De tantas vueltas y tantas insistencias por parte de mi hermana, hoy habia decidido acercarme a la chica que me gusta.
Desde muy temprano, antes de ir a la perfecta y querida escuela, me alisté lo mejor que pude.
Me cambié con mucho esmero.
Me peiné con entusiasmo.
Incluso, tomé desayuno con felicidad.
Luego, cuando llegué al salón, la vi: estaba sentada en un asiento diferente al de ayer. Eso significaba que había cambios de lugares.
Me emocioné, no les miento. Le rogué a los dioses que me colocaran cerca a ella.
En serio, mi esperanza estaba a mil.
Sin embargo, a ella le tocó otro asiento, junto a mi mejor amigo.
─¿Puedo cambiarme contigo?─le pedí.
Él, viendo mi interés, aún así se negó.
─Lo siento, André. Tengo a mi enamorada a mi lado.
Con cara larga, le dije gracias. Igualmente, no me desanimé porque de igual manera le iba a hablar hoy.
En el segundo recreo, me acerqué, saludándola.
Ella, Alessandra, saltó del susto y ni me miró. En cambio, me ignoró y siguió escribiendo.
Me entristecí. La chica que me gustaba me tenía miedo.