Capítulo 1
PARTE 1
Nora
“Comenzando”
Ahora solo tengo conocimiento de una palabra, miedo, es aterrador comenzar con mi vida nuevamente. Cierro la puerta de mi casa, respirando profundo, suelto la manija para enfrentarme a este lugar, que si me resulta conocido, pero no se siente igual, ya no es familiar, al menos no como debería de ser. Pareciera que algo faltara y no sé qué es y por alguna razón descubrirlo me causa ansiedad.
Cada detalle de la casa es el mismo, las cortinas siguen igual de rosadas, las paredes no han perdido su color pálido y los muebles no se han movido un solo centímetro, sin embargo, quiero salir corriendo. ¿Será que aparte de mis recuerdos también se fueron los sentimientos? Esa pregunta ha estado rodeando mi cabeza por muchos días, pareciera que simplemente se me ha olvidado amar. Sé que amo a muchas personas, pero no lo siento y eso me está matando.
Al sentirme tan perdida y desubicada, mis pies actúan con vida propia en busca de mi habitación, el lugar más íntimo que alguien puede tener tal vez ahí si encuentre esa seguridad que tanto me hace falta y espero también recoger los pedazos de mí que están perdidos.
Una pared azul hace que me detenga, mi corazón me anuncia que algo importante se encuentra dentro de ese dormitorio, mis dedos blancos y pálidos empujan con temor la puerta.
Mi alma se desvanece una vez más, por eso mis piernas pierden fuerza y me veo obligada a apoyarme en la manija de la puerta. Acabo de caer en medio de mar norte sin ir allá. Una tormenta desatada y una niebla profunda amenaza con partirme en dos.
La habitación de Nate está enfrente de mí. La habitación de ese hijo mío que tanto desee y del cual no me acuerdo hace que me sienta culpable, al él más que a nadie, debo amar sin necesidad de tener recuerdos, sin necesidad de cuestionar ese amor, sin embargo, no entiendo qué pasa conmigo.
—¿Tan mala madre soy? —le pregunto al silencio despiadado que me acompaña —. ¿O es que tengo deudas pendientes en esta vida de las que no tengo conocimiento?
Mi repuesta en un fuerte viento que hace que las ventanas suene fuertemente —La vida sí está enojada conmigo —sonrío con cinismo.
Ningún detalle que adornan este cierto azul se me es reconocido, por esa misma razón cierro la puerta fuertemente y voy a donde debí llegar antes. Una siesta no resolverá mi vida, pero al menos me sacará de mi patética autocompasión unos segundos.
El timbre insistente me hace abrir los ojos, mi hijo está aquí, lo que a pesar de todo me llena de algo, quiero amarlo tan profundo que tenerlo conmigo me debe de ayudar.
—Buenas noches —uso un tono de voz del que hago uso cuando estoy en crisis —¿Cómo estás, Liam? —y le sonrío tan ampliamente como cuando éramos solo amigos, hace muchos años
—Muy bien —la serenidad y confianza que expresa Liam conmigo me muestra claramente que él no tiene ningún tipo de remordimientos y dolores del pasado. Yo dejé de ser parte de su vida hace mucho tiempo y no sé si de verdad algún día estuve en ella—. El tráfico estuvo muy pesado, me demoré más de lo acordado.
¿Yo amé a este hombre? Mi cabeza inmediatamente grita que no solo lo amé, sino que lo sigo haciendo y porque mi corazón no siente nada.
—Pasa por favor —me aparto para que entre.
Nate, ese hermoso bebé, me mira emocionado, sus brazos se extiende hacia mí, lo recibo abrazándolo y entiendo que en este pequeño cuerpecito está mi verdad. Cierro los ojos y absorbo su olor, y si lo siento, aquí está mi lugar.
—Nora —Liam comienza a hablar muy rápido —Debo de admitir que tu salida de mi casa me tomo por sorpresa, si pudiera decidir te quedarías con nosotros todo el tiempo posible —respira profundo —Lo que en verdad quería decirte es que no temas a llamarme, voy a estar disponible para ti las veinticuatro horas de día —se acerca y toma mi mano, espero con ansiedad aquella punzada en mi corazón que tanto recuerdo, pero no llega—. Y no solamente por algo de nuestro hijo.
—Suenas como una buena persona —comento mirándolo a los ojos —El tiempo paso en ti, Liam.
—Alguna vez te dije que de mí no esperes amor —cuando él aprieta mi mano yo abrazo más a mi hijo —Perdóname, no fue de caballero haberte dicho eso.
—Lastimosamente, eso si lo recuerdo —solo me queda reír —No tienes que seguir pidiéndome perdón, Liam.
—Yo debo arrastrarme a tus pies, no sabes la culpa que he sentido todos estos meses.
—En realidad culpar a alguien no va a hacer que se borre el pasado ni que mis recuerdos vuelvan Liam.
—Perdón —repite, ahora no puedo evitar las lágrimas fugitivas en mi cara —. Me equivoqué en todo.
Me abraza y yo dejo que lo haga, sus brazos siguen siendo cálidos, como una fogata en medio de la helada nieve, pongo mi cara en su hombro, queriendo recargar ahí todo este dolor, miedo e incertidumbre que están acabando con esta versión de mí que no conozco.
—Liam, siempre has sabido amar —hablo lentamente —Solo que yo no era a quien debías amar —los ojos vigorosos y llenos de vida de su mujer los veo en mi mente, y la verdad, no puedo sentir rencor por aquella mujer.