MELANIE
Los domingos los guardias no estaban muy al pendiente de los movimientos del lugar, seguramente sería la resaca, y nos era más fácil irnos.
Beth y yo dábamos pequeños pasos, estábamos tan nerviosas que ni hablábamos.
Nos detuvimos a punto de llegar, para poder regular nuestro respirar.
—Muy pocas veces puedo admitir que estoy asustada —Me dijo tomando aire, y pasando la saliva—, ahora mismo creo que me haré encima.
Realmente no sé a qué le temía, si a morir o a ser torturada, pero a lo único que yo le temía era a que eso le pase a ella, no a mí.
—Supongo que el temor es normal.
Asintió. Seguimos caminando, esta vez más tranquilas. Ya todos nos esperaban.
—Llegan tarde —anunció Antuan sin mirarnos.
Marcus y Perla se centraron en mi cara amoratada, y es que, aunque había desaparecido un poco el golpe, seguía siendo visible.
—¿Qué te sucedió? —inquirió Marcus, entonces me sentí alagada al que se haya preocupado por lo que me había pasado.
Me quedé callada un momento:
—Tuvo un conflicto —contestó Beth sin apuro, metiéndose una goma de mascar a la boca.
Marcus levantó una ceja a mí y asentí, después sonrió a Beth, pero ella no lo notó. De pronto la mirada de Antuan también se clavó en mí, bueno en mi nariz, medio magullada.
—¿Recuerdas el rostro del guardia que te hizo eso? —preguntó, captando las miradas de todos.
Mi sorpresa fue nata, nunca me había dirigido tan directamente la palabra.
—Jamás mencioné que un guardia me lo hizo —Fue mi contestación.
"¿Ahora también hacía suposiciones?"
Miraron a Antuan, Beth hizo una bomba que explotó al instante y nadie dijo nada.
—No creo que te lo hayas hecho sola —Se defendió y cerré los ojos.
—No fue la gran cosa —dije, y era cierto, cosas peores me habían pasado anteriormente.
Dio tres pasos a mí, y yo di dos atrás.
—Solo quiero verla —sonó sutil y delicado.
Sentí su aliento cálido en mi rostro y pasé la saliva de golpe. Beth se colocó a mi lado de un salto.
—¿Ahora también eres médico? —inquirió, pero no hubo respuesta a ello.
Antuan tomó con delicadeza la punta de mi nariz. Apreté los dientes. Me giró un poco la cabeza y asintió, pero no me dijo nada.
—Mañana estará mejor —Señaló, y de pronto se alejó, tan rápido que casi extrañé su calor.
Confirmé.
Beth hizo otra bomba, que estalló y me sobresalto.
Y justo en ese momento llegaron un par de mellizos, que se miraban demasiado distinto a la noche anterior.
Marcus se alertó, Antuan se puso rígido y de inmediato sentí todo pesado.
—Los he invitado —hablé rápidamente.
Parecía que nadie estaba contento con mi decisión, y claro que me sentí fatal. James intentó acercarse, pero todos parecían sin ganas de conocerlo.
—Él es James —Lo presenté yo misma, me acerqué a él y le sonreí—, sé que tomé la decisión sin consultarles, pero confío en él.
—¿Y qué hay de ella? —preguntó Perla, señalando a Katherine que seguía pasos atrás.
Ella llevaba un peinado impecable, olía muy bien, aunque sus tacones eran cortos, parecían pesados. Su cabello brillaba al igual que su ropa.
—No le dan otro tipo de ropa —mencionó James al notar el descaro con el cual mirábamos su atuendo.
Un pantalón entallado y una blusa, que casi no dejaba nada a la imaginación.
—¿Por qué? —preguntó Beth, y me sentí mal. Ella ya sabía porque, pero como siempre quería que lo supiera todo el mundo.
—Soy del burdel —dijo sin vergüenza—, o sea que me acuesto con quince tipos al día.
Se cruzó de brazos, y giró la vista a otro lado.
—No es verdad, no le crean —añadió James, más triste que molesto—, solo son cinco. —añadió, como si fuera menos malo. Y tomó el brazo de su hermana como en consuelo. Ella se arrebató.
El silencio de nuevo, seguramente es horrible vivir así.
—Podemos seguir entonces —alentó Marcus, dando una sonrisa a todos—, no hay de qué preocuparse.
Marcus parecía ser el único que podía notar más allá del rostro de alguien. Su fortaleza, o su alma, siempre nos brindaba una sonrisa, sin importar qué.
Seguimos sus pies, adentrándonos en el lugar húmedo. James parecía querer ayudar a su hermana, pero cada que este extendía la mano para tomarla, ella se arrebataba para que él no la tocase.
—Puedo sola —La escuché susurrar más de tres veces.
Sus pequeños tacones se hundían entre la humedad del suelo lodoso, y parecían que se volvían cada vez más pesados.
Perla le tomó el codo, y sonrió.
—Te sostengo —Guiñó.
Aunque le llegaba al hombro parecía ser de buena ayuda, y de un momento a otro, se le cambió el semblante a Katherine, parecía confiar en la pequeña.
Miré a James, y di un salto a su lado.
—Está molesta —Me dijo sin que se lo preguntará—, la apresuré demasiado —soltó una pequeña risotada marcando su hoyuelo derecho.
De nuevo me vi obligada a mirar a su hermana y los pequeños hematomas que sobresalía de su piel que dejaba al descubierto de su blusa por arriba del pantalón. Está chica odiaba el contacto masculino de cualquier hombre, así sea su propio hermano. Lo noté al ver como sí recibió a Perla.
El olor del túnel era un poco insoportable hoy, cubrí mi nariz un poco por el hedor desagradable.
Al llegar a la cabaña di un suspiro, como si se tratase de mi nuevo hogar. James siendo observador cubrió con sus ojos grises todos los rincones visibles del lugar, y Katherine, por otra parte, tomó asiento en un sofá sucio. Con un par de movimientos de sus delgados dedos se deshizó de los zapatos, dejando a la vista un par de pies perfectamente cuidados y limpios.
—No les importa ¿cierto? —dijo, sobando la planta de estos. Beth hizo una mueca dándose la vuelta para ver a otro lado.
—No te preocupes, esa subida cansa a cualquiera —anunció Marcus en broma. Nadie rio.
Ni siquiera yo que lo habría hecho por compromiso.
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Editado: 18.07.2025