Siete fases de la muerte

PRUEBAS

MELANIE

—¡Vamos chicos! —alentó Marcus aplaudiendo.

Los ejercicios que ponía no nos dejaban ni respirar, y es que no estábamos acostumbrados a ello. Aparte de estar levantando rocas, lanzarlas y volver a ello con forma repetitiva, tocar cada línea que Marcus plasmó en la tierra. Realmente me estaba matando.

El hormigueo en mis piernas se elevó al máximo, el ardor y el sudor me quemaban el cuerpo, aparte de que sentía que apestaba a vaca, claro, así como Moly.

Habíamos conseguido un poco de pan antes de venir, gracias a ello pudimos entrenar algo.

—Descansen —anunció Marcus, ya sin aliento.

Todos se dejaron caer cuan piezas de dominó, mientras Katherine nos miraba desde la entrada de la cabaña, estaba dolorida por su trabajo de anoche. El olor al parecer no solo lo tenía yo, sino que, todos a mí alrededor.

—Si tu entrenamiento funciona, espero seguir viva para cruzar las fases —Bromeó Beth, quitando su cabello pegado en su cuello, a causa del sudor.

—Solo es cuestión de acostumbrarse —contestó Antuan, que parecía un poco menos alterado que nosotros.

Beth se hizo un chongo, con ayuda de Marcus. Desvié mi vista a otro lado, el sitio parecía verse más grande hoy, pero solo era la ausencia de hojas en los árboles.

—¿Quieres un poco de agua? —ofreció James, estirando su botellón a mi lado.

—Gracias —Bebí con fuerza por lo seca que tenía la garganta. Lamenté que el agua estuviese tibia y no fría, ya que no hacía un gran trabajo en mi boca. Le devolví el botellón con una sonrisa, limpiando el agua de mi barbilla con el dorso de mi mano.

—De acuerdo, de nuevo —ordenó Marcus, haciendo marchas al entrenamiento.

Mi pereza no me ayudaba en nada, ya no quería correr, ni hacer sentadillas y menos patear nada. Quería dormir, dormir hasta morir.

—Basta Marcus —Me quejé, entre en medio de una voz aguda—. Me muero del cansancio.

Él detuvo su trote, y miró a los demás, percatándose de que no era la única que moría del cansancio. Respiraciones irregulares, y los jadeos se escucharon cuando todos se detuvieron.

—Está bien, vayan a ducharse —Puso los ojos en blanco—, vayan al lago —Señaló la lejanía, por los árboles del bosque.

—P-pero —comenzó Perla, levantando la mano—, mujeres primero, ustedes no tienen que ducharse en donde nosotras lo haremos —replicó de inmediato.

Miré a Beth encogerse de hombros, y a Katherine asentir, ya que se había acercado hace unos minutos.

—Sí, sí. Vayan —apuntó Marcus, moviendo las manos. Caminamos por unas mantas y un trozo de jabón que Katherine trajo, miré a Beth de reojo y me acerqué de a poco.

—Hola —saludé como si nada. Me miró y sonrió.

—Creí que jamás me volverías hablar —dijo acercándose dos pasos a mí.

Sentí la mejor paz dentro de mí al sentir su calor alrededor de mí, me sentí completa.

—Perdóname, por todo.

—La que debe perdóname eres tú, sé que a veces actúo muy mal, pero me cuesta trabajar en eso —soltó, tomando mi mano con cautela—, no volvamos a discutir por tonterías, quieres.

Asentí, abrazándola por los hombros.

—Me duele todo, y hablo de todo —Se quejó, señalando su trasero.

—Marcus nos terminará matando a todos —Reí.

El lago no estaba tan lejos de la cabaña, unos cien metros más o menos, el agua era cristalina, incluso pequeños peces y piedras redondas salían a flote. Beth sacó su camiseta sin atracos, seguido de sus pantalones y ropa interior, dejando ver todo lo que yo temería que vieran.

—¡Beth! —Le reprendí.

—Somos chicas, todas tenemos vagina, Mel —Y se metió al agua, de inmediato enjabonando su cuerpo.

Perla la miraba chapotear, y la segunda en animarse fue Katherine. Su suéter de brillantes relució con el poco sol y los moretones en su espalda con ello, iba depilada por completo, y no se veía mal, a pesar de su mala vida en el burdel.

Instintivamente miré alrededor, solo árboles y más árboles. Tomé mi camiseta sucia por los costados y tiré de ella hacía arriba, después mis pantalones, dando patadas para sacar mis zapatos. Un viento frío me heló la piel y suspiré, sacando mi ropa interior, cubriendo mis partes íntimas lo mejor posible hasta entrar al agua.

—E-está helada —gruñí, haciendo ruido con los dientes.

Beth me tiró el jabón y comencé con el proceso, entre más rápido, era mejor. Perla se metió un poco después, retirándose un poco del grupo, era demasiado tímida, y no la culpaba, si no fuese por Beth, yo ni siquiera hubiese entrado.

—Me voy —anuncié, en cuanto el jabón cayó de mi cuerpo—, muero de frío —avisé.

—Mel, apenas entraste, ni siquiera se te quitó por completo la mugre de la piel —Me regañó Beth, señalando mis hombros.

No me quedé ni un segundo más, me salí cubriéndome muy bien, así colocándome la frazada desgastada cuanto antes. Chasqueé los dientes mientras caminaba por el bosque enredada en una miserable tela.

Aprecié ruidos provenientes del lado derecho de los interminables árboles, y me acerqué poco a poco pensando en que tal vez era una de las chicas, me escondí en un árbol y asomé mi rostro para ver de qué se trataba, y encontré una chica, su ropa era demasiado vieja, su cabello y rostro eran un desastre, estaba sentada al lado de un pequeño alce, parecía que recién lo había matado. Me hice lentamente para atrás y al pisar una rama ella volteó deprisa; apreté los ojos y mordí mi mejilla por dentro de mi boca. Logré esconderme detrás de un matorral, pero ella comenzó a buscar de dónde había emanado ese sonido. Apreté más la tela a mi pecho, respirando con temor y pensando en salir corriendo.

—¿Qué hace una chica como tú en este bosque? —preguntó una voz femenina, y di un salto del demonio, casi tirando la tela a las hojas.

Miré a la chica, delgada, una cabeza más alta que yo, cabello largo. Olía mal, se veía sucia y tenía sangre en las ropas rotas.

—V-vivo en una cabaña cerca del río —tartamudeé, dando pequeños pasos hacia atrás.




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