Siglo del Amor

Tragedia

Siempre he sido un apasionado del pasado. Desde mi infancia, las clases de Historia eran mis favoritas. Para mí, la idea de conocer las diferentes culturas, ideologías y el arte era fascinante, pues en mi mente se convertían en otros mundos.

Sé que podrían mencionar los libros de literatura, los cuales también logran sumergirme en una sensación similar. Sin embargo, existe una diferencia radical entre ambos: realidad y fantasía.

El hecho de que lo que leo sea algo real estimula mi espíritu lector, siempre hambriento de conocimiento. Ahora, siendo adulto, mi pasatiempo aún perdura y no me arrepiento de mis elecciones.

En realidad, no entiendo por qué lo haría, considerando que mi vida es tan bella que no tengo palabras para describirla. Bueno, en realidad, la mayoría de las personas en esta época piensan lo mismo. El apelativo de "Siglo del amor" no era un lujo.

Incluso desde los inicios del siglo XXII, se gestó la tarea más importante de toda la historia: devolverle a la Tierra su vitalidad, lo que nosotros le habíamos arrebatado.

Fue una unión sin precedentes. Cada ser humano entregó lo mejor de sí para aportar su granito de arena. Miles de millones de dólares se invirtieron y la ciencia, junto a la tecnología, crearon inventos para revertir lo irreversible.

La contaminación ambiental recibió un duro golpe y hasta el día de hoy se puede afirmar que los resultados son mejores de lo previsto. El planeta sonríe nuevamente. Nuestros futuros descendientes tendrán un hogar maravilloso y estoy seguro de que lo convertirán en algo aún mejor.

Hablando de descendientes, hace 11 años cumplí con una de las fases de mi ciclo de vida: reproducirme. Tengo la dicha de tener a la hija más linda del mundo. La amo tanto.

Cabe resaltar que ella heredó mis gustos. Posee un interés genuino por la historia humana. Cada día le brindo un espacio para hablar de estos temas. Hoy no fue la excepción.

—Oye, papi. ¿Por qué nuestros antepasados eran así de malvados con el planeta y sus semejantes? —fue la pregunta curiosa número... no sé cuál.

Carol, como se llama, salió con mi cabello castaño y ojos café, por fortuna, porque mis otras características dejan mucho que desear. Soy un hombre promedio, en el mejor de los casos.

A diferencia de mi piel blanca, mi hija es morena gracias a su mamá. La hermosura general también es gracias a ella.

—Interesante pregunta, mi amor —le sonreí y le acaricié el cabello. Estábamos en el patio de la casa, así que miré a lo lejos para dar una respuesta ordenada—. Desde los orígenes de la humanidad, el hombre ha tenido avaricia y un interés personal que ignora el de los demás y el daño que podría hacer. En la mayoría de los casos, se trataba del poder, y al poseerlo, la maldad seducía con facilidad. Estamos hablando de siglos anteriores, claro.

—¿Entonces por qué no ahora? —Ladeó la cabeza, mostrando confusión.

Antes de que pudiera responderle, la voz de mi esposa Lucía se oyó.

—¡Carol, ven a bañarte que te toca la escuela!

—¡Sí, mami! ¡Voy! —Ella se levantó y salió corriendo, no sin darme unas últimas palabras—. Cuando vuelva me dirás, ¿vale?

—Vale. Es un trato —No pude evitar sonreír; pero después de que cruzó la puerta y desapareció de mi vista, suspiré con pesar—. ¿Por qué ella?

Mi amada Carol, aunque se veía sana y normal, sufría de una enfermedad extraña, la cual en períodos aleatorios la dejaba dormida, y ese estado podría durar minutos, horas o días.

Mi esposa y yo somos médicos, de los mejores, sin embargo, no pudimos hallar una solución, ni siquiera un registro o una historia clínica de un paciente con una enfermedad similar.

—Quita esa cara fea, cariño. Daremos con una solución, te lo prometo.

Lucía salió al patio y me vio afligido. Levanté la mirada y su angelical rostro produjo el efecto que ella quería.

—Sí, lo haremos —cambié de ánimo.

Mi esposa se puso delante de mí. El sol de la mañana caía sobre ella y su hermosa piel morena y cabello negro brillante gritaban de júbilo y resaltaban el potencial artístico de su figura esbelta.

—Agradecido con Dios por bendecirme con una belleza como tú —alabé.

A Lucía le pareció divertido.

—Hasta donde puedo recordar eres ateo.

—Era —le respondí con astucia y ella negó con la cabeza, rendida ante mis ocurrencias.

—Entonces te creeré siempre y cuando logres vencerme hoy. ¿Ok?

—Estas motivaciones adicionales son las que me entusiasman.

Mi esposa se dirigió al centro del patio, que yacía solo decorado por el pasto bien cortado.

Resulta que otro de mis pasatiempos consistía en practicar artes marciales con Lucía. Sí, así es. Una persona como yo que lo último que hubiese pensado en la vida era ejercitarse y estar en forma, pero desde que la conocí, me he involucrado en estas actividades.

Lo hago con el mayor gusto. Al final de cuentas, mis primeras interacciones con ella se debieron a lo mismo que estoy a punto de hacer.

—Y no sabes el regalo que te tengo cuando terminemos aquí —Lucía me guiñó el ojo con seducción y una corriente de energía recorrió mi cuerpo desde la punta del pie hasta la coronilla de mi cabeza. Imaginar el supuesto regalo me provocaba pensamientos impuros.

—¡Ya basta de juego! ¡Iniciemos ya!

Fue lo que dije antes de levantarme con determinación renovada. Nunca había ganado, sin embargo, esta vez lucharía con el corazón a que sí.

Di un paso hacia adelante, suspiré para ganar valentía, no obstante, logré apreciar que el rostro feliz de mi amada de repente se contorsionó. Ella frunció las cejas y luego hubo una mezcla de tristeza e impotencia.

—Cariño, ¿sucede algo? —le pregunté. Traté de acercarme rápido, pero ella extendió una mano en señal de que me detuviera.

—¡¡Aléjate!!

Sin haberlo imaginado siquiera, un rayo descendió del cielo y golpeó en medio del patio, justo donde estaba Lucía.



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En el texto hay: relato corto, accion, amor

Editado: 07.07.2023

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