Siete Lunas

03. El Hotel

El grupo de amigos recorrió la carretera hasta llegar a las primeras casas del pueblo, hechas de ladrillos con un estilo rústico y simple. Las calles desiertas eran iluminadas por farolas de hierro que emanaban una cálida luz amarilla.

El silencio era absoluto, solo interrumpido por los jóvenes que en el frío cortante de la madrugada trazaban su camino hacia la calle que guiaba hasta la cima, donde se encontraba el hotel

—¡¿Falta mucho?!—Karen se dobló, recostada a sus rodillas a mitad de la loma. Su rostro enrojecido por el esfuerzo buscaba aire

—¡Ya veo el hotel! ¡Solo un poco más!—Sachi desde la cima, agitó un brazo en dirección a la carretera que conectaba con el edificio

—Darcy, no me siento las piernas—gimió Madeline. El pelirrojo la tomó del brazo, impulsándola hacia adelante

—Vamos Mads, ya casi llegamos—dijo con una afable sonrisa, quería alentar a su novia

—Son unos bebés—se burló Riley desde la cima, donde ya había alcanzado a Sachi

—¿Nadie habla del carrito de las maletas?—Sachi soltó una carcajada señalando a Kenny, quien muy caballerosamente se ofreció a llebar las maletas de Karen y Madeline, ya que él decía que Riley era casi tan fuerte como un chico.

—No me quejaría si me echaras una mano, Sachi—jadeo el moreno con el aliento entrecortado. Gotas de sudor perlaban su frente y resbalaban por su cuerpo musculoso, dejando rastros brillantes sobre los tatuajes que cubrían sus brazos.

Sachi, con su habitual ligereza, dió un saltito y rodeó a Kenny con un brazo—No puedes comparar tus músculos con estas canillas Ken, Ken—dijo con una sonrisa, resaltando aún más la diferencia entre su complexión delgada y la robusta figura de Kenny

Tras una ardua caminata, el grupo llegó finalmente al hotel. Una imponente estructura de piedra se alzaban delante de ellos, como un castillo salido de un cuento de hadas.

El frío de la noche parecía intensificarse al acercarse a las enormes ventanas enmarcadas en madera oscura, tras las cuales se vislumbran tenues luces cálidas. El aroma a madera antigua y humedad se mezclaban con el aire fresco de la montaña y la enorme puerta principal, adornada con un llamador de bronce en forma de león.

Un suspiro de alivio escapó de los labios de Karen al contemplar el majestuoso hotel. Sachi, con su avitual curiosidad, se acercó a las ventanas, intentado vislumbrar el interior y Darcy caminó hasta la puerta para dar unos golpecitos en el llamador.

—¿Está cerrado?—preguntó Kenny frunciendo el ceño.

—Sí, no se abre—respondió Darcy empujando la puerta con el hombro, sin éxito

—Adentro parece vacío—añadió Sachi, trotando hacia el grupo.

—¡No me jodas!—exclamó Madeline, soltando un bufido de frustración.

—Pueba a tocar más fuerte—sugirió Riley colocándose junto a Darcy y observando el llamador de bronce

—Esperemos unos segundos más—dijo el pelirojo con aparente calma

Riley lo miró de brazos cruzados, la impaciencia reflejada en sus ojos. Sin decir nada más, apartó a Darcy con un gesto decidido y golpeó el llamador con fuerza, haciendo resonar un sonido metálico por toda la entrada.

En pocos segundo las puertas se abrieron lijeramente con un lento chirrido, revelando una rendija por la que asomaba un ojo aumentando por un monóculo brillante. Un olor a cera de abejas y madera vieja se coló por la abertura.

El señor, con su cabello blanco impecablemente peinado hacia atrás y un uniforme de mayordomo inmaculado, los examinó de arriba abajo con una mirada penetrante.

—¿Hola?... Este somos...—Darcy abrió la boca para hablar, pero fue interrumpido por la voz varonil del mayordomo y su mano enguantada.

—Son los invitados de la universidad, ¿me equivoco?—comunicó terminando de abrir las puertas de par en par.

—¡Sí, sí! Somos de la Universidad Zenith—Sachi hizo un gesto de acierto seguido por una contagiosa sonrisa

—Ya veo. Por favor, pasen—dijo el mayordomo, haciéndose a un lado para cederles el paso—Sean bienvenidos a las Siete Lunas de Astoria.

Los estudiantes pasaron penosamente hasta recorrer el extenso pasillo tapizado con alfombra verde y detalles amarillos que le otorgaban un aire de glamour. Estatuas de brillantes armaduras se colocaban uniformemente a los costados del pasillo. Al final daba con la recepción de madera de caoba, amueblada con sillones acolchonados y extensas librerías antiguas, entre ellas una chimenea de piedra con brazas sofocantes y una mesita de centro con bocadillos y seis tacitas de té.

Una elegante joven de largos cabellos negros y ojos azules, ataviada con un uniforme de mucama, se acercó con gracia sosteniendo una bandeja de exquisitos dulces.

—¡Qué maravilla!—exclamó Sachi mientras giraba admirando la cuidada decoración y los cuadros del lugar.

—Realmente es un sitio hermoso—añadió Kenny, elogiando el trabajo realizado, y tomó uno de los dulces ofrecidos por la joven—¡Delicioso!—elogió, recibiendo una sonrisa a cambio.

—Ella es Perla, no es muy habladora—comentó una voz femenina, añadiendo dulzura al ambiente tranquilo y captando la atención de los presentes.

Desde el mostrador, otra mujer con una larga coleta marrón, igualmente de ojos oscuros y gafas negras, luciendo un elegante uniforme, se unió a la escena.

Madeline se acercó a la mujer con una sonrisa tensa en sus labios <<Es increíblemente hermosa, tiene un delicado lunar junto a su ojo izquierdopensó>>—Agradecemos inmensamente su invitación—logró decir.

—El honor es nuestro—respondió la mujer con una sonrisa cálida—Esperamos que disfruten su estadía. Son unos estudiantes excepcionales, pueden llamarme Luna—con un gesto elegante, indicó al anciano de postura impecable—Dorian los guiará a sus habitaciones

Siguieron al anciano a través de un laberinto de escaleras y pasillos adornados con diferentes estampados. Retratos antiguos observaban desde las paredes, y un sinnúmero de puertas cerradas se alineaban en el camino. El aroma a polvo y madera vieja flotaba en el aire, mezclado con un tenue perfume floral. Darcy, con la mirada perdida en el interminable corredor, preguntó:




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