MELANIE
Sophia todavía no estaba muy cómoda en el lugar. Antuan la llevaba encima de sus hombros mientras caminábamos dentro del bosque. Ya no encontraba la manera de hacerla sentir mejor. Iba unos pasos atrás, ya estaba un poco cansada; pero la chiquilla quería seguir vagando.
Y Antuan no regresaría hasta que su hermana esté contenta.
Yo había aceptado venir más que nada para apoyar a Antuan, y porque quería colaborar con distraer a la niña.
Antuan bajó a Sophia cuando nos acercamos a un lago, ella tenía sed. Aproveché para tumbarme en las hojas secas. Tratando de recuperar el aliento.
—¿Ya estás cansada? —inquirió, acercándose a mí.
—Sí —Fui honesta.
Antuan hizo un gesto de resignación. Él también estaba cansado, se le veía en su rostro. Y seguro también hambriento, ya que había dado la mitad de su ración a su hermana.
—Es muy lindo lo que haces por ella —alenté, y ambos la mirábamos mientras jugaba con una rama para mover el agua.
—No está acostumbrada a mal pasarse, en nada —comentó, sentándose a mi lado, con una rodilla arriba para recargar su brazo—. La tenía muy mimada en la mansión, y ahora me arrepiento. Porque no fuese tan difícil.
Miré de nuevo a la chiquilla, que parecía entretenida con el agua.
—Es fuerte —admití—, yo a su edad lloraba sin cansancio hasta quedarme dormida.
Antuan sonrió, viendo las hojas secas a nuestro alrededor. Me llené de colores en el rostro, y me sentí un poco avergonzada.
—No te sientas agraviada, me pasaba un poco similar —animó, dándome un golpe leve con su hombro.
Me sentí agradecida de que Sophia se haya distraído con el agua. Pudimos descansar.
—¿Cómo fue tu vida cuando eras pequeño? —pregunté, solo para poder establecer conversación fluida.
Antuan arrugó los labios, medio encogiéndose en hombros.
—Buena, supongo —dijo muy a la fuerza, y sentí que no me tenía la confianza suficiente para contármelo.
—El orfanato era bueno cuando los guardias no estaban —comenté—, recuerdo que Beth y yo jugábamos por todo el jardín.
Sonreí por el simple recuerdo.
—Yo también pasé mucho tiempo en el orfanato, claro, por puro gusto —añadió, acomodándose para mirarme mejor—, mi madre ayudaba en la cocina algunas veces y me iba con ella.
—¿Alguna vez me viste? —quise saberlo, realmente quise hacerlo.
Antuan divagó en sus recuerdos, su expresión se puso seria.
—No, creo que no.
Hice una mueca de decepción.
—Antuan, ¿puedo llevarme estás ramas? —inquirió Sophia, sacándonos de nuestro minuto de descanso.
—Claro, linda —señaló él, poniéndose de pie para ir con su hermanita.
La volvió a levantar en sus hombros, y supe que era tiempo de volver. Caminé a lado de ellos.
—Melanie —Me llamó la chiquilla, y la miré.
—¿Qué haces cuando no recuerdas algo que te importa? —cuestionó, y no supe que era lo que trataba de preguntar.
—Me lo invento, lo hago agradable —Fue lo primero que se me vino a la cabeza.
La chiquilla parecía pensativa, y me caía en raro su pregunta tan extraña.
—No recuerdo a mi madre a veces —Me relató—, e imagino que ella me abrazaba y leía por las noches. Como en los cuentos.
Miré a Antuan, que parecía tener una expresión dolorosa en su mirar.
—Estoy segura que lo hacía —Le llené las expectativas.
Ella asintió, moviendo la cabeza de arriba abajo, y al mismo tiempo tarareando una canción.
Ya no hablamos más después de eso. La noche nos tomó a medio camino, y cuando llegamos, Sophia solo se metió a la cama, sin decir nada. Antuan se sentó a su lado, mirándola como un padre miraría a su hija.
—Ella era muy pequeña cuando mi madre murió —aclaró, mirándome de reojo—, y suelo contarle todo lo que hacían juntas, pero ella quiere sentir que pasó. ¿Si entiendes?
Confirmé, me aproximé a él.
—Eres un grandioso hermano, Antuan —Me sinceré, tomando su mano libre—, nunca lo dudes.
Él se puso de pie, y por extraño que pareciera, me tomó por detrás del cuello, acercándome a él, y dando un beso en mi frente.
—Descansa —susurró, y me dejó dormir.
´...
ELIZABETH
Mi guardia era con James está noche, y aunque casi no hablábamos mucho, no me sentía incómoda con él, pero, sí estaba molesta por lo que le había hecho a Melanie.
—Katherine me platicó que eres un grandioso nadador —dije, arrojando rocas al lago.
James estaba enredado en una frazada.
—Lo soy —Se aludió a sí mismo. Abrí mis ojos en sorpresa.
—Necesito que me enseñes, soy pésima, crecí en el orfanato desde siempre y apenas aprendí a leer —admití, sin vergüenza. El chico asintió, cubriéndose mejor con la frazada. Era muy parecido con Melanie en muchos sentidos.
—¿Qué es lo que sientes por Melanie? —pregunté sin filtros, provocando una mirada penetrante.
Con aquellos ojos de felino parecía asechar. Pero yo era difícil de intimidar.
—La quiero, estoy enamorado de ella...
Interrumpí...
—¿Enamorado? —pregunté, en un tono sarcástico—, es una palabra muy fuerte.
Pude ver cuando James puso los ojos en blanco. Sabía que dentro de la cabaña él y Antuan, eran los que menos soportaban mi lengua.
—Ya sé que eché todo a perder —reconoció, mirando a otro lado—, pero eso no cambia lo que siento.
—Pero sí lo que ella sentía —pareció que había tocado su fibra sensible.
Pude verlo en su mirada, a él sí le importaba Melanie, demasiado al parecer. Pero ella ya no le daría una segunda oportunidad.
—Ella estaba enamorándose de ti, tontuelo —agregué—, si tan solo lo hubieses visto bien.
James estaba lastimado en ese momento, y pude ver cuando apretó la quijada. Y estaba contenta que se sintiese de esa forma, porque quería que sintiera ese arrepentimiento en su interior. Con Melanie nadie se metía.
—Ella nunca se comenzó a enamorar de mí —habló después de varios minutos, lo miré extrañada.
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Editado: 16.05.2025