MELANIE
Las manos sujetándonos con fuerza nos metieron entre empujones y tirones, a los helicópteros; pude ver tres por lo menos en lo que me tomaban.
Nos amordazaron subiendo, cubriendo nuestras bocas con cinta, y sosteniéndonos muy bien a los asientos. Miré, con lágrimas inundando mis ojos, a James y Perla que iban conmigo. Solo un pensamiento me invadió en ese momento, y fue:
La muerte.
Parpadeé varias veces, soportando las ganas de vomitar, escuchando los quejidos de Perla, y el guardia moviendo su pie con el arma para que guardara silencio. El viento era muy frio y se me había entumido la mitad del rostro expuesta al aire que entraba. Cuando el helicóptero comenzó a descender, mi corazón me golpeó con fuerza las costillas; mi cabeza se llenó de tétricos escenarios en donde vería morir a todos, y aunque sabía que me conservarían por ser enigma, todo dentro de mí queria morir, si Beth era ejecutada. Nos tomaron bruscamente, jalándonos dentro de la mansión, por detrás en la cochera inmensa, llena de autos blindados y oscuros. Tratando de mirar en donde estaba Beth, recibí un golpe bajo, haciendo que me mueva de prisa hacia delante.
—El señor Hatway está arriba —mencionó uno, que abrió la puerta para subir escaleras; hasta que, por fin, llegamos al techo de la mansión, en ese momento nos acomodaron en hilera, todos viéndonos entre sí, y noté que Sophia no estaba.
El señor Hatway apareció, caminando con un vaso lleno de wiski, meneándolo mientras se acercaba a todos; los guardias detrás, seguían tomándonos, mientras Antuan luchaba por soltarse de dos, que los sostenían.
—Supongo que ustedes no comprenden —habló Hatway, sin dejar de ver el líquido en su vaso—, siempre se debe usar la fuerza bruta para ponerles un estate quieto.
Sabía que se refería a Marcus y Antuan, y comprendí que no era la primera vez que los pillaba intentando salir.
—Lo único bueno de esto es que, siempre —Lo vi acercarse mucho—, me traen un obsequio.
Antuan forcejeó cuando nos miró a todos, uno en uno, a los ojos.
—Ella no puede ser, era del prostíbulo y ellos son los primeros en salir —Se refirió a Katherine, pasando por Perla—, Escaneen a los demás —ordenó. Un grupo de hombres y mujeres entraron con pulseras brillantes; sin decir nada, nos tomaron de la muñeca, apretando el metal caliente a nuestro cuerpo, adhiriéndose con dolor. Provocando un gruñido de mis labios.
Vi la sonrisa resplandeciente de Hatway cuando mi luz se tornó roja, mientras que las de los demás se quedó blanca, y la de Beth, azul. El hombre se acercó a mí, sentí su aliento alcohólico.
—Llévensela —habló, levantando dos dedos al aire.
Antuan forcejeó más, provocando que un guardia lo soltase al mismo tiempo que Beth golpeó al que tenía detrás con un movimiento de cabeza en reversa, Beth se soltó, seguido de Antuan, que atacó a su padre, pero pronto ya tenía más guardias en punto. Vi cuando el que me sostenía se distrajo y aproveché para levantar las manos detrás y darle un codazo en la mandíbula; Hatway se tambaleó, tirando su bebida, esparciendo cristales por doquier.
—No dejaré que te la lleves —amenazó Antuan, señalándolo con euforia. Inmediatamente se me ocurrió negociar.
—Lléveme —hablé, caminando para poder pararme frente a Antuan—, pero debe dejarlos ir a todos —Mi seriedad nunca había sido tan poderosa como en ese momento, mirando al hombre frente a frente. Beth me jaló del brazo, pero me solté, decidida en lo que había dicho.
—No he pedido un trato —respondió Hatway, atorado en una risa—, ha sido una orden.
—No somos de tu propiedad —añadió Antuan, entre un susurro y un desaliento. Su padre lo miró, levantando una ceja.
—Eso lo decido yo —sentenció—, ¿por qué vuelves si te has ido tantas veces?
—Regresé por Sophia...
El habla se le cortó cuando una mujer entró con Sophia de la mano, mientras la niña nos miraba aterrada, el corazón se me partió, y sé que no había sido la única en sentir la sensación.
—Papi —murmuró ella—, no regañes a An.
Miré a Antuan, apretando con fuerza la mandíbula, viendo a su hermana lloriquear frente a su padre.
—Entonces —comenzó Hatway, acercándose a su hija—, ¿es ella la que te hizo volver?
Antuan no respondió, y se quedó paralizado, los guardias que lo tomaban lo soltaron; y él extendió los brazos para que su hermana corriese a él, y ella soltó un chillido, tomando carrera para ir.
Hatway hizo la seña con los dedos. Mi corazón estalló.
—¡Antuan! —grité, pero cuando el impacto de la bala resonó por la habitación, fue tarde. Vi el pequeño y frágil cuerpo de Sophia desplomarse antes de siquiera llegar a los brazos de su hermano; el sonido que emanó Antuan fue errante, incoherente, sobrenatural. Y sus rodillas cayeron en el suelo, arrastrándose hasta el cuerpo de su hermana, que ya no tenía vida.
El zumbido del impacto quedó en mis oídos, y todos se pasmaron. Pareció que todo se detuvo; la sangre formó una hilera, los ojos de la niña estaban petrificados, y Antuan destrozado.
—¡Ejecútalos! —Medio gritó Hatway—, trae al enigma.
Solo sentí las manos del guardia tomarme, mientras veía como ponían a mis amigos de rodillas, agachando la cabeza.
Un segundo impacto llegó, y cuando parpadeé, vi al guardia detrás de mí caer al suelo. Todo volvió a su ritmo; los ruidos de los llantos de Antuan, y los guardias abrir paso, pero un tercer impactó aterrizó, y un guardia cayó; vi a Hatway esconderse detrás de un escritorio, y yo estando libre, corrí a desatar a todos, mientras los guardias caían uno a uno, buscando de dónde provenían los impactos; encontré un arma en el suelo, tomándola con ambas manos; aspiré con fuerza, observando a Hatway, y tirando las balas a su dirección, sin saber si estaba acertando.
—Tenemos que irnos —escuché, y Katherine me tomó, jalándome con fuerza, unas segundas manos me jalaron, y era Beth, que también estaba atónita.
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Editado: 18.08.2025