Un año había pasado desde la guerra.
El campo donde se libró la última batalla ahora era un santuario. Árboles jóvenes crecían donde antes hubo fuego. Flores silvestres cubrían las cicatrices de la tierra. Pero el silencio que reinaba no era de paz… era de memoria.
Los druidas, tras la destrucción de Belsac, vieron cómo sus anillos desaparecían, y con ellos, sus poderes. Como si la tierra les susurrara: su ciclo ha terminado. Rebeca, Clarisa, Astrid, Valeria, Marlen y Jorge regresaron a sus vidas. Clarisa y Rebeca retomaron sus estudios, cada una realizándose en su propio camino. La relación entre Rebeca y Jorge floreció; estaban comprometidos y, en un año, se casarían. Marlen y Manuel decidieron irse a vivir juntos. Luisa, marcada por la experiencia, fundó un centro de defensa personal que tuvo gran éxito, pues muchos la recordaban como la guerrera valiente.
Las dríadas, por su parte, no salieron ilesas. Aunque lucharon por redimirse, la corrupción que alguna vez abrazaron dejó marcas profundas. Nymira desapareció en el bosque, consumida por su propia magia. Virelya fue hallada sin vida, rodeada de sus plagas, como si el caos la hubiera reclamado. Elaris se convirtió en parte del bosque, su cuerpo fundido con las raíces. Zyreth y Kaelira vagaban aún, sombras de lo que fueron. Solo Thalindra y Sylmara permanecieron visibles.
Jimena, pidió una última reunión. En un café del centro del pueblo, Rebeca y Clarisa llegaron. No hubo abrazos. No hubo lágrimas. Solo miradas cargadas de historia.
Jimena entró cojeando, apoyada en un bastón. Había sufrido una fractura durante la batalla.
—No vine a pedir perdón. Lo único que quiero decir es que me arrepiento de no haberlas escuchado. Hoy libro una batalla personal. Mi enojo contra mi padre, sin razón, me cegó. Ahora vivo sola, en un departamento que renté a las afueras de la ciudad. Dejé la escuela y estoy trabajando para seguir adelante. Tengo secuelas de mis decisiones —dijo Jimena con voz firme—. Solo quería cerrar lo que alguna vez fue.
Rebeca asintió, sin emoción.
—La confianza no se recupera con palabras.
—Ni con batallas ganadas —añadió Clarisa, cruzada de brazos.
Jimena bajó la mirada.
—Lo sé. Pero necesitaba que lo escucharan de mí. Que supieran que… no me escondo.
Hubo un largo silencio. El viento movió las hojas como un susurro de despedida.
—Entonces ya está —dijo Rebeca finalmente—. El ciclo se cierra aquí.
Jimena asintió. Dio media vuelta y se alejó. No miró atrás.
Rebeca y Clarisa se quedaron un momento más, en silencio. Luego, también se marcharon.
Y así, el mundo siguió girando.
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Editado: 18.06.2025