Siempre tuyo, princesa Aurora

Capítulo 1

Hace cuatro meses cumplí diecinueve años y mis padres me dieron la noticiosa que me iría a Nueva York a estudiar en la universidad de Columbia. Literalmente esa noticia me mato de un infarto por largos minutos, quedándome en shock, hasta que finalmente me reusé a ir.

Intente convencerlos de que mi vida estaba en España, pero mis adorables padres me dijeron que no había ninguna excusa que les podría hacer cambiar de decisión. Para evitar el tremendo berrinche que iba hacer, me llevaron a comer a McDonald’s por el simple hecho que adoraba ese sitio.

No es bueno soltar una bomba en el que se supone que sería tu día de celebración porque arruinaron todo mi día, sin embargo, trate de aceptarlo y dejar el tema, aunque no estuviera emocionada.

Como cualquier adolescente normal, este día celebraría con una gran fiesta llena de amigos, trago, comida y música que rompen los tímpanos, pero no era mi caso. Prefería reunirme con mis padres ya que les consideraba como los mejores amigos de la vida porque sabía que nunca en la vida me defraudarían; podía confiar en ellos ciegamente.

Después de ese día infortuno, mi padre volvió a Estados Unidos y mi madre y yo nos quedamos para arreglar mis cosas para mi próxima mudanza. (Mi mama es española, mientras que mi papá es canadiense). Mamá me llevo en la abuela para pasar el resto de las vacaciones, en la cual fue divertido ya que aprendí a cocinar una nueva receta, a tejer una boina que llevaría a Nueva York y obviamente a jugar bingo. Ja, sí sé que es aburrido, pero yo lo disfrutaba a lo máximo.

Trataba de no pensar en mis próximos días que estaría en un avión y no volvería a casa durante mucho tiempo. Pero la maldita idea se metía en mi cabeza a cada instante y sentía tristeza dejar mis charlas en el albergue para niños, mi madre, mi casa y lo peor… iba a abandonar a mi mejor amigo.

Una mañana la abuela me llevo hacia el sótano de la casa y saco un álbum de fotos que estaba polvoriento, con curiosidad lo limpié y revisé. Era mis padres, aunque más jóvenes.

  • No entiendo que fallo en su relación, parecía que se amaron desde el primer momento que se vieron.

Pongo los ojos en blanco. Para mí, el amor a primera vista no existe; discrepo totalmente con esa absurda idea de cuento de hadas. La realidad es totalmente diferente.

  • El amor a primera vista no existe, abue. Además, ellos terminaron separándose y se llevan mejor que nunca ahora como amigos. Tal vez no eran el uno para el otro.
  • Supongo que eran tan iguales que terminaron viendo que su amistad estaba disfrazada por amor – dice con voz calmada.

Me mira a los ojos y me acaricia las majillas con sus manos arrugadas.

  • Niña, sé que estas triste porque te iras, pero podrás conocer otro mundo, otra nueva sociedad, nuevas personas, nuevas culturas que terminaras disfrutándolo. Tal vez termines enamorándote de algún estadunidense.
  • Abue… ya te dije, me quedare solterona con un niño adoptado. No quiero depender de nadie. Quiero ser yo y mi libertad.
  • Uno no sabe lo que el destino nos tiene preparado – Camina hasta la puerta – Puede que en el futuro esas palabras ya no tengan sentido para ti.

Con eso se va dejándome sola en el sótano. Paso y paso las pagina observando las fotos de felicidad de mis papas. Todavía recuerdo la historia que mi madre me conto cuando se conocieron.

Mi madre estaba en España trabajando de secretaria en la pequeña empresa que mi padre formo con sus mejores amigos. Un día de esos todos los empleados empezaron a rumorear que el jefe iba a llegar en tres días. Todos empezaron a sentir curiosidad de como seria este “gringo”, la mayoría (incluyendo mi madre) pensó que sería arrogante. Cuando llego y vio a mi madre prácticamente se congelado. Empezaron a salir por un año, hasta que le pidió matrimonio y se la llevo a Estados Unidos. Un año después me tuvieron, sin imaginar que tiempo más adelante se darían cuenta que su amor estaba disfrazado por el cariño que ambos tenían. Cuando tuve siete años, decidieron divorciarse, pero prometiéndome que siempre estarían conmigo, y así fue, nunca se separaron de mí.

Pasaron dos años para que papá se volviera a Estados Unidos a iniciar un nuevo proyecto que era una nueva ambición para todos de los de su compañía; aunque nos veíamos siempre por Skype o venia dos veces al mes no era lo mismo y eso me volvió insegura ante mis compañeros de clase, así que jamás intente hacer amigos; me encerré en mi pequeño mundo hasta que mi tía Doris me llevo al orfanato de niños y comencé a hacer charlas, dinámicas y sobretodo, lleve mucha alegría a mis pequeños angelitos.

Pasaron los meses y el terrorífico día de partir llegó. Más que obvio me sentí muy triste y tratando de aguantar las lágrimas cuando mamá me abrazo diciéndome lo orgullosa que estaba de mí, que iniciara hacer nuevos amigos y que disfrutara de mi juventud. Julián y la abuela también estuvieron ahí.

  • No llores mi princesa – susurro en mi odio Julián – Tal vez pueda darte alguna sorpresa.
  • No hay sorpresa que valga. Tu estarás aquí y yo al otro lado del mundo – me muerdo el labio para no llorar.
  • Tu eres mi mundo entero.
  • Tú también lo eres.
  • Muy bien chicos, están llamando a los pasajeros de nuestro vuelo. Es momento de irnos – dice papá mirando a las pantallas de los vuelos salientes.




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