“…y me dijo que debía conseguir nuevos pisos, ¿puedes creer eso, Rosie? ¿Conseguir nuevos pisos? Qué estupidez.” Escucho las quejas de mi madre a través del teléfono. Al principio quería contactarme a modo de video llamada pero no le iba a contestar sintiéndome como un zombi en etapa terminal. Ella odia que beba, me lo dijo muchas veces y trato de mantenerlo al mínimo. Tampoco es que me la pase borracha siempre, no lo hago, tampoco me agrada pero anoche fue una excepción con la que no contaba.
No contaba con ver a Sander de esa forma y sintiéndome completamente vulnerable hacia él sin ser posible defenderme a mí misma. Podría haberle dicho cosas, podría haberme descargado pero fue tanta la impresión de verlo que mi mente se nubló y detesto cuando eso sucede.
Froto mi entrecejo con un dedo, como si eso fuera a calmar este dolor de cabeza mágicamente. “¿Y el punto de todo esto es…?”
“Preguntarte si traerás a alguien para la fiesta de compromiso, estoy haciendo la lista.” Ah, esa bendita fiesta.
Tomo una respiración profunda. “¿Qué tiene que ver el piso con esto?”
Mamá hace un ruido de exasperación. “Debo limpiarlos, pulirlos y dejarlos tan brillantes como pueda para que tu tía me tenga envidia. ¿No pusiste atención a todo lo que te dije?” Reprocha. Incluso a través del teléfono puedo ver su rostro arrugado y su brazo cruzado a través del estómago como siempre hace cuando algo la molesta.
“Sí, claro,” respondo ahogando un bostezo.
Una corta pausa se produce a través de la línea. “¿Qué te sucede? Te escuchas rara, ¿debo enviar a tu padre a buscarte?”
Suspiro. “No, déjalo en paz, estoy bien.” Intento cambiar el tono de mi voz para pasar su detector de mentiras pero es casi imposible hacerlo.
“No parece, soy tu madre no puedes mentirme.”
Me quejo en voz alta llevándome una mano a la frente. “¿Puedes hablar un poco más bajo? Mi cabeza duele.”
“Ah.” Parece entenderlo todo. “Te divertiste anoche, ¿verdad?”
Bufo antes de negar. “Si, fue muy divertido.”
“Espero que no tanto.”
“No, ¡qué va!” Exclamo corriendo un poco la cortina para que la luz no sea tan fuerte. “Escucha ma, pensaré lo del más uno y te lo haré saber más temprano que tarde.” Camino por la habitación vacía. Estoy segura que Elsa está en la biblioteca, dice que le gusta ir temprano porque no hay tanta gente un sábado a las siete.
“Bien, pero no pretendas olvidarte, te estaré presionando esta semana,” advierte y sé con seguridad que así lo hará. Siempre lo hace hasta conseguir lo que quiere.
“Aham, los quiero,” me despido.
“¡George!” Grita llamando a mi padre y debo separar el teléfono de mi oído por el volumen. “¡Dice adiós!” Escucho la voz de mi padre a lo lejos y luego un saludo compartido de ambos. “¡Te queremos, hija! Cuídate.”
. . .
Apenas salgo del edificio de dormitorios me encuentro con Logan, sentado sobre uno de los bancos cercanos. En el momento en que sus ojos se cruzan con los míos, el chico sonríe y se levanta de inmediato caminando hacia mi encuentro.
Levanta una pequeña bolsa de plástico con una botella dentro. “¿Qué es esto?” Pregunto acomodando los lentes de sol que tomé prestado de Elsa, sin que ella lo sepa.
“Me dijeron que ayuda con la resaca,” responde cruzando los brazos sobre su pecho.
“Gracias.” Aclaro la garganta. “Por esto y por traerme al dormitorio anoche.”
Niega despacio. “Deberías agradecerle a Ford, defendió tu honor anoche.”
“¿Lo hizo?” La mención de Ford en una frase referida a mi honor va a ser siempre un gran tema de conversación.
“Deberías haber visto como golpeo a ese sujeto.” Suelta una risita. “Tuve que detenerlo antes de que todo termine en un gran desastre.”
Supuse que algo así había pasado pero ahora que escucho la confirmación no deja de sorprenderme. Creo que es la primera vez que ha hecho algo así por mí. Es la primera vez que alguien golpea a alguien más por mí y no sé cómo sentirme al respecto.
“Ford no parece el tipo de persona que hace eso.”
“No lo hace,” asegura. “Pero ese sujeto empezó a decir cosas, se notaba bastante ebrio, le advertí que se callara y luego Ford salió detrás de mí y le dio un puñetazo.” Se detiene un segundo. “Aunque, entre nosotros, se lo merecía,” explica colocándose de tal manera que el sol no dé directamente a mi rostro.
“¿Puedes olvidar todo lo que pasó anoche?” Eso sale casi como un ruego. “No debiste presenciar eso.”
Frunce el ceño, mostrándome su descontento. “¿Por qué lo dices? Estoy molesto, no planeo olvidarme de la cara de ese tipo.” Tiene que dejar de decir cosas así, mi corazón no deja de correr. “¿Estás libre ahora?”
Asiento. “Sí, quería caminar un rato, tomar aire.”
“¿Te importa si te acompaño?” Le doy una sonrisa afirmando que la idea me agrada de verdad.
“Vamos.”
. . .
“Siempre quise ver un koala, ¡son tan lindos!” Exclamo con emoción. He visto tantos documentales de esos pequeños animalitos y en cada uno de ellos no puedo evitar anhelar el abrazarlos con fuerza.