MELANIE
La cama parecía más incómoda que otras veces, las cosas que rondaban por mi cabeza no me dejaban descansar en paz, el dolor insaciable del cerebro me comenzaba a cansar y mi estómago crujiendo era peor. Ese chico, parecía sentirse muy importante, comenzaba a hacerme sentir desconfianza eminente; nadie, ni siquiera por muy fuerte que sea, te invitaba hacer las cosas que es chico hacía, sin ningún prejuicio.
Miré la ventana, el reflejo de la luna entre las nubes me causaba un efecto sofocante, el ver como la aprisionaba y la cubrían, me hacía sentir igual, pero era solo una apariencia, ya que la luna estaba realmente más lejos que todas esas nubes que querían cubrirla...
"El clima era pesado y frío. La niebla y el olor a gas me inundaban de golpe. Caminé sobre la acera sin realmente moverme, la calle se hacía más larga y el zumbido en mis oídos me molestaba demasiado. Todo se hacía pequeño, menos yo. Un par de brazos se extendían a mí alrededor, queriendo ayudarme de algún modo a salir de la niebla, pero todo se hizo oscuro" Abrí los ojos; de pronto mi despertador sonó y supe que estaba atrapada en una pequeña pesadilla. Con un golpecito en la mesa de noche la máquina dejó de hacer ruido, me moví un poco. Me estiré con plenitud; me sentía estresada de todas las maneras posibles, cansada de esto y de aquello.
Me senté junto a Beth en el autobús, mirando sus facciones y la forma en que mascaba su goma. A veces ese era mi mayor entretenimiento: ver a Beth mascar cualquier cosa o ver los gestos de asco que pronunciaba, ante todo. Beth me miró y me regaló una media sonrisa.
En el comedor, solo tomé una ensalada; aún me sentía somnolienta y nauseabunda. Tomé asiento con Beth y logré apartar mi mente un momento.
—Tengo noticias —Le dije, murmurando con desgano.
—¿Y cuáles son? —Frunció el ceño, tratando de comer lo que habían preparado hoy. Parecía papilla, pero tenía un color verdoso.
Olía muy mal.
—Tenemos un chico más para el plan —Le relaté con emoción, moviendo las manos sin coordinación.
—¡Genial! —exclamó, sin ningún tipo de interés real a lo que había dicho.
—Tendré que hacer una nota para decirles que nos veremos en el aula de limpieza —susurré mientras sacaba una hoja de papel de mi bolso, pero Beth me detuvo en un instante.
—Creo que no será necesario, ellos ya saben cómo nos reuniremos —Guiñó un ojo.
Asentí.
Me recargué sobre mi mano, severamente cansada; sonó el timbre y noté que no comí la ensalada, fui directo al trabajo de nueva cuenta, ha esperar las últimas dos horas para salir y reunir al grupo.
Solo esperaba que hubiese rostros nuevos, aparte del chico que dijo Antuan. Me dirigí rápidamente al aula de limpieza, sin que me pudiesen ver, escabulléndome muy bien por los pasillos; estos guardias eran muy tontos o no les interesaba mucho su trabajo. Solo estaban la pequeña Perla y Beth dentro.
—¡Hola chicas! —saludé con entusiasmo, ambas me saludaron sin ánimos.
Fruncí el ceño.
—¿Crees que vengan? —preguntó Beth, mordiendo su uña del dedo meñique.
—Eso espero —Tomé asiento.
Froté mis ojos un par de veces, el suelo estaba un poco más frío de lo habitual. Se abrió la puerta y volteé. Entró Antuan y sentí una presión en el pecho de desconfianza, pero logré ignorarla de inmediato. Atrás entró un chico sonriendo, era sin duda más alto que él, de cabello castaño ondulado o tal vez chino; su mirada era muy seria y audaz, él me inspiraba confianza, se le veía que era un chico excepcional.
—Hola, mi nombre es Marcus Smith, tengo dieciocho años y quiero ayudarles con su plan —soltó con una voz clara y aterciopelada, lucía optimista, y al menos tenía modales.
—Hola soy Melanie, ella es Elizabeth y ella es Perla —Le dije, él saludó de mano a las tres, con educación.
Parecía muy alegre y dulce.
Tomó asiento, Antuan me dirigió la mirada y yo traté de evitarla. Todos ponían atención a Beth mientras explicaba el plan, para que escuché el chico nuevo... no supe ni qué había dicho.
—¿Qué es lo que sabes hacer? —Le preguntó Beth al chico, con una media luna. Él se aclaró la garganta:
—Sé manejar armas, y podría enseñarles si es lo que quieren —propuso cordialmente, Beth le sonrió, él le correspondió más pronunciado.
Pude ver química de inmediato, sin embargo, eso me hizo sentir miedo por algún motivo extraño.
—Me parece perfecto, ¿pero en dónde conseguiremos armas? —pregunté; Antuan puso los ojos en blanco, sé que odiaba mis preguntas.
—Eso lo puedo arreglar yo —pronunció con una alta prepotencia en su tono de voz. Todos lo miramos, Marcus solo sonrío negando.
—¿Y de dónde las robarás? —preguntó Perla, aterrada con la idea, pues los ojos se le abrieron demasiado y se le notó su palidez altamente elevada.
—De todas partes, los guardias son demasiado descuidados —dijo seco, sin importancia.
Se cruzó de manos, en un instante dado.
—Solo tendremos que buscar un lugar para practicar —mencioné.
—Tengo el lugar perfecto —añadió Marcus, sonriente, mientras rascaba su melena castaña.
—¿Qué lugar pretendes? —inquirió Beth, cruzándose de brazos, pero sin molestia.
Raro en ella, sin duda.
—Después del trabajo, nos vemos todos en la salida, cada uno en diferentes cuadras. Al llegar a la séptima calle, nos reunimos para ir al lugar... ¿está bien? —anunció con dureza.
Vaya que Marcus tenía ganas de actuar, era el único que parecía tomar en serio todo esto, tanto que pude ver un líder reflejado en sus ojos. Todos asentimos, y nos marchamos a los autobuses sin cuestionar.
Me temblaba todo el cuerpo del miedo que me estaba consumiendo, la palabra muerte era la única que visitaba mi cabeza. Todos moriríamos por esto, no íbamos a ser los únicos, miles de personas morían alrededor del país solo por esto y cosas más insignificantes. Eso no me tranquilizaba, me hacía sentir peor de hecho. En cuanto levanté mi cabeza para llegar a la calle de cual habíamos hablado, solamente pude ver a Antuan ahí parado.
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Editado: 19.02.2025