Siete fases de la muerte

SENTIMIENTOS

MELANIE

El día de hoy harían entrega de trajes exclusivamente para chicos, pero Antuan estaba en su habitación, tirado en medio del piso.

—¿No irás por tu traje? —inquirí, sentándome un metro de distancia al lado de él.

Se me quedó viendo, en silencio. Parecía estar un poco tristón, y es que su mandíbula no estaba tensa, como todo el tiempo.

—Ya me lo han dado —Señaló la bolsa negra, que estaba sobre su cama.

Asentí, moviendo la cabeza, y apretando los labios.

—Claro —suspiré.

La luz del sol entraba por su ventana, dejándonos ver las partículas de polvo flotar al contorno de las líneas. El silencio se intensificó, provocando que me quisiese ir cuanto antes, pero pensé en que se vería muy feo de mi parte.

—Odio bailar —solté, de la nada. Solo para ver si establecía algún tipo de conversación.

—Somos dos —habló, con timidez.

Muy bien, algo en común. Me lamí los labios para comenzar con un tema de conversación, pero él se movió, estirando una mano hacia a mí. Me quedé estupefacta.

—Bailemos. Cuándo algo se hace en pareja, siempre es mejor —Sonrió, apretando mi pequeña mano entre sus dedos largos y delgados.

Di un salto, poniéndome de pie ante su presencia. Antuan parecía intimidante si lo veías desde abajo, pero esta vez, parecía vulnerable. Sus pies eran torpes, incluso más que los míos, pero intenté no pisarlo, ni que él me pisara a mí.

—Creo que somos pésimos —afirmó, sin dejar de ver nuestros pies. Pisó mi pie y chillé; este hizo un gesto de vergüenza, queriendo quizá, sobar la herida, pero el acto que intentó hacer era muy estúpido, y me reí. Él levantó el rostro, primero viéndome en incógnita después riendo con el mismo ataque.

—Lo siento tanto —murmuró, sentándose al borde de su cama—. Sí, te he pisado muy fuerte.

Me senté a su lado, sintiendo la pulsación de dolor en mis dedos del pie. Quité mi zapato, sobando un poco por encima de mi calcetín.

—No sé porque siempre que estamos juntos, pasan este tipo de cosas —dije, aún con la risa en mi garganta.

—Creo que me pones nervioso —dijo, mi rostro se puso recto de inmediato, y lo miré, juré ver mejillas rojas.

Me coloqué mi zapato, esperando que compusiera aquel comentario, que pude fácilmente malinterpretar. Me levanté con lentitud, haciendo paso a la puerta de par en par. Pero Antuan se puso de pie cortándome el paso de golpe.

Mi corazón se disparó, no por algún síntoma de sentimientos encontrados, sino, por miedo a que diga algo fuera de lugar, algo que tenga que incluir sentimientos a una situación inadecuada, a algo que no lo necesitaba. Me era suficiente con que James quisiera algo conmigo.

—No digas nada, Antuan —Me apresuré a decir, cuando me percaté que preparaba las palabras—; solo quiero volver a la cabaña.

Sus labios se sellaron, pero pude apreciar su garganta al movimiento de pasar saliva. Abrió la boca de nuevo, humectando sus labios, y mordí mi lengua. No por favor.

—Fue mi culpa desde un principio, el formar un polo entre ambos. Pero no podía dejar que te metieras en mis asuntos, eras muy persistente y exasperante. Te conozco más de lo que crees, Melanie Adams, y sé con certeza que no quieres establecer conversaciones, después del cómo te traté el día, en que..., yo te besé —Cerró los ojos con fuerza, como si la lengua no le permitiese seguir con su discurso. Me sudaba la espalda, lo único que quería era salir de aquí—. Mi pulso aumenta cuando estoy cerca de ti, es por ello que evito tenerte cerca... creo que, estoy enamorado de ti.

No pude escuchar nada más allá que las palabras, su boca quedó entreabierta, y su ceño fruncido. No pude ver mi rostro en ese instante, pero sabía que mi rostro estaba sin signo de punto de ánimo.

"Creo que estoy enamorado de ti"

El silencio muchas veces lastima más que mil armas nucleares, y eso provocó mi silencio. Su rostro se puso rojo, pero no de coraje, era de dolor. Los tendones en su cuello me indican un nudo en su garganta.

—Vamos, di algo. No tenía el valor de decirlo antes, estabas con James, y yo...

Levanté un dedo para que se callara.

—No puedo decir nada. No hay tiempo para nada, Antuan —dije con firmeza—, no me interesa lo que sientas por mí, intenté acercarme a ti, ser amigos. Pero lo único que hiciste fue ser borde y cortante. Estamos en medio de algo mucho más importante que sentimientos, de los cuales "solo crees" —Hice comillas con los dedos.

Se retiró un paso de mí, tragando el nudo en su garganta, lo aprecié con claridad.

—Tenemos una conexión, Melanie. No podrás negar —Fue lo último que dijo, y salió antes que yo, de su propia habitación.

No supe de qué clase de conexión hablaba, pero estaba segura que yo: No estaba enamorada de él.

La bodega de la mansión lucía vacía, solo había estantes llenos de vestidos, zapatos y bolsas negras. Todas rondábamos en filas, buscando algo de nuestra talla. Nadie sonreía, nadie se emocionaba cuando encontraba algo a su medida.

—¿Por qué no has ido a la cabaña? —inquirió Beth, mirando los vestidos. Ayer, después de la confesión divina de Antuan, me fui a mi casa a descansar.

—Antuan decidió confesar cosas estúpidas, y eso es todo —respondí, oliendo las telas. Que por cierto parecía que las habían lavado.

Pude ver a mi madre a lo lejos, quise caminar a ella, fingiendo mirar los zapatos altos. Tomé un par, que no eran de mi talla, pero quedaba a centímetros de donde ella estaba de pie.

—Dime que hay algo que puedas hacer para no ir a ese baile —Mi susurro sonó como una súplica.

—Detrás del estante dos, hay una bolsa, es para ti.

Miré por encima de mi hombro y localicé el estante. Para mi suerte estaba vacío—. Tómala, y sal de aquí cuando antes —Me indicó, asentí.

Hice exactamente lo que pidió, casi corriendo lejos del lugar. Tenté el plástico por encima, era ropa, zapatos. Puse los ojos en blanco, pero había algo más: papeles.




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