En Argento ya era medio día. Yo estaba parado frente a una casa muy chapada a la antigua, pues, se construyó en madera.
La ubicación del lugar se situaba a las afueras de la ciudad y en medio de un terreno agrícola enorme. Un área de paz y tranquilidad, alejado de los sonidos incesantes de vehículos y los transeúntes de una urbanización.
«No está nada mal vivir aquí», pensé, mientras el chofer que me trajo aceleraba y se iba.
Estando ahora en la puerta, toqué con cuidado el timbre, con miedo a que lo dañara. Incluso abrir y cerrar las puertas del taxi fue un verdadero reto.
Durante todo el día, me la pasé intentando controlar el poder inexplicable que poseía. Me di cuenta de que aparte de mi fuerza, la velocidad y sentidos se agudizaron a un nivel alarmante.
De tanto destruir cosas, ya tenía algo de control. Al menos mientras estuviera atento de lo que estoy tocando.
—Aquí detrás, en el patio.
Después de timbrar dos veces, escuche una voz femenina y anciana.
Con el permiso del propietario, tuve el atrevimiento de ingresar a la propiedad privada, específicamente donde dijo que fuera.
En una pequeña loma, donde un árbol de manzana gigante se imponía, en la sombra, una mujer de edad avanzada yacía sentada y disfrutando de la brisa.
—¿Vienes a matarme?
—¿Yo? –Me señalé con el dedo índice, confundido.
—¿Si no es así, entonces por qué has venido?
—Porque Loius me dio tu dirección.
La anciana quitó su mirada distante y giró para verme con expresiones no identificadas. Parece que esas eran las palabras mágicas.
Ella me llamó con la mano, pidiendo que me sentará a su lado. Mi cautela la hizo sonreír.
—Ven, chico. Tengo dientes saludables, pero no muerdo.
El cariño con el que me hablaba bastó para apostar. Fui y me senté allí. La señora se tomó el tiempo para preguntarme por qué Louis me envió y yo le expliqué con lujos de detalles hasta sobre la muerte de mi amada.
No estoy seguro, sin embargo, cada ocasión que mencionaba a mi difunta esposa, un brillo aparecía en sus ojos. Cuando nombré la palabra «Bautismo», sus cejas se levantaron de sorpresa.
—Vaya, una hija. Y pensar que también la señorita llegó hasta estas últimas instancias, bautizándote; aunque, conociendo su gran amor, creo que es la única que violaría la regla más severa de la raza Impacto.
Palabras reveladoras fueron vomitadas por ella, y lo que debía despejarme incógnitas, lo empeoró.
—¿Raza Impacto? ¿Y qué regla me hablas? —La ansiedad salía desde los poros de mi piel. En serio deseaba respuestas.
—Lo que te dijo Louis, cierta parte es verdad. Somos alienígenas que entramos a tu planeta décadas atrás —Me sonrió al ver mi cara de idiota tras la información. Sabía lo escéptico que era sobre el asunto y optó por darme argumentos irrefutables—. Esto me ahorrará palabras.
Observé estupefacto cómo el rostro y el cuerpo de la anciana se convertía en el de una joven de 20 años, de piel morena e igual de hermosa que Lucía y Carol. Todo el reproceso del ciclo de vida posó antes mis ojos.
Y no terminó ahí, ella con la mano abierta me golpeó el pecho y me lanzó a metros de distancia, forzándome a dar vueltas similar a una pelota hasta detenerme.
—¡¿Por qué hiciste eso?! —exclamé, poniéndome de pie y con ira en mis ojos. En realidad, ese sentimiento fue extraño, por lo fácil que lo manifesté. Tal pensamiento fue interrumpido por otro que me forzó a detenerme. Miré mis manos y mi cuerpo—. ¡¿Estoy vivo?!
—Claro que sí. Es producto del bautismo de la señorita Lucía. Tienes un poder, debes hacerte cargo de él —La anciana, digo, la joven, colocó la cereza del pastel cuando su rostro cambió al de una mujer diferente—. Quien mató a tu esposa fue el Rey Impacto y también es el causante del estado de tu hija, indirectamente. Si te tardas, la siguiente en morir será ella y luego cientos de millones de vidas. Tenemos de nombre «Impacto» porque eso ocasionamos en el instante que entramos en un nuevo planeta; traemos cambio. Por desgracia, nuestros ideales han sido traicionados. Con vergüenza te suplico que hagas la voluntad de tu esposa, esa es tu responsabilidad.
Antes de siquiera emitir una sílaba, ella me interceptó.
—El Rey Impacto está autoproclamado. En realidad hay una reina que ha sido privada de su posición y debes liberarla y matarlo a él. Hazlo, porque con el poder robado, quiere someter a toda clase de vida bajo su control. El don de la reina será manipulado para estos fines impropios de su voluntad… Soy la última que se opone, sin embargo, enfrentarme será en vano. Sabes que naciste en el bautismo, pero no dónde estás —Sacó algo de su bolsillo y me lo tiró. Lo miré y eran dos dispositivos similares, con la diferencia de que uno era verde y otro rojo—. Ahí está la localización y un regalo extra que te servirá, el cual es el verde. Para el rojo tienes que buscar a alguien lo suficientemente loco como para tenerlo.
Me guiñó el ojo, después habló por última vez. —No gastes el tiempo y vete ahora. Lamentarás si te quedas. ¡¡Corre!!
Mientras ella hablaba, formulé internamente preguntas descabelladas. «¿Yo? ¿Matar a una persona? Qué barbaridad es esa». Jamás en mi vida se me había cruzado algo así por la cabeza.
Cuando la mujer terminó de hablar y gritó, por alguna extraña razón, me recordó a Lucía cuando dijo que me alejara de ella previo al accidente.
Luego, mis piernas actuaron solas y con la brutal velocidad que tenía, inicié la loca carrera. Ni siquiera le agradecí.
Al ganar una distancia decente, giré mi cabeza para mirar allá y alcancé a percibir varios borrones negros que se acercaron hacia la casa de la mujer para, un segundo después, producirse una explosión tremenda.
«¡¡Madre mía!!», me preocupé por la seguridad de ella, no obstante, en vez de frenar, corrí más rápido. Sí, qué cobarde fui.
Sudado y sucio, alcancé a la urbanización cercana y me monté en un taxi. Allí canalicé ese vendaval de emociones y me maldije a mí mismo por no dar marcha atrás y verificar la condición de esa mujer.
«Yo no soy así», lloré en silencio, de impotencia y decepcionado.