...siempre has sido tú. Pausada*

"Rojo"

~Harry~

 

Luego de terminar la cena lo más rápido posible en el orfanato, hago mis maniobras y logro escabullirme por una de las ventanas que hay en el baños de los hombres. 

El clima no es como otros dias, el viento hace que el frio se cuele por los agujeros de mis pantalones, olvidé traerme alguna chamarra, ya será luego, después de todo donde iré tengo algunas mudadas guardadas de ropa mía. 

Camino por un lado de la calle, no hay vehículos en ella, hoy es una noche sin luna, sin estrellas… y hace frío, es como si él cielo y el clima estuvieran haciendo una demostración de lo que tengo en mi mente ahora. 

Al final de la cuadra hay un poste de luz el cual parpadea de ves en cuando, como dije antes, las calles están vacías, y hay árboles que cubren la cuadra siguiente, sería la escena perfecta para un asesinato, aunque el que tendría que morir no sería yo. 

Mi mente no logra estabilizarse, siento culpa por no poder explicarle lo que pasó con la directora, lo que pasa conmigo, pero ni yo mismo ahora se que es lo que me pasa. 

No se como me siento, es frustrante tener que alejarme de ella solo porque a la bendita directora, después de muchos años por fin hará cumplir las normas de “chicos por un lado y chicas por el otro”. 

Me parece absurdo que lo haga hoy. 

Camino alrededor de seis cuadras, las nubes gobernaban en el cielo una tormenta estaba por caer, decido acelerar el paso hasta un edificio en el que rentan departamentos, paso tranquilamente, el portero ya me conoce, entro a uno de los ascensores y marco el último piso. 

No traje la copia de las llaves, así que solo queda tocar la puerta, Una, dos, tres veces tocando y nadie abre. 

Estoy por irme cuando escucho como la puerta se abre, ahí está ella… 

Ojos marrones claros, cabello largo con ondas que hoy se encuentra desordenado, sus pecas resaltan mucho en su rostro, tiene una polera mía puesta, le queda grande pero se ve bien en ella, todo con ella siempre está bien. 

Su cara es de total asombro por unos momentos pero luego una sonrisa de felicidad se plasma en ella. 

Se tira a mis brazos y lo la envuelvo en ellos, su olor se me hace tan familiar y placentero, hace mucho que no la veía. 

—Exactamente dos meses… es grato contar con tu presencia nuevamente Harry. 

—Uno siempre vuelve al lugar donde fue feliz. 

Ella solo levanta una ceja y se hecha a reír. 

—¿Me dejarás pasar? —pregunto. 

—Lo pensaré—se hace la desentendida y me deja ahí parado en el pasillo. 

—Irina…—digo mientras cruzo los brazos. 

Ella me sonríe pero esta no es una mirada tímida, ella sabe a que vengo, ella sabe porque la necesito. 

Camino rápidamente hacia ella, sus labios tienen un sabor ya conocido para mi, puedo decir cuantas pecas tiene en su rostro, mis manos han recorrido su piel infinidad de veces. 

Sin embargo hoy no me basta solo con unos simples besos, ella se da cuenta, se separa de mí y cierra nuevamente la puerta de su departamento. 

Esa noche fue como todas las que pasaba con ella, mágica, aún pasaba por mi cabeza la imagen de Terry, ella tiene muchos secretos que aún no me a contado, como yo también. 

Me despierto en una cama completamente desecha, cubierto solo con una fina sábana blanca, a mi lado y con el rostro tapado por su cabello se encuentra Irina. 

Me fijo el reloj en la pared, aún es temprano, si llego antes del desayuno la directora no se dará cuenta que no pasé la noche ahí. 

Busco mi ropa en todo el cuarto, pero no la encuentro, voy a la pequeña sala y ahí están. 

Me visto lo más rápido que puedo y voy a despedirme de Irina. 

—Hey…—susurro y ella solo me responde con un gruñido— me tengo que ir, fue una noche maravillosa como siempre, llámame por cualquier cosa, te quiero. —le doy un beso en la frente y me aseguro de cubrir todo su cuerpo. 

Antes de salir me aseguro de llevar todas mis cosas y noto que no cargo mi celular. ¿Dónde demonios está? 
Busco y busco hasta que lo encuentro en uno de los cajones de hay al lado de la cama. 

Lo reviso y tengo como diez mensajes, cuatro llamadas perdidas y todas son de Edwin alias “El rojo”. 

No, no pertenece a una pandilla ni nada por el estilo, el solo se lo puso por su cabello. 
Mi amigo Benet es pelirrojo. 


Ahora sí, sin olvidarme nada salgo y me alejo lo más rápido que puedo del edificio. 

Edwin tiene algo importante que decirme, según él. 

Llego corriendo a la casa de Ed, así le dice Terry para molestarlo ya que él odia ese diminutivo, Terry… maldición. 
Apenas llego a su puerta, estoy por mandarle un mensaje avisando que estoy aquí, pero la puerta se abre sola. 

El pequeño Jason está al otro lado de la puerta, ya me conoce así que solo me deja pasar, ¿Han escuchado que los niños normalmente son los primeros en despertar en las mañanas? 

Pues Jason lo confirma, a su corta edad de diez años el fácilmente puede valerse de si mismo, aún recuerdo aquella ves que estaba de venida de la secundaria y lo encontré a él en las calles, su primaria quedaba cinco calles más lejos que la mía, pensé que quizás estaría perdido, pero no, era él, su lonchera y su rostro sin ninguna expresión, lo alcancé y lo detuve le pregunté, por qué volvía solo, solo me dijo que se habían olvidado de él en la escuela, decidí acompañarlo. 

El 50% de su tiempo se lo pasa en la cocina, ¡el mendigo ya sabe cocinar! Mientras que mujeres y ahora también hombres toman clases para aprender ese niño tenía a su madre quien le enseña. 

—Iré a decirle que llegaste— el pequeño sube corriendo las escaleras rápidamente y una voz lo regaña. 

—¡Jey! ¡Jey! ¡ten cuidado! 

Camino un poco siguiendo aquella voz y entro a la cocina. 

—Ya sabía yo que una voz tan hermosa en esta casa no podía ser de ni mas ni menos la mismísima Victoria Thons. 

 




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