodó mi falda que estaba un poco levantada— tal ves no era su día y por eso tenía esa cara, a todos nos pasa, pero con esos ojos… es una pena no adornar su bonito rostro con una sonrisa, que apuesto que será igual de hermosa que él. 

Cuando estoy por bajar por el último piso ya estoy con la lengua de corbata, y pensar que tendré que hacer esto casi todos los días. 

Estoy en el salón principal, donde al parecer siempre lo ocupan para actos especiales. Me di cuenta que ya los anteriores pisos estaban vacíos, ya se habían ido todos, bueno casi todos. 

A lo lejos puedo ver un chico bastante alto, delgado pero muy simpático, me está saludando con las manos levantadas en el aire, Omar. 

—Hey! Cualquiera diría que no te alegra verme Terry, te esperé. —dice con una sonrisa tierna. 

—Oh, bueno, gracias pero no era necesario 

—¿Y si algo te pasaba? Me hubiera sentido muy mal—dice con un medio puchero— aunque estabas muy bien cuidada—lo dice mientras mueve una de sus cejas de forma graciosa mientras comenzamos a caminar. 

—No te inventes una novela en la cabeza Omar. 

—Oye, oye, yo vi como te miró cuando te presentaste y… me harías mas fácil si me dijeras para que te pidió quedarte —dice con una blanca sonrisa de oreja a oreja. 

—¡Eres un chismoso! — digo mientras comienzo a reír. 

—Solo quiero saber si el maestro te tiene ganas Terry, ¿hay algo de malo? — dice mientras trata de ponerse serio, pero le sale una mueca graciosa y yo me pongo a reír aún más. 

—Eres como esa amiga chismosa que nunca tuve y como mi respuesta no es mala te la diré, o de lo contrario ya estarás planeando mi boda con él. 

—No me quites la ilusión mujer, el pequeño Júnior Omar tiene que existir—lo dice mientras pone una mano en su pecho. 

—Ese niño será tan real como mi amor por el chocolate normal— revoloteo los ojos. 

—Me estas diciendo que no te gusta el chocolate Terry—abre los ojos exageradamente y su rostro parece ofendido. 

—No, bueno sí me gusta pero solo el amargo— el hace una mueca de asco y luego sonríe y levanta una ceja. 

—Deja de distraerme con tus gustos raros Terry y dime si el maestro es una tentación. 

—Primero, mis gustos son raros, pero son míos, segundo el maestro… no es una manzana para que sea una tentación—aunque no es una mala comparación—me habló para preguntarme por mi nombre. 
Ya estábamos afuera de la secundaria, y yo me tendría que dirigir al orfanato. 

—¿Qué de raro hay en tu nombre? ¿Le molesta que no lleves su apellido? —dice con una sonrisa coqueta y yo revoloteo los ojos. 

—Que no tengo apellidos—dejamos de caminar y el me mira extrañado. 

—¿Cómo que no tienes apellido? Eres… 

—Solo Terry, soy huérfana, pensé que Tony te lo había dicho. —lo miro algo extrañada. 

—No, no me dijo nada—se agarra nerviosamente el cuello— bueno, Terry, es una decepción que no hayas cogido esa manzana—me guiñe un ojo— pero tu sabes que siempre será una tentación, espero ver tus hermosas manos en acción. 

Por favor no, porqué dicen eso, mis mejillas se ponen coloradas nuevamente. 

—Oh no, no quería que pienses mal, bueno un poco tal vez—se ponen a reír abiertamente que llama la atención de las personas que pasan por la calle mientras yo intento tapar mi rostro con mis manos. 

—Omar, y-yo me tengo que ir, ya… voy tarde  

—Tranquila, por que lado es tu… 

—Orfanato—digo tranquila. 

—Sí, eso. 

—Es por la izquierda, allá—le indico con mi mano. 

—Casualidades de la vida primor, mi casa se encuentra por allí, tendrás el honor de que te acompañe. 

—¡Oh! Me haces tan dichosa—pongo una mano en mi frente y río un poco—no es necesario que me acompañes. 

—Terry, de todas maneras tengo que caminal por allí—y empezamos nuestra caminata. 

Caminamos cinco minutos y pasamos por la antigua secundaria en la que estudiaba. 

Harry  

A estas horas el ya está en clases con Edwin, y no lo podré ver hasta la noche. 

—Sea lo que sea que ocupe tus pensamientos en este momento, no merece que tengas la mirada melancólica. 
Sonrío. 

—Es difícil alejarte de una persona, en especial si es la única persona que has aceptado en tu vida. 

—Primor, me ofendes,—pone su mano en su pecho nuevamente—¿mi bebé Tony y yo que somos?  

—Son mis compañeros, personas divertidas, a las cuales estoy considerando meter en mi lista inexistente de personas favoritas. 

—Pues mi vida, vas a crear esa lista y la tengo que encabezar yo, pero no le digas a Tony—lo último lo susurra. 

—Tranquilo—digo mientras río y me doy cuenta que ya estamos frente a la puerta del orfanato el cual es un edificio bastante grande. 

—Bueno, como ya me aseguraste que soy tu persona favorita y ya llegamos al orfanato, me retiro, mi bella dama. 

—Pero qué galán Joven Omar—digo mientras rio y abro la puerta. 

—Solo por usted mi bella dama—me guiñe un ojo— hasta mañana y… has tus deberes. 

Y comienza nuevamente a caminar, voltea y me sonríe. 
Entro al orfanato y está casi vacío, a excepción de los niños menores de 12 años. 
Subo hasta el cuarto donde se encuentra mi cama y me lanzo en ella. 

Fue una mañana que nunca olvidaré, y una tarde poco común para mí. 




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