Cuando acabamos de comer, guardar la sobrante y ordenar nuestras pertenencias, las cuales son pocas gracias a Dría, tomamos nuestras armas y nos quedamos viendo al cuerpo inconsciente de Envidia. Silencio, era obvio que Gula no la iba a cargar, no es que no pudiera, pero eso sería acabar con sus energías y requería más comida en menos tiempo.
Orgullo y Pereza se miraron fijamente, luego Pereza se agachó tomando la mochila y sus armas, empezó a correr montaña arriba.
—¡Pereza! ¡Regresa, no seas cobarde!
No lo hizo y obviamente me tocó cargar a Envidia, Gula me ayudo colocando mi espada en mi cinturón y un arma de fuego en el otro lado, le agradecí y me incliné sobre el cuerpo de Envidia, cuando la iba a agarrar, abre los ojos de improvisto, me tira un zarpazo y de la impresión dejó ir mi puño en su cara. Gula suelta un jadeo sorprendido al ver a Envidia caer inconsciente nuevamente.
—Parece que nos tocara mantenerla inconsciente hasta llegar a la cima. –declaro mientras subo a Envidia a mi hombro, sus manos colgando sin conciencia en mi espalda, si se despertada, prefería que le perforara un riñón que el corazón.
—¿No crees que sería más cómodo cargarla en tu espalda? –pregunta Gula mientras empezamos a caminar.
—¿Y arriesgarme a que me estrangule y arranque la cabeza con sus brazos? No, gracias. –respondo recordando la fuerza inhumana que tenía Envidia en el estado que lo atacó.
—Estás exagerando, es imposible que ella te arranque la cabeza con sus brazos solamente.
—Tú no estuviste bajo su pie viendo cómo te iban a hacer rodajas el cuello, Envidia estaba fuera de sí, no le importaba nada más que Codicia y recuperarlo –explico negando repetidas veces con la cabeza–. Si esto sucede cuando los separas entiendo porque Codicia siempre está a su lado.
—Yo ya los he visto separados, aunque a la hora o dos horas de no estar con él empieza a inquietarse, puede pasar más tiempo sin él –añade Gula marcando su punto–. Creo que la diferencia es que sabía que Codicia estaba a salvo o al menos se supone que fuese así, nunca sabes cuándo van a atacar los guardianes.
—Supongo que el saber que está en peligro y los guardianes ya mataron a uno de nosotros una vez la hace sentir insegura. –le doy la razón.
Sin más, guardamos nuestros alientos para la montaña que nos espera, el camino es inclinado y el sol empieza a golpear con más fuerza, Pereza se llevó la mochila con el agua y comida, la mochila que lleva Gula es con las porciones mínimas que necesitará para seguir caminando. Maldito, Pereza.
Pereza disfrutaba de la suave brisa y el caliente sol en su piel. La mochila pesaba un poco, pero no tanto como Envidia debía pesar, así que para evitar darle más problemas a Orgullo y escucharlo gruñirle y decirle que intercambiaran, prefería ir adelante y librarse de cualquier guardián que apareciera o estuviera patrullando, esperándolos.
Pereza siempre disfrutaba estar al aire libre, era una de las pocas cosas que, aunque pasaran miles de años le iban a aburrir, la naturaleza era basta y los animales variados, con comportamientos similares, pero no idénticos ni siquiera en una misma especie.
En su vida anterior había sido débil y bello, la muñeca de porcelana de su familia, con una parálisis de la mitad baja de su cuerpo, no podía hacer mucho, su salud era frágil y un simple resfriado podía mandarlo al borde de la muerte, tenía minúsculos paseos matutinos para que su cuerpo recibiera aire y sol, pero no lo suficiente como para broncear su pálida piel, sus comidas tenían estrictos regímenes.
No tenía utilidad, nadie lo necesitaba y él los necesitaba a todos, su odio hacia sí mismo crecía a cada minuto y sus ganas de vivir se reducían a cada segundo, él seguía respirando, su corazón palpitando, pero día con día su alma moría encerrado en esas cuatro paredes. Pero debía sonreír, porque su madre ya lloraba por ambos y se culpaba de todo. Pereza sabía que todos estarían mejor sin él.
Un sonido lo alertó y se puso en guardia, apuntando con su arco y moviéndose tras un árbol, cerró los ojos y se concentró en el sonido de la hierba, las aves, el aire y el sonido de una roca siendo pisada. Pereza apuntó hacia el sonido y esperó, las pisadas eran insuficientes para ser un venado, debía ser un humano o un oso, debía esperar si no quería matar a una criatura inocente.
A los minutos apareció un hombre con una considerable masa muscular cargando un rifle y unas pistolas pequeñas en su cinturón, el mismo calibre que las que Orgullo había traído, las posibilidades de que fuera un guardián eran de al menos un noventa por ciento, pero no quería matar a un civil. Desearía que los guardianes usaran algo para identificarlos, un uniforme o insignia, algo que gritara “¡Oye! Mátenme o te mato”
Siguió observando, esperando ayuda de alguien, lo que sea. El comunicador en su hombro sonó.
—Mike, ¿Qué tal todo por tu lado? –la voz con un poco de interferencia se abre paso en el aparato– Te digo que de seguro se embriagaron y por eso no contestan, los disparos quizás vieron un ciervo antes de dormirse, esa pandilla es un desastre. Es imposible que los demonios ya estén aquí, peor en la segunda fila de seguridad, de ser así somos diez filas, cada una con dos personas, tú el sector este y yo el oeste, con tantas personas distribuidas en esta gran montaña, no van a pasar desapercibidos.