Rubén
-Bienvenida a mi humilde morada. -digo mientras abro la puerta de mi nueva casa. Azura sonríe y pasa adentro. -Aún no tengo nada, pero quería que la conocieras.
-Es bastante grande. -dice viendo a su alrededor.
-Lleva años vacía y mis padres la compraron a un muy buen precio, claro que está muy descuidada, pero creo que puedo manejarlo. Hoy vinieron a cambiar las cerraduras y a instalar unas puertas, aunque me falta mucho por hacer. -suspiro.
-¿Cuándo piensas mudarte? -se da la vuelta y me ve mientras cierro la puerta.
-Cuando esté lista, no hay prisa, de todas maneras mi contrato de arrendamiento en el apartamento todavía estará vigente un año más.
-Ahora que está vacía podrías aprovechar a hacer fiestas.
Me río ante eso.
-Ya no estoy para eso.
-Solo tienes veintisiete, aún puedes divertirte.
-Bueno, estoy a nada de cumplir veintiocho años y siento que ya disfruté bastante esas fiestas locas, llenas de alcohol, drogas y música. Creo que el hecho de estar más cerca de los treinta que de los veinte me afecta un poco. Aún soy joven, pero ya no es mi mundo.
-Suenas como un hombre que ha cumplido todo lo que quiere.
-Creo que es así... -sonrío y me acerco a tomar su mano para besar el dorso de esta. -Aún faltan un par de cosas, pero esas todavía pueden esperar.
Espero que diga algo, no lo hace, pero en sus ojos se nota que entiende a lo que me refiero con mis palabras. Sonríe ante ello y baja la mirada avergonzada.
>>¿Quieres ir al segundo piso?
-Claro... -asiente y alza nuevamente la mirada. Entrelazo nuestros dedos y nos conduzco allá.
Le enseño cada habitación y le voy indicando qué cosas necesitan reparaciones y lo que me gustaría remodelar. Ella me escucha atentamente y ve todo con entusiasmo. Jamás me cansaré de repetir que es una persona de lo más maravilloso, siempre dispuesta a escuchar cualquier tontería que salga de mi boca.
Bajamos nuevamente al primer piso y nos dirigimos a la cocina, la cual me parece una maravilla. Lleva mármol auténtico, de un color grisáceo con muchas encimeras y una pequeña isla en el centro. El fregadero está oxidado y el candelabro aún no tiene todas las bombillas, solo una de dos. Hay mucho que hacer, pero me lo tomo con calma.
Saco un trapo de los cajones, uno que puse allí cuando vine esta mañana a supervisar el trabajo de los cerrajeros y comienzo a limpiar la superficie de la isla. Azura deja de abrir las puertas de las encimeras y me ve.
-Aún no tengo sillas, pero podemos sentarnos aquí. -le digo señalando el área que limpié.
-Esta cocina es preciosa, solo está descuidada. -dice subiéndose a la isla de un impulso.
Me siento junto a ella y miro a mi alrededor.
-Sí, siento que podría pasar horas cocinando aquí. -sonrío y veo en dirección a la puerta que da hacia afuera. -También me gusta que hay vistas de patio, es como en casa de mis padres, solo que allí hay ventanales más grandes.
-Me gustan las casas con mucha iluminación natural, pero realmente a veces prefiero la oscuridad.
-Por eso las cortinas negras de tu apartamento.
Ella ríe.
-No siempre son negras.
-Lo sé, pero esas son tus favoritas.
-Eso no lo niego. -sonríe de lado y me ve.
-Zu, ¿considerarías ayudarme a decorar una vez haya hecho todas las reparaciones?
-Mmm... bueno, podría intentarlo, pero creeme que no tendré autocontrol una vez me inspire y dejaré mucho de mí.
-No importa, igual pienso que pasarás mucho tiempo aquí conmigo. -Ladeo mi cabeza y le sonrío. -Eres la primera persona además de los trabajadores, que traigo.
-¿De verdad?
-Sí... quería que tuvieras ese privilegio. -tomo nuevamente su mano.
-Eres realmente un chico muy dulce... A veces de verdad pienso en que no te merezco.
-Claro que mereces lo mejor, cualquier persona merece encontrar la felicidad.
-Solo que hay veces que las personas no la buscan... yo no lo hacía, porque no sabía qué era lo que merecía. -suelta mi mano y lleva su mirada a sus manos.
Procedo a bajarme de mi lugar y a colocarme frente a ella. Separo sus piernas y me coloco en medio de estas antes de tomar su rostro entre mis manos.
-¿Quieres hablar sobre eso?
Para mi sorpresa, ella asiente.
-Creo que... estoy lista para hacerlo, necesito que lo sepas, me mata acostarme cada noche pensando en que hay muchas cosas que no sabes de mí... Pero me da miedo que eso pueda llegar a cambiar tu perspectiva.
-Zu, no pienses eso, tú ya conoces mi historial de rupturas, malas decisiones, inseguridades y problemas, sigues aquí y después de pasar tanto tiempo contigo, no hay duda alguna que no existe algo que me haga cambiar de opinión sobre mis sentimientos hacia ti, mucho menos si se trata de tu historia, de lo que te ha convertido en lo que eres hoy en día. -acaricio su mejilla con mi pulgar y ella parpadea, evitando sus lágrimas.
>>Llega hasta donde tú quieras ¿sí? Yo te escucharé.
Asiente, ya más segura de sí misma.
-No sé cómo comenzar, pero supongo conocerás parte de mi historia...
Azura
Nací y crecí en una familia pequeña, mi madre, mi hermano mayor y mi padre. Mamá y yo nunca tuvimos un vínculo cercano, jamás entendí el porqué, simplemente no éramos compatibles en ningún aspecto. No coincidimos en gustos, ni pasatiempos. No recuerdo alguna vez que haya asistido a mis recitales de la escuela o sonreído ante los dibujos que hacía en clases. No peleábamos, en lo absoluto, solo me era muy indiferente, todo el tiempo. Siempre supuse que cargaba ya los suficientes problemas como para encargarse de los míos. Con mi hermano era un poco diferente, aunque no demasiado, aun así compartían actitudes, creo que por ello es que tenían una mejor relación.
Por otro lado, papá y yo éramos inseparables. Él solía ser un artista nato, dibujaba desde que era un niño, era muy talentoso y carismático, siempre amable ante cualquier persona que se le cruzase. Aunque su amor por el arte era grande, su amor por la cocina lo era aún más, recuerdo pasar horas de mi infancia con él en la cocina. Era un chef certificado, a pesar de que se la pasaba el día entero cocinando en el trabajo, no le molestaba hacer lo mismo en casa.