ANTUAN
—¡Debes controlarte! —bufé, soltándola con brusquedad. Irina me encaró.
—Sabes que está en mi naturaleza perder el control —el sarcasmo inundó su voz.
—Si quieres seguir aquí, debes cuidar lo que dices.
—Yo no pedí estar aquí, Antuan —movió las manos con desdén—, fueron ustedes los que rogaron mi ayuda. A demás ellas se darán cuenta tarde o temprano.
Giré la cabeza.
—No era el momento, ni el modo...
—¿De qué quieres protegerlas? ¿de sí mismas? —Soltó una risotada de ironía—, me recuerda a algo, no sé muy bien a qué —fingió pensarlo.
—Basta, Irina, no arruinaras el plan —advertí, señalándola con un dedo.
Levantó las manos al aire.
—Es mejor que lo sepan ahora, que cuando estén perdiendo el control —habló y comenzó a entrar al bosque—, no querrás revivir el pasado, ¿o sí, Antuan?
Se fue.
Sentí los ojos calientes, e intenté tranquilizarme un poco. A la que menos debía atacar era a Elizabeth, ella era tan terca que no quería que cometiera ninguna imprudencia. Cuando volví a la sala de estar, todos estaban callados, pensativos, vagando. Pero Beth no estaba; Sophia me sonrió, y le devolví el gesto.
—¿Cómo lo ha tomado? —Le pregunté a Marcus que parecía realmente afectado.
Pero negó, sin darme la cara.
Pasé mi mano por mi cabello, tirándome en el suelo de madera. A penas comenzábamos a tener un buen ritmo, y quizá esto lo perdería por completo.
Sentí la mirada vibrante de Melanie quemarme. Ahora mismo debía hacerse demasiadas preguntas, y pronto abordaría a mí con cada una de las respuestas, y yo, no sabía cómo dárselas.
Me levanté de inmediato, abandonando la habitación; el aire de afuera estaba helado, y yo lo necesitada; a pesar de que la lluvia se había detenido cuando discutí con Irina, la brisa parecía mojar un poco.
—Debes decírmelo, Antuan —escuché su voz detrás de mí, y mis miedos se hacían presentes—, decirme si lo que Irina dijo es cierto.
Me di la vuelta para mirarla, y a pesar del frio ella salió a destaparme la cara. Se abrazaba a sí misma, sus labios se habían vuelto colorados, al igual que su nariz.
—Es cierto —acepté, avanzando a ella—; llevamos tiempo observándolas, es lo que hacemos, ayudar a chicos con dichos dones.
—No hablaba de dones, Antuan, ella parecía decirlo como una maldición...
No sabía cómo explicar, decirle que quizá no era tan malo, sabiendo que era muy malo.
—Beth es una de ellos, sangre azul —prosiguió, y yo asentí—, ¿y yo? ¿qué soy?
Tomé su mano y la pegué a mi pecho, mostrándole, haciéndola sentir la conexión.
—Somos enigmas, Melanie, somos iguales —susurré, sin apartar su mano—, por eso sentimos esa conexión.
Frunció el ceño, despegando su agarre de mí.
—¿Por qué estás tan seguro de que lo siento? —preguntó, y no pude evitar sonreír, de puro cinismo.
—Se te nota, Melanie, puedes seguir engañándote, pero no a mí...
Puso planos los labios, solamente me miró, sin decir nada; y en ese momento moría por besarla, pero no lo hice.
—Por eso aceptaron ayudarnos...
—Sí —contesté—, el plan era sacarlas, como a todos los que hemos sacado, Perla, James, y Katherine, son punto y aparte. Ellos son solo humanos.
Movió la cabeza, como si su rompecabezas no pudiera encajar todavía.
—¿Me dirás que somos realmente? —examinó, buscando mi mirada.
Negué.
—Nadie lo sabe, por eso el nombre...
—¿Somos la cura?
—Somos más que eso.
La lluvia comenzó a caer de nuevo, ambos nos quedamos perplejos. Estábamos viéndonos el uno al otro, esperando que cualquiera haga algo. Pero ella se dio media vuelta, caminando dentro de la cabaña sin decirme nada más.
Sophia se había quedado dormida después del té que Katherine le preparó.
—Le hará muy bien —Me dijo, cobijando a mi hermana—, deberías beber un poco.
Negué, mirándola.
—Eres muy amable, Kate, pero hoy debo hacer guardia.
—Puedo tomar tu turno si quieres, necesitas descansar —Se ofreció amable, posando su mano sobre la mía.
—Todos lo necesitamos, hemos estado tan presionados...
Me interrumpió.
—No como tú y la preocupación de tu hermana.
La miré, y acaricié su mejilla con mis dedos; era una chica demasiado dulce, y quizá en otra situación me hubiese podido enamorar de ella. Era demasiado dócil y atenta, a pesar del infierno vivido a su corta edad.
—No soy el único que se preocupa por su hermana —Le dije—, si por James fuera, ni siquiera pusieras un pie fuera de la cabaña.
Se rio un poco, marcando el hoyuelo de su mejilla.
—No seas tan duro con él —Me pidió—, sé lo que ambos sienten por ella.
Besé su frente, levantándome para salir de la habitación.
—No tienes de qué preocuparte —afirmé, saliendo, casi estampándome con Melanie que seguro iba a dormir.
—Sophia ya se ha quedado dormida —Le avisé.
—Venía a decirle a Katherine que se quede con ella —explicó—, iré con Beth.
Asentí.
—¿Está muy mal? —quise saberlo, aunque no me agradaba mucho, me preocupaba.
—Ella todo se lo toma a mal, necesitamos explicárselo bien, y yo no puedo hacerlo, porque no sé nada sobre eso.
—Lo haremos, no te preocupes, Beth estará bien —alenté, dándole una media sonrisa.
—Gracias —susurró, entrando despacio a la habitación.
Cuando salí, James ya estaba sentado a un lado del lago, mirando el agua que se movía.
Me senté a dos metros de él, sin inmutarlo un poco.
—No quiero que piensen que nos hemos echado para atrás —habló, todavía sin mirarme—, cómo se haya sabido, ahora sabemos gran parte de la verdad.
—Si Beth no recupera el sentido —expliqué—, Melanie se le unirá.
—Lo recuperará —afirmó, muy seguro de ello—, esa chica es terca hasta el demonio, pero dudo que se quiera retractar ahora sabiendo que puede morir.
—Sobre lo del virus, no es tan literal que ella pueda contagiar humanos —expliqué.
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Editado: 18.08.2025