Capítulo 23
Inga guardaba silencio. Sabía demasiado poco como para indignarse ante aquellas palabras de su amiga, o, por el contrario, apoyarla. Esteban le parecía honesto y abierto. Pero… la gente sabe ser convincente, sabe actuar de una manera que hasta los mejores actores del mundo envidiarían. Como, por ejemplo, Gertruda. ¿Estaba siendo sincera ahora? ¿Era honesta?
—¿Y tú por qué vives aquí? —se le escapó de pronto a Inga. Se dio cuenta de que la pregunta había sonado bastante brusca, así que suavizó un poco su réplica—. Eeeh… Quiero decir que no lo recuerdo. Explícamelo.
—Bueno, justamente porque no recuerdas nada, no me ofendo —sonrió Gertruda, aunque por un instante apareció en su rostro una extraña expresión: ¿una mezcla de ofensa y… pánico?—. No vivo aquí, llegué literalmente ayer, más o menos al mediodía, porque desapareciste y Artem llamó a todo el mundo que te conocía para averiguar dónde estabas. Y claro, me llamó a mí una de las primeras, el mismo día. ¡Somos amigas desde la universidad! Al principio intenté mantenerme tranquila, traté de comunicarme contigo, pero estabas fuera de cobertura. Y al día siguiente no aguanté más, vine hasta aquí, estaba tan preocupada por ti que no encontraba mi lugar. Ayer por la tarde, cuando ya quería regresar a casa, comenzó una fuerte tormenta. Y Artem me permitió quedarme. Hoy ya me disponía a volver, y entonces Artem anunció que te habían encontrado. Obviamente me quedé. ¡Te estaba esperando con tantas ansias! No puedes imaginar lo nerviosa que me puse cuando Artem, antes de ir a buscarte a ese pueblo, me llamó desde la comisaría y dijo que no recordabas nada. ¡Dios mío, por qué! ¿Acaso andar perdida en el bosque te asustó tanto? ¡Siempre fuiste una mujer fuerte!
Gertruda hablaba, e Inga escuchaba con avidez, intentando recordar algo. Pero lo único que consiguió fue que la cabeza le doliera aún más.
—¿Somos amigas desde hace mucho? —preguntó Inga.
—Sí —asintió Gertruda—. Soy un poco mayor que tú. Tú entraste en la universidad enseguida después de la escuela, y yo tres años más tarde, porque primero tuve que trabajar. Era necesario ayudar a la familia. Pero estudiamos en el mismo curso, incluso, por así decirlo, en el mismo pupitre de estudiantes nos sentábamos —sonrió Gertruda, pero al notar la desconfianza de Inga, añadió—. Tengo fotos guardadas en algún lugar, mañana cuando llegue a casa las buscaré. Te las mandaré al móvil...
Editado: 13.09.2025