Siempre Juntos | Libro 1

UNO

Todo inicia en el primer día de clases.
Además de tener un horario no favorecedor, estaba la incertidumbre de saber si estaría en alguna clase con alguien conocido, no hay nada que más odie que conocer gente nueva. No por ser asocial o poco amable, sencillamente no se me da el entablar nuevas amistades.

Por eso mismo conservaba las mismas amistades desde los doce años, mis mejores amigas: Hazel, una rubia alegre y sin pelos en la lengua, todo lo contrario, a mí; y Azul es un poco más centrada, la pelirroja de ojos verdes es algo más parecida a mí, compartimos mismos gustos, por ejemplo: los libros.  

Hoy inicio el segundo semestre de la universidad, es febrero y un nuevo año parece saludarnos.

—¡Pequeña lunática! — alguien grita a mis espaldas y sin darme vuelta, se quién es.

—¡Teñida! —saludo de vuelta mientras giro mi cuerpo para verla acercarse a mí.

—No me digas teñida, mi cabello es natural— dice cuando está cerca de mí, toma mi cara entre sus manos y presiona mis regordetes cachetes con ellas, odio tanto que lo haga. —Dime por favor que tienes física ahora con el señor Rey.

—Sí, a las 11 ¿tú también? — no puedo evitar que la pregunta salga con tono de emoción y esperanza. Deseo tanto tener a cualquier conocido en todas mis clases.

—Justamente pequeña margarita, puedes respirar ahora; ya estabas un poco morada— ríe ante mi expresión de felicidad y me toma de la mano para guiarnos a una de las jardineras que están entre los edificios de la universidad.

Bueno tengo a Hazel para hacerme compañía en la clase de física, solo me faltaban tachar otras ocho materias más. Nos pusimos al corriente sobre las vacaciones, lo que hizo ella y lo que hice yo, que básicamente fue leer, ver series y salir por ahí a tomar fotos. En cambio, ella si que disfruto.

—No sabes lo lindo que era, además era un caballero— seguía hablando del chico que conoció en la playa donde viven sus abuelos maternos. —Y es inteligente, estudia ingeniería y es super atento.

—Y no lo volverás a ver. Vamos Hazel, siempre es lo mismo con tus romances veraniegos, todo es lindo, esplendido y maravilloso hasta que ellos quieren algo en serio y tú los mandas a volar—digo recordando las historias que me sabía de la rubia. Por menos creíble que lo fuera, Hazel era una fóbica el compromiso.

Ella pone de escusa a sus padres, ambos enamorados en la juventud que tomaron decisiones apresuradas; se casaron antes de tiempo y cuando vieron el error que habían cometido Hazel ya tenía ocho años. Su padre se mudó del país, no habla mucho con él y su madre, bueno su madre la alimenta, eso es lo que hace. Convive más con sus abuelos, cada vez que puede se escapa a la playa donde viven (queda a unas tres o cuatro horas desde la ciudad), y cada que puede conocer a un nuevo chico, lo hace.

—Tú si que me conoces, sabes que no creo en esa barata mentira del amor.

—El amor está sobrevalorado.

No es que no crea en el amor, yo amo a mi hermana, a mi madre, a mis amigas y amo a mi gato; pero ese amor del que todos hablan en los libros y telenovelas que ve mi abuela junto a mi madre y hermana, ese amor nunca lo he conocido.

—Mira lo que trajo el viento, una pelirroja muy verde— dijo Hazel sacándome de mi mente y haciéndome voltear hacía mi otra amiga que, efectivamente está muy verde.

—¿Es el día del duende y no se me notifico? — pregunte cuando estuvo más cerca. Llevaba un vestido verde ceñido a su silueta, un par de zapatos de tacón bajo también verdes y un sombrero verde.

—El verde resalta mis ojos y cabello, es el primer día de clases y quiero resaltar— se excusó mientras tomaba asiento a nuestro lado.

—Te hubieras puesto un cartel que diga: Teo, mírame, existo. Eso hubiera sido incluso más discreto— habló Hazel. —¿Por qué se supone que somos amigas?

—Porque me aman y porque soy genial— dijo la pelirroja haciéndonos reír. —¿Qué clase tienen ahora? Díganme que sociología con la loca de Vázquez.

—Mala suerte querida, tenemos física. Quién dice, a lo mejor tienes suerte y te toca de compañero a Teo— digo bromeando sabiendo su respuesta.

—¡Alai! Pensé que ya habíamos superado esto— dice Azul poniéndose de pie. —¿Qué no ven que no me hará caso? A él le gustas tú, Alai.  

—A mí no me gusta él y si ese tarado no se da cuenta de la tremenda chica que eres, que se pudra.



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Editado: 15.03.2018

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