Siete fases de la muerte

PREOCUPACIÓN Y MIEDO

MELANIE

El arma que Marcus portaba brillaba a la luz del sol, destellaba, y parecía pesaba a pesar de ser pequeña. Apuntó a lo lejos, y fingió disparar. Un par de carcajadas sonaron.

—Es triste no poder usarlas porque nos delatarían —confirmó, dejando el arma a un lado de él.

Habíamos comido peces para el desayuno, me sentía totalmente satisfecha.

—Hay un artefacto para silenciar los disparos —comentó Perla, acercándose al arma—, lo he visto en guardias del burdel.

—Robarlos, eso debemos hacer —alentó Beth encogiéndose en hombros.

Antuan y Marcus compartieron miradas, y su seriedad creció

—Ese es el plan —comenzó Marcus, poniéndose en cuclillas—, dejaremos de ir a trabajar, viviremos aquí este último mes, iremos en una especie de misión a robar cosas para poder entrenar, engordar un poco y prepararnos.

—Nos comenzarán a buscar en menos de lo que canta un gallo—alcanzó a decir Katherine, que iba saliendo de la cabaña, tratando de no tropezar con sus tacones—, en especial a mí, a diario pasan lista en mi zona.

Presté atención a James, y en la forma en que hizo presión en su mandíbula con disgusto.

—Por eso debemos darnos prisa, primero será Katherine, después Antuan y su hermana...

—¿Hermana? —interrumpí, todos me miraron.

—Sí, ella vendrá con nosotros.

Mi corazón palpitó a prisa. Una niña metida en esto, en las fases, en medio del desastre. Todo saldrá mal.

Antuan se percató de mi eminente preocupación, ya que me desconecté de inmediato y dejé de prestar atención a lo que Marcus y los demás debatían.

Un nuevo hueco se formó en mi estómago, e inhalé profundo.

—Antuan, es una niña —No me aguanté las ganas de hablar sobre ello.

Todos se quedaron callados, las miradas viajaron de vuelta a mí.

—No puedo dejarla, es mi hermana —Fue su respuesta, y noté que la voz le tembló un poco.

—La cuidaremos, todos lo haremos, Melanie —Beth me tomó el hombro con delicadeza.

Todos asintieron, y en ese momento no supe ni siquiera qué pensar.

—Bueno como les decía... —prosiguió Marcus, moviendo las manos para dar gesto a sus palabras—, habrá guardias, todos participaremos en ello, comenzaremos a cuidarnos. Si es posible cambiaremos de lugar de vez en cuando.

Sentadillas, desplantes y caminatas con suicidios. Marcus estaba tomándose en serio la ofensa que James le había proporcionado anteriormente, y ahora nos estaba matando con tanto dolor de piernas.

—Debemos tener fuerza en las piernas, porque al parecer correremos mucho allí dentro —alardeó Antuan con una sonrisa cansada, mientras corría con los demás.

Me detuve por unos minutos; la respiración se me complicaba todavía. Pasé el dorso de mi mano por mi frente sudorosa.

Beth me tomó del codo para que siguiese corriendo.

La lluvia nos cubrió cuando el sol estaba a punto de pegar entre las hojas de los árboles. Fue más bien como un agradecimiento, o eso creímos, pero Marcus no se detuvo, no nos hizo detenernos.

—De acuerdo, descansen diez minutos —señaló, dando un asentimiento.

Caí bajo un árbol, de cualquier forma, estaba mojada.

Beth y Marcus corrieron al arroyo para beber un poco de agua, Katherine entró a la cabaña y detrás de ella Perla la siguió tomando su mano.

Antuan se sentó a mi lado sin consentimiento, y James al ver la acción, se fue a seguir a su hermana.

—Sé que estás preocupada por todo esto, por Sophia —emprendió con sus mismas palabras de siempre, a hacerme sentir más preocupada que nunca.

Miré su rostro lleno de agua, y los pequeños copitos que se formaban en sus pestañas y cejas. Su cabello caía sobre su frente, haciéndolo ver como un niñato.

—Es prácticamente un suicidio —respondí, dejando de lado sus ojos en mí—, tú lo sabes, sigo sin estar cien por ciento segura que mi madre nos ayudará.

—Yo lo sé, pero no la dejaré, Melanie.

Asentí.

La lluvia se acentuó, Beth entró gritando a la cabaña y Marcus corrió tras ella. Antuan se levantó para ir dentro también, pero, lo tomé de la mano.

—Solo quiero que sepas que te apoyaré en todo —fui sincera, no lo dejaría solo, a nadie de ellos—, la pequeña puede dormir conmigo, y te juro que la protegeré más que a mí misma.

Todavía tenía su mano sujeta, el agua caía como una pequeña cascada entre ambos, y con el sonido sonoro de las gotas haciendo paso al suelo terroso, se me aceleró el corazón. Por primera vez sentí la conexión de la que me había hablado antes. Me puse de pie, y por lo desproporcionado que era el suelo quedé a su altura.

Estiré mi rostro para encontrarme con el suyo, y a cambio, un beso casto fue lo que le di; para que sintiera que, en ese momento, todo lo que quería era hacerlo sentir en confianza conmigo.

Una pequeña sonrisa se abrió en sus labios.

Por la mañana nadie se levantó para ir al trabajo, el único que salió temprano fue Antuan, era hora de conocer mucho más a la pequeña Sophia.

Debía ganarme la confianza de la niña, debía hacerla sentir segura y que no tema. Pero cuando llegó no hizo nada más que esconderse tras su hermano, mirándonos a todos con un solo ojo. Antuan le explicó despacio que dormiría conmigo, que no habría tanta comida como en la mansión, y quizá tendría un poco de frío por las noches. Todos quisimos ser amables, enseñarle algunas cosas y darle un poco de pescado, pero ella no quiso, y prefirió ir a la cama.

—He cargado algunas frazadas y ropa para ella —Me explicó Antuan dándome una mochila rosada y muy pesada—. Está preocupada, no ha encontrado su peluche favorito y no ha querido comer nada, sé que será sumamente difícil, pero gracias por ayudarme.

Apreté un poco su hombro. Sé que lo había besado, y solo esperaba que no lo tomara tan personal.

La niña me miró desde la cama, y después miró a su hermano. Ya había hablado en ocasiones con ella, pero está vez era diferente, tenía muchas inseguridades; el lugar, el frío, la suciedad, las personas y que pronto debería dejar su ciudad.




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