—Buenas noches, Sr. Patrick —la secretaria del manicomio me miró con más extrañeza que la primera vez—. Lo siento, pero el horario de visita se terminó. Vuelva mañana si gusta.
—Será rápido, lo juro.
—Solo sigo las órdenes, disculpe.
«¡Qué suerte la mía!», maldije internamente.
Toda la tarde me la pasé montándome de un taxi a otro y entregando direcciones aleatorias.
Soy tan paranoico que imaginar la posibilidad de que esas figuras borrosas que vi en la casa de la anciana me persiguieran ponían mis pelos de punta.
Ya cierto tiempo después, cuando me tranquilicé, me dirigí justo en donde estoy ahora. Y ¡sorpresa! Al lunático no le permite recibir visitas.
«Para mañana quizá sea tarde», pensé, sin embargo, di la vuelta para subirme al taxi antes de que arrancara sin mí.
—Te dije que te estaba esperando. ¿A dónde crees que vas?
Cómo salido de una película de acción, Louis cruzó la entrada principal y me habló con una sonrisa casual.
—Usted… ¡¿Usted qué hace aquí?! —preguntó la secretaria muerta de miedo.
—Cállate —le contestó. Acto seguido, le disparó. La mujer de mediana edad cayó al suelo.
—¡¡Nooo!! —rugí, corriendo a auxiliarla—. ¡¡Lunático!!
—Qué dramático eres. Le disparé con un tranquilizante. Si no me he muerto yo que he recibido más de 10 de estos, menos ella —Sentí pasos. Era Louis caminando al taxi serenamente—. Vamos, es hora de divertirnos.
Yo en verdad no podía digerir nada. Alguien disparando cruelmente a otra persona, alguien tan frío y malvado. Nunca, pero nunca, conocí a una persona así. Fue justo como… «Los antepasados».
—¡¿Quién eres tú?! —cuestioné su humanidad.
—Te lo dije, Clark, este tipo es un idiota —Puso los ojos en blanco y me dirigió la palabra—. No vayas a vomitar y anda. Al final de cuentas, tampoco estás ya bajo el control del Rey Impacto.
Revisé a la secretaria y descubrí que el disparo no fue mortal. «Parece decir la verdad», concluí.
Fueron un par de respiraciones que lo ignoré, pero ya estaba haciendo de las suyas.
—¡Sal del auto o te pasará lo mismo que esa vieja! —Él amenazó al chófer, quien salió temeroso—. ¡Hey! ¡No hay tiempo!
Esa última frase me forzó a ponerme de pie, porque era la verdad.
—¡Rayos! —obedecí. Observé al taxista en el suelo y mi corazón se arrugó—. ¡Señor, lo siento mucho!
—¡Ja, ja, ja! Supongo que son las secuelas —Louis habló algo que no entendí.
Abrí la puerta, sin embargo, salté el detalle de mi superfuerza y la arranqué. El lunático se rio con mayor entusiasmo, burlándose con su amigo Clark de mi desgracia.
Entré y él aceleró a máxima velocidad. Me pidió la dirección y se la di.
—Bien, presta atención. Nuestra ventaja es que el Rey Impacto debe estar solo allá, debido a que la reina no debe ser vista por nadie.
—¿Por qué? —cuestioné.
—Todo el que la vea encerrada, atrapada o como sea que esté, instintivamente querrá liberarla, incluyendo los de su propia raza. Lo normal es que el lugar esté solitario. Somos tres contra ese lunático.
Dejando a un lado el porqué una persona como él se cree con el derecho de llamar a otro «lunático», y que de paso haya mencionado en la ecuación a su amigo intangible, la información valía oro. A pesar de su estado mental, aportaba mucho.
—Se me había olvidado. Aquí tienes, es de parte de la anciana.
Le di el dispositivo rojo del tamaño de una galleta redonda. Él frunció el ceño, pero luego se rio a carcajadas de la misma manera que lo haría un lunático.
—¡Esa vieja arriesgó su seguridad por esto! ¡¡Qué así sea entonces!!
Durante las siguientes dos horas, evité molestarlo a menos que fuera necesario. El plan de nosotros era infiltrarse hasta dar con Rey Impacto. Con el factor sorpresa, las oportunidades de ganar se potenciaban.
—Paremos aquí —Louis frenó en un terreno repleto de paja. A los lejos, lo que parecía ser una cárcel abandonada se apreciaba.
—De tantos lugares y escogió ese.
—Es uno bueno —calificó, haciéndome señas para que lo siguiera.
Juntos nos acercamos a la cárcel, hasta que un muro de 5 metros se interpuso en el camino.
—Lánzame.
—¡¿Estás loco?!
—Sí, idiota. Será fácil para ti. Procura no elevarme más que la altura del muro.
Entrelacé mis dedos y él puso la pierna derecha. A la cuenta de tres lo impulsé. Por fortuna salió bien y Louis alcanzó a sujetarse antes de caer.
—Mi turno —hablé en voz baja, concentrándome.
Di un salto y a pesar de llegar a los 7 metros de altura, también fue exitoso. Posteriormente, bajé primero y lo atrapé en su caída.
Observé los alrededores y la cárcel, al igual que afuera, estaba deshabitada, únicamente acompañada por la inquietante oscuridad.
—Desde aquí tú guías —la voz de Louis entró a mis oídos desde mi espalda—. En teoría, si estás a cierta distancia de la reina, localizarla es posible si eres un bautizado y tienes buena energía. Incluso eres capaz de ver sus poderes, algo que personas normales no.
—¿Quién te dijo eso?
—Clark.
Con ese personaje de referencia para hacer valer sus afirmaciones, casi que ni lo intento, no obstante, me obligué.
Cerré los ojos y fallé en percibir algo.
—Es imposible.
—Continúa, idiota —me regañó con un grito cauteloso. Ese lunático era la persona más exasperante del mundo.
Lo intenté por segunda, tercera y cuarta ocasión. Luego de casi rendirme y haber caminado un par de metros…
—¡Sí! ¡Ya sé dónde es!
—Gracias a los cielos este hombre sirve para algo —agradeció, mirando hacia las estrellas con las manos en pose de oración.
—Es hacia esta…
Interrumpí mis indicaciones y me detuve, no porque lo deseara, sino porque mis sentidos auditivos captaron sonidos extraños.
Di la vuelta y vi a Louis justo en el instante donde caía. Fue en cámara lenta.
Detrás de él había un tipo enmascarado. Los ojos del viejo lunático estaban en blanco, evidenciando su estado inconsciente.
Cuando intenté prepararme para huir, una corriente eléctrica recorrió cada fibra de mi cuerpo y eso fue lo último que recordé antes de que la luz de mis ojos se apagaran.