Siete Imperfecciones [completa]

Capítulo 8

Ash se reclinó en la silla de su oficina, la silla no era completamente cómoda, pero tras la pelea con Ira, estaba exhausto tanto física como mentalmente, además le ardían las heridas que Ira le había ocasionado.

Ash sonrió con nostalgia, nunca creyó volver a ver a Kaly, tampoco imagino que ahora estuviera en el bando contrario y aunque ella nunca fue una guardiana, fue mi protegida y como tal, si bien mis hombres nunca la conocieron sabían qué si alguien llamado Kaly se mostraba, debían tratarla como una reina. No es que ella haya venido a la base antes, pero él se los había enseñado y le había hecho aprendérselos.

Ash se molestó consigo mismo, este plan pudo irse al drenaje tan fácil, nunca espero que los demonios reclutaran a un guardián, nunca lo habían hecho ¿sabían quién era ella y por eso la tomaron en su casa? En todo caso nadie aparte de Luke conoció a Kaly, por lo tanto, nadie dio informes de que Kaly ahora era la feroz Ira que les había traído grandes cantidades de muertos, gracias a ella tuvieron que acelerar la investigación y capturarlos, el plan era capturar a los que generaban mayor peligro y luego a los otros matarlos rápidamente, teníamos suerte que Kaly fuese Ira, de lo contrario la hubiesen dejado y los portadores de demonios tendrían los planos, pasadizos secretos y sistema de ventilación.

Revolviendo su cabello repasó mentalmente el plan, no debían cometer más errores o simplemente morirían como todos los demás y él había presenciado cómo los demonios habían destrozado a muchos guerreros, como habían matado a mis padres sin piedad, crueles y fríos, creyó que iba a correr con la misma suerte, pero Envidia se apiadó de él y lo dejó vivir, seguro creyendo que era un niño cualquiera de los guardianes, sin imaginar que era el hijo del jefe, que pudo aniquilar a todo el linaje que podía utilizar la espada de fuego que los arcángeles nos bendijeron con, el único linaje capaz de matarlos.

—Bueno, si muero ahora, sería la misma historia. –murmuro para mí recordando que no tenía hijos, no es que fuera virgen, pero siempre se cuidó para no tener hijos. Esta era la última pelea, era todo o nada.

Los guardianes al fin habían conseguido una forma de contenerlos, los arcángeles también bendijeron el cofre de oro, simplemente era perfecto para contener a los seis pecados capitales; Y los demonios siempre mataban al líder, lo que significaba que esta vez, con la muerte de Ash, nadie más sería capaz de tomar esa espada y matarlos, no a menos que al fin los cielos tomaran acción ellos mismos y en ese caso, les deseaba mucha suerte a los demonios.

—Por suerte yo ya no estaré presente, los cielos no me podrán usar más y ya no deberé vigilar a Lucifer ni el infierno. –murmura Ash recordando que debía echar una ojeada a Lucifer.

Los cielos le dieron el don del plano divino e infernal, su deber era ver que Lucifer no planeara nada y se mantuviera en su reino, solo y calmado. El problema que nunca les reportó a los cielos es que en algún momento de la historia Lucifer se había conseguido una reina y nadie les había comunicado, Ash no iba a ser quien les comunicara tampoco, no cuando eso podría desatar la furia de Lucifer o Dría contra él.

Por él, mejor, en realidad, a su manera, el rey del infierno se veía embelesado y calmado cuando su reina estaba con él, pero todo lo bueno, tiene sus defectos, si ella no estaba él se volvía incontrolable, cruel y maquiavélico. Ash en serio compadecía al desafortunado que alguna vez dañara a Dría, tendría todo el infierno encima.

Ash varias veces había pensado decirles a los cielos, pero nunca lo hizo, sería contraproducente quizás Lucifer saldría del infierno por recuperarla y Dría por si sola era suficiente amenaza, si bien estaba controlada y amarrada al infierno, tenía una amplia cantidad de poderes en la tierra, Lucifer no iba a elegir a su reina a la ligera y obviamente tenía que elegir a un arma mortal en pequeño empaque; además una que pudiese manipular y volar por la tierra, debía vigilar a Dría.

Ash se concentra en imaginar una llama en su mente, dejándola crecer y quemar todo hasta convertirse en el infierno, observa a Lucifer, quién se tensa al sentir su mirada, su largo cabello negro amarrado en una cola baja y sus ojos rojos brillante se enfocan en mí, siento un escalofrío recorrer mi piel en el momento en el que Lucifer empieza a barrer por mi mente, la debilidad se apodera de mí y siento ganas de vomitar, odiaba cada vez que Lucifer hacía eso.

—Luc, ¿qué haces? –pregunta Dría sentándose a sus pies y apoyando su cabeza en las piernas de Lucifer– Prometiste que no trabajarías hoy y me dejarías tu día libre, nada de torturar almas en desgracia hoy, nada de audiencias con demonios.

—Estaba saludando a nuestro usual invitado. – responde Lucifer viéndome, pero acariciando el cabello negro de Dría. Tan rápido para detectarlo como siempre— ¿Qué se te ofrece, guardián Ashton?

- ¡Ash! –exclama Dría saltando alegremente en el mismo lugar, sentada en las piernas de Lucifer– Ven aquí un rato. Puedo arrastrarte hacia acá, tomemos un té.

—Por más que disfrute tu compañía, Dría. – digo y me corrijo al sentir como mis pulmones y lengua se calientan al punto de las llamas internas. Maldito celoso– Digo, reina del infierno Alexandría, debo rechazar tu invitación y espero pasen feliz tarde.

—Entonces será la próxima, Ash. –responde alegremente, sé que es consciente de cuanto odia Lucifer nuestra amigable relación, pero igualmente continúa– Nos alegra saber de ti.




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