Siempre juntos Chicos (sc Libro #3)

Extra: Tere

Tere

Toco mi vientre y me asusto por lo enorme que está. Según el doctor, Betsy es una bebé bastante grande así que no dudo que va a doler el día que salga, pero al menos es muy tranquila. Me asusta el hecho de que sus movimientos sean tan leves y tan poco constantes. Quiero creer que solo es perezosa porque en los chequeos todo está normal.

-Mami, ¿ya va a nacer? -Amber irrumpe en mi oficina y se acerca a mí.

Me río ante su intromisión.

-No hija, ya te dije que aún falta.

-¿Cuánto?

-Un mes.

-¡Eso es mucho! -dice y dramáticamente se lleva una mano a la frente.

-Hija, ¿Cuál es tu desesperación? -Tom aparece tras ella.

-Es que quiero conocerla, papi.

-Tendrás toda una vida para hacerlo. -dice y la carga, esta se recuesta en el pecho de su papá mientras hace puchero. -¿Algún malestar? -me pregunta.

-No, nada.

-¿Dolor de espalda? ¿De pies? ¿Nada?

-Tu bebé pesará al menos cuatro kilos, así que la espalda evidentemente me está matando, pero de ahí nada.

-¿Antojos?

-Por ahora no.

-No estoy acostumbrado a un embarazo tan tranquilo. -dice y ve a su hija. -Tú me hiciste muy neurótico.

-¿Qué es eso? -Amber pregunta y yo me río.

-No te preocupes, Tom, estoy bien.

-Es que Betsy está asustándome.

-Betsy se encuentra más que bien, incluso ya casi está en posición de salida. Solo es una bebé tranquila.

-La tranquilidad no existe en mi familia, ¿segura que es mía? -lo veo mal y aunque sé que bromea, me ofende su pregunta.

-Claro que es tuya, tonto. -le digo y me giro en la silla para levantarme.

-No te enojes, solo era una bromita. -alza su mano libre y Amber parece muy entretenida ante nuestra conversación.

-Mami camina como un pingüino. -Ella señala mientras ve a Tomás.

-Gracias por recordármelo, hija. -Ruedo los ojos y me río porque sé que es verdad. Es bastante difícil caminar con un vientre tan voluminoso.

-Tu mami es el pingüino más lindo. -Tom le dice mientras le pellizca la nariz, para luego dejar a la niña en el suelo nuevamente y ofrecerme su brazo para caminar.

Desde que Betsy se colocó como corresponde, me enviaron a caminar para ayudarme a acelerar el proceso y que no sea tan difícil el parto, así que los tres vamos por las tardes a darle unas cuantas vueltas a la manzana.

Acabo exhausta y Amber aún tiene muchísima energía. Tom se pone a jugar con ella en el salón. Bailan frente al televisor, juegan con las muñecas y carritos, corretean por la casa hasta que finalmente ambos se quedan dormidos en el sillón.

Nuestra pequeña tiene su mejilla aplastada contra el pecho de Tom, con la boca ligeramente abierta y con una gota de saliva bajando. Mi esposo por su parte tiene la boca igual y uno de sus brazos rodea a Amber y el otro cae al piso al igual que una de sus piernas.

Son dos gotas de agua, así que les tomo una foto rápida y los dejo descansar mientras preparo la cena.

***

Cuando me levanto por la mañana, voy al baño, pero sin duda lo que sale de mí no es lo que debería salir, no se siente igual que de costumbre.

-¡Tomás! -grito aún sentada en la taza del baño.

Él aún adormilado, llega corriendo a la puerta del baño. Lleva un ojo abierto y uno cerrado y con la sábana enredada en los pies.

-¿Qué paso? -pregunta, con ambas manos aferradas al marco de la puerta.

-Creo que se me rompió la fuente.

Se queda quieto unos segundos, como si estuviera procesando mis palabras.

-¿Ya?

-Sí, ya.

Aún sigue sin moverse y con la mirada perdida.

-Tomás, ¡Tu hija va a nacer! -exclamo y finalmente parece haber despertado de un todo.

-¡Al fin! -chilla y se regresa a la habitación. Cuando yo llego, ya tiene lista mi ropa, junto con la maleta del bebé mientras llama a sus padres para que cuiden a Amber.

Más que preocupado, durante el trayecto al hospital, está emocionado. Yo siento una presión en mi vientre, pero es un dolor soportable, nada comparado con las contracciones de mi primer parto.

Llegamos y me niego rotundamente a que me lleven en silla de ruedas. Necesito caminar. Realmente nos atienden muy rápidamente y me asignan una habitación privada. Una vez en bata, me revisan y la doctora me observa con una sonrisa, indicándome que quizá sea un parto rápido.

-¡Tere! -escucho en la entrada y veo a mi mejor amiga entrar.

-Llegaste rápido.

-Tom me llamó, ni siquiera alcancé a terminar de desayunar y vine, no me podía perder esto.

Sonrío.

-¿Eres la primera en venir?

-Sí, Rubén viene de camino, Derek ha estado llamado y los gemelos pidieron fotos. -dice mientras cierra la puerta detrás de sí.

-¿Podrías decirles que no se preocupen? Estoy sorprendentemente bien.

-¿Segura?

-Sí, me acaban de revisar y ya tengo cinco de dilatación. Es una bebé grande y va a doler, pero hasta el momento, las contracciones son muy suaves.

-Bien, les escribiré. -dice y saca su teléfono. -¿Dónde está Tomás?

-Afuera, terminando de rellenar unos papeles.

Deja su teléfono a un lado después de haber escrito algo y se sienta en la orilla de la camilla. Observa mi vientre y hace una mueca. Me río ante su acción y busco su mano, ella la sostiene y la aprieta.

-Sin duda alguna te admiro por someterte voluntariamente a esto.

-Algo aprendí de mi hija y es que la maternidad es mejor cuando es planeada. Adoro a Amber, pero sé que la vida hubiese sido más tranquila sin ella.

-Lo bueno es que toda la familia te apoyó en esos momentos hasta que lograste independizarte.

-Sí, no sé qué habría sido de Tom y de mí sin tu familia.

-Ya está todo el papeleo listo y mis padres están con Amber en la casa. -Escucho la voz de Tom en la puerta. -¿Cómo vas? -él se acerca a la camilla y aparta de un manotazo la mano de Lucy de la mía. Ella le saca la lengua y él repite su acción devuelta.




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