El tiempo pasa, y cada vez tengo más necesidad de conocerla más y más.
Ya van meses que me atrae esa chica hermosa.
Sin embargo, yo cobarde de matar mi amor idealizado, no me acerco lo suficiente a ella.
Tonto, tonto.
Esta vez, la vi en la cafetería. Trataba de comprar unas galletas de chocolate, de las que a diario consume; y con las que su boca siempre se mancha.
Había bastante cola y poco tiempo para que finalizase el descanso.
Entonces yo, creyéndome superhéroe en mi cabeza, me metí entre la muchedumbre de alumnos ansiosos por ser atendidos. Aplastado, logré alcanzar a comprar la dichosa galleta.
Luego, con disimulo, las coloqué en el bolsillo de su casaca.
Y me fui.
Cuando la vi, después, en el salón con una sonrisa satisfecha y una galleta en su mano, no pude evitar sonrojarme.