Siete Lunas

07.Pensamiento

—¡Miren eso! ¡Maldita luna hermosa!—gritó Sachi desde el borde del acantilado, extendiendo sus brazos al cielo.

—¡Qué buen aire! ¡Qué bello paisaje! Se ve todo el pueblo desde aquí arriba—Karen se acercó al barandal, su rostro iluminado de alegría.

—No está mal—murmuró Riley, guardando sus manos en los bolsillos de su abrigo azul y escondiendo su cabello bajo la capucha.

—¿Riley?—Karen pareció notar algo extraño en la mirada de su amiga. Sus ojos perdidos en la hierba corta del suelo parecían ignorar el cielo.—¿Sucede algo?— preguntó.

La chica permaneció en silencio unos segundos.

—Karen—dijo Riley, sin apartar la mirada del suelo.—¿Has escuchado sobre el caso Anidación de Cuerpos? —elevó ligeramente su vista hasta los ojos de Karen.

—¿Anidación? ¿De cuerpos?—parecía confundida, inclinando la cabeza pensativa. —Debes referirte a la implantación embrionaria, lo estudié en mi primer año. ¿Pero a qué viene esa pregunta?

—No era exactamente eso—murmuró.—No importa, olvídalo—Riley se dio la vuelta. —Volveré al hotel, estoy algo cansada.

—¿Qué? Pero acabamos de llegar—protestó Karen.—No seas aburrida, quédate un poco más, vamos...

—Déjala, Karen—dijo Sachi, que no había participado en la conversación. —Riley, yo me quedaré con ella. Ten cuidado al volver por el bosque.

—Bien—la pelirroja asintió y se alejó a paso lento.

—Oye, Sachi, ¿qué fue eso? —la pelinegra acercó su rostro enfadado al del rubio.

—¿Qué fue qué?—él chocó su frente con la de ella, no fue un golpe muy fuerte.

—¡Auch!—se sobó.—Riley estaba muy extraña, más de lo normal, ¿y qué onda con esa pregunta? ¿Anidación de cuerpos? Ella estudia derecho.

—No le des importancia, esa chica es muy curiosa.—Sachi se apoyó en el barandal de madera, su mirada dispersa en la oscuridad carecía de brillo. —Demasiado curiosa.

—Bueno, supongo que tienes razón 
—Karen se acostó en el suelo con las piernas cruzadas y sus brazos como almohadas.—El cielo está repleto de estrellas, me alegra haber venido.

—A mí igual—Sachi sacó su teléfono.—No te muevas de aquí, voy a buscar señal, necesito hacer una llamada.

—Vale, vale, no me moveré de aquí, mamá 
—dijo Karen con una sonrisa juguetona.

—Tonta, vuelvo enseguida—se alejó hacia el bosque.

El rubio se perdió entre las sombras de los pinos, y el brillo de la pantalla de su celular se apagó cuando ya no estaba a la vista de la chica.

—Ya puedes salir.

Pasos pesados salieron de detrás de un árbol. Sus zapatos eran tenis negros y llevaba un pantalón holgado.

—¿La seguías a ella?

 




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