PRÓLOGO
Nora
Un pitido en mis oídos suena muy fuerte tanto que me hace volver a cerrar los ojos los que duelen una barbaridad, mi cuello lo siento entumido, no puedo moverlo, no siento mis piernas y el dolor en mi espalda es casi inhumando.
¿Dónde estoy? No siento que conozca este lugar, se siente extraño, desconocido, esfuerzo mis ojos para que se abran, lo intento una vez no lo logro, a la segunda tampoco, frustrada lo intento una vez más y ahí es cuando me encuentro con un techo blanco.
Al momento mi sentido del olfato también se activa, huele horrible, huele a hospital, ¿acaso estoy en uno? ¿Por qué estaría en uno? Si ayer me encontraba en cine con mi hermana menor, luego me fui a casa donde me esperaba mi creído novio. ¿Cómo salte eso a estar en un hospital? Seguramente mi mente me está pasando una mala jugada. Debo de estar sumergida en un horrible sueño, una pesadilla de esas que muchas veces tenía por comer demasiado chocolate mientras observa las orquídeas de mi jardín.
Decido despertar de esta pesadilla, no me gustaban los hospitales, por eso una vez más cierro los ojos, cuando los vuelva a abrir mis ojos ya no verán ese techo blanco. Me extraña que el feo olor no se vaya.
Al abrir nuevamente mis ojos se encuentran con el techo nuevamente, ¿qué está pasando? ¿No es un sueño? La única manera de saberlo es moviéndome. Frustrada muevo mi cuerpo, mi corazón se acelera cuando este no se mueve. Respirando profundo mi celebro le manda señales a mi cuerpo para que se mueva, este nuevamente no las reconoce, me empiezo a asustar, esto debe ser una pesadilla, eso es aún estoy en ella, por eso no puedo moverme.
—Perdón por demorar en regresar —una voz de hombre llega a mis oídos.
No reconozco la voz, la persona que está hablando, no tengo idea de quién es, no logro relacionarla con ninguno de los rostros de los hombres que hacían parte de mi vida.
—Te he pensado mucho… —¿me está hablando a mí? Que importa si me habla o no, él es parte de esta pesadilla.
—Además, te he traído una orquídea, la he robado del jardín —¿Orquídea? Me conoce, son mis flores favoritas, ¿por qué no reconozco la voz?
Desesperada lo único que me queda es hablar, preguntar quién es y dónde estoy.
No escucho mi voz, es lo primero que pienso, estoy hablando y no me escucho, ahora si me estoy asustando. Ahora sí, estoy desesperada.
—Nora, tienes los ojos abiertos —la voz suena más cerca y aturdida —Los tiene.
Una persona desconocida está frente a mí ahora mismo, ¿quién es? ¿Por qué sabe mi nombre? Y lo más importante ¿Qué está sucediendo?
—¡Enfermera, doctor, doctor, enfermera! —grita.
Sus gritos me confirman que estoy en un hospital, ¿qué me ha pasado? Dónde está la gente que conozco.
Un hombre con mucho más años que el hombre anterior se acerca.
—¿me escuchas Nora? —tiene voz de doctor.
No puedo hablar, lo que se me ocurre es mover mis ojos para tratar que me entiendan.
—¡Está despierta, no lo puedo creer! —Es un asombro que haya logrado abrir los ojos —Tranquila Nora, sufriste un accidente y acabas de despertar del viaje más largo de la vida.
¿El viaje más lardo de mi vida?
—No… —escucho algo parecido a mi voz —¿Q… ha? — no puedo decir una frase completa.
—Tranquila, estás despierta, solo eso te debe importar.
Mis ojos no dejan de moverse, no hay nadie a la cual conozca, lo que me causa mucha preocupación, ¿mis padres? ¿Mis hermanos? Y…
—No te esfuerces —debo de hacerlo.
Tomo el aire, todo el que puedo para, necesito atrapar todas las fuerzas que pueda para poder decir una frase.
—¿Liam? —es lo único que puedo decir, sin embargo, nadie me dice nada, solo escucho silencio.
—Ya lo llamo —la primera voz que escuche habla después de un largo rato.
No me siento bien y ahora no solo es físicamente, también en mi interior, algo no está bien.