Siete Imperfecciones [completa]

Prólogo

Las gotas que se precipitaban desde las nubes vaporosas que oscurecían la noche agonizante en que los rayos de luna luchaban por traspasar su espesor, dificultaban los ágiles movimientos de los poseídos por los pecados capitales; La sangre, que goteaba desde las múltiples heridas de los cuerpos empapados con sudor de los guerreros de ambos bandos, quedaba diluida en los charcos que se retenían sobre la tierra, mientras la tierra absorbía con ansias la mezcla de un color rojizo-marrón, la esencia del pecado.

Orgullo, que hace tiempo abandonó su puesto a distancia, cortó con las puntas afiladas de su arco a un guardián que se acercaba a Lujuria con paso tambaleante y la mirada ensombrecida por el deseo, Lujuria le sonrió en agradecimiento por salvarla, pero nunca paró de murmurar su canto, provocando que una niebla del mismo color de sus bellos ojos celestes se alzará; los guardianes más débiles, se acercaban a ella sin poder evitarlo -no tenían el suficiente entrenamiento contra sus "encantos"-, pero cuando estaban por llegar hacia su curvilíneo destino, Orgullo los aniquilaba, él odiaba que tocarán a su Lujuria, porque era suya muy a pesar de que ella lo evitara muchas veces al día.

Antes de que Orgullo pudiera cortarle la cabeza a otro asqueroso guardián por ver de esa forma a su mujer, apareció como una brisa de verano Ira, agitando las cuchillas de sus uñas le desgarró la nívea garganta al guardián. Ira sonrió errática, con sus ojos rojos brillando con diversión y perversidad mientras el guardián se desplomaba al suelo con la tráquea destrozada y ríos derramándose por su pecho, aunque no es que le importara, los ojos del guardián estaban completamente abiertos con terror y la vida se le había escapado con un suspiro.
Orgullo quiso mirar los ojos de Ira con más detenimiento, pero Ira ya no estaba allí, él apenas puedo ojear su largo cabello blanco con manchas rojas en las puntas y agitándose en su coleta alta y su esbelta figura deslizarse con la gracia de una gacela... Orgullo miró con interés las piernas de Ira, admirándolas mientras el pensamiento de deslizar un dedo por su longitud surgía en su cabeza; Antes de que la imaginación de Orgullo llegará a más, Lujuria le tiró una de sus estrellas, y la niebla se disipó al instante, otra estrella le rozó el muslo a Orgullo y éste le dedicó una mirada de confusión.

—¿Qué crees que estás haciendo, Lujuria? —la potente voz de Codicia se alzó entre los gritos de angustia y sufrimiento que emitían los Guardianes. Lujuria bufó molesta mientras lanzaba otra estrella a Orgullo, que aterrizó en su mano cuando él la detuvo, ahora molesto.

—Sí, Lujuria, ¿Qué crees que haces? —la voz gruesa de Orgullo sonaba burlona mientras golpeaba a un guardián que le apuntaba a Lujuria.

Lujuria lo miró aún más molesta, mordió su labio inferior con rabia, alzó su barbilla mientras sus párpados descendían y volvía a invocar la niebla celeste con su canto.

Un grito estridente irrumpió la batalla, Orgullo rodó sus ojos, todos conocían esa voz y lo que significaba; Habían encontrado a Envidia. Todos miraron con temor a Codicia quien en milésimas de segundo había desaparecido para luego reaparecer con la cabeza de un guardián en su mano y una sonrisa macabra de satisfacción.

—¡Envidio la victoria, la deseo ya! —la irritada voz de Envidia se coló por los pensamientos de todos los poseídos— ¿Por qué tardan? Hola, ya me aburrí aquí ¡VICTORIA! ¡Envidio! ¡Envidio!

—Concuerdo con Envidia, estoy aburrido, estos guardianes no saben pelear y tengo sueño. —la voz adormitada de Pereza se abrió paso lentamente en sus pensamientos y una flecha pasó rozando a Ira, la cual apenas pudo esquivarla pues estaba peleando con tres guardianes.

—¡Mira a quién apuntas, idiota! ¡Te mataré mientras duermes, Pereza! —gruñó con molestia Ira para luego lanzar una de las cuchillas de sus garras. Se escuchó un suave quejido de dolor y perezosa aceptación.

—Tal vez si ayudarás un poco, terminaríamos antes ¿No crees Envidia? —criticó Orgullo con ironía mientras degollaba a un guardián que se acercaba a Lujuria.

—Les estoy ayudando —murmuró con molestia Envidia.

—Cierto, él que no estorba, ayuda. Gracias. —expresó cínicamente Orgullo con una sonrisa tirando de las esquinas de su boca, por lo menos hasta que tuvo que esquivar una daga de Codicia 

Codicia dio el último golpe al último guardián que se mantenía en pie. Envidia, quién se asomó desde la loma donde se había escondido con la cola entre las patas como un asqueroso perro, fue saltando como una niña hacía Codicia cuando llegó a su lado se colgó de su cuello y lo besó con cariño, Codicia sonrió mientras la abrazaba por un costado para luego dejarla marcharse, ella iba dando pequeños saltos en los charcos de sangre. Ira quién miraba a la pareja sonrió sin gracia y se fue apoyar a un árbol.

Orgullo se acercó por la espalda a Lujuria deslizando sus amplias manos por la cintura de ella y estrechándola entre sus brazos, ella no lo apartó, pero tampoco lo abrazó de regreso, ella nunca lo hacía; Mientras Gula acariciaba los cabellos de Pereza que dormía profundamente en su regazo. La lluvia paró y en pocos minutos Envidia llegó con un auto blindado, todos los poseídos se subieron al auto.
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Orgullo estaba molesto, Lujuria no regresaba de su paseo nocturno, él lo entendía, Lujuria se alimentaba del deseo de los demás, pero eso no evitaba que odiara como los hombres la desnudaban con la mirada y a su vez, los hombres no aguantaban las miradas asesinas que el imponente Orgullo les dedicaba; Razón por la cual, Lujuria dejaba a un irritado Orgullo encerrado en la mansión cada que iba a cazar.




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