Lucy
Reviso algunos archivos en mi computadora y suspiro. Estos últimos días dentro de la empresa han sido algo difíciles. Hemos tenido algunas pérdidas por las estafas que hizo uno de mis trabajadores. Hace menos de una semana lo despedí, y aún tengo que arreglar su desastre. Afortunadamente, me di cuenta antes de que fuese mucho peor.
Aunque, tomando en cuenta que manejo una empresa multimillonaria, el hecho de tener pérdidas, significa un gran número, y sí, lo fue, pero no es nada que no pueda solucionar luego de que gane la demanda que le impuse.
Me restriego el rostro, frustrada, hasta que el teléfono de mi oficina resuena. Presiono el botón del comunicador y le respondo a mi secretaria.
-Señora Roberts, sus hijos están aquí -me avisa. Aunque no es la mejor noticia, sí que me relaja la idea de distraerme un poco con los berrinches de mis mellizos adolescentes.
-Hazlos pasar, Lauren. -le respondo rápidamente y me estiro en mi lugar.
No mucho tiempo después, la puerta se abre y mi muy expresiva hija, prácticamente corre hacia mí para abrazarme.
-¡Hola, mami!
-Hola, amor. -le sonrío, dejándola abrazarme el cuello.
-Hola, ma. -Zafiro me sonríe desde la puerta mientras la cierra. Cuando Rubí me suelta, él se acerca a besar mi mejilla.
-Hola, cariño. ¿Qué los trae por aquí sin avisar?
-Yo nada más vengo a acompañar a mi queridísimo hermano. -Rubí responde con tono muy afectuoso y yo alzo una ceja. Nunca es tan cariñosa cuando se trata de su hermano.
-Le compré las zapatillas de ballet que tanto quería. -aclara mi hijo, y eso despeja mis dudas.
-Eso lo explica muy bien.
-Por favor, no soy tan materialista, yo sí quiero a Zafiro. ¿Acaso no puedo ser cariñosa de vez en cuando? -ella se defiende cruzándose de brazos.
-Sí, puedes, pero no lo haces a menos que te dé o haga algo por ti. -Zafiro la observa y ella hace un puchero, el cual hace que mi hijo le pellizque las mejillas para que deje de hacerlo.
>>Dejando de lado a la infantil de mi hermana, vine porque necesito tu ayuda para mi proyecto. -dice y me extiende su libreta digital. -¿Recuerdas los cálculos que me mandaste a hacer sobre esa compra-venta? No me cuadran los resultados de la tasa efectiva anual. Ya lo revisé varias veces.
-Déjame verlo. -digo, revisando su trabajo con rapidez para luego explicarle de la manera más simple dónde están sus errores. Él me escucha atentamente y anota lo que hablo.
-Ah, claro, como se cambiaron los plazos, el interés ahora es simple. A veces se me olvidan este tipo de detalles. -me dice corrigiendo su trabajo.
-Todavía tienes 16, cariño, es normal. No te sobre exijas. -digo y acaricio su brazo.
-Siéntete superior, energúmeno, yo no entiendo ni pio cuando hablan de estas cosas. -Rubí interviene, apoyando su codo sobre mi escritorio.
-Eso porque de todas maneras no te interesa. Quien va a heredar la empresa soy yo.
-Oye, no te adelantes, hijo. Eso aún no está decidido y en todo caso es de ambos. -intervengo.
-Ay mamá, no te preocupes, cuando le venda mi mitad de la empresa a Zaf, voy a abrir mi academia de baile. Que él se quede al mando no es un problema para mí. -Rubí se reclina hacia atrás y alza las manos con despreocupación.
Suspiro porque al menos sé que mis hijos tienen sus objetivos bastante claros y no tengo que preocuparme por futuras peleas de herencias. Aunque ahora siguen siendo niños y las cosas podrían cambiar en el futuro, pero seguro sabrán resolverlo.
-Igual considero que Rubí debería aprender lo básico en caso de que algo me pase o haya un problema. -Zafiro me dice y su hermana se queja en voz alta.
-Odio la idea de vivir encerrada en una oficina viendo números. Sin ofender, mamá.
-Lo sé, hija, lo tuyo es ser un alma libre. -digo con una risita.
-Claro. Viajar para presentaciones, conocer a artistas. Imagina y algún día me convierto en la bailarina de respaldo del amor de mi vida. -se lleva una mano al pecho.
-Recuerda que el amor de tu vida es un ídolo coreano que casi te dobla la edad. -recalca Zafiro.
-¿Y eso qué? Ya tuve la oportunidad de verlo en esa fan meeting cuando viajamos a Corea. Sabe que existo, nada más falta conquistarlo.
Eso me hace reír.
-Ojalá tu papá te escuchara, le daría un infarto. -digo, sacudiendo la cabeza.
-Papá ya sabe que amo a Min-young.
-Pero no sabe que es casi de mi edad.
-Es menor que tú por diez años.
-Y yo estoy en mis cuarenta. -alzo una ceja.
-Me matan las fantasías. -dice suspirando. Zafiro y yo reímos.
-Ma, ¿ya vas a salir? Vinimos con el chofer, podemos irnos juntos hoy. -sugiere Zafiro.
-Sí, de hecho hoy quería salir temprano. Déjenme apagar y organizar todo, espérenme abajo.
Ambos asienten, pero no se van. Se quedan a ayudarme, lo cual agradezco. Nico y yo los hemos educado muy bien, especialmente él. Yo sigo teniendo mi carácter, tengo mucha menos paciencia a comparación suya, así que siempre le doy más crédito por tener a dos hijos maravillosos.
Rubí carga mi bolso, modelándolo como si fuera suyo, y Zafiro lleva demás mis cosas. Camino detrás de ellos y todo el mundo los saluda por los pasillos. Ambos crecieron dentro de estas oficinas, muchos los conocen desde bebés, pero nunca he permitido que el hecho de ser los hijos de la jefa se les suba a la cabeza.
Al llegar a casa, inmediatamente el olor a comida me invade.
-¡Llegamos! -mi hija anuncia dejando mis cosas sobre el sillón.
Me retiro los tacones, apoyándome del hombro de Zafiro, el cual se ha hecho muy alto, incluso un poco más que su papá. Eso lo sacó de mi familia, estoy muy segura.
-¿Qué huele tan bien aquí? -pregunto una vez estoy en la cocina, encontrando a mi esposo en delantal mientras nuestra hija lo abraza por la espalda.
-Hoy estoy haciendo ñoquis de papa con salsa blanca. Aún sigo con la masa. -Me responde él.